Mascaró


Alea jacta est

Crab no se responsabiliza por las opiniones vertidas en este blog, que a veces ni siquiera comparte.

No toda la información aquí publicada ha sido debidamente chequeada. Ley 23444.

La idea de este blog es crear un espacio amable y compartir recuerdos, puntos de vista o apreciaciones con gente amiga o en proceso de serlo. Por tal motivo queda prohibido el acceso de energúmenos, cuyos comments serán eliminados. Crab atenderá y contestará por línea directa (ver Perfil) a todos los que quieran insultarlo, amenazarlo, amedrentarlo, despreciarlo o menoscabarlo. Quienes busquen sus efímeros 15´ de fama aquí, no los encontrarán.

Los contenidos de esta página pueden afectar creencias tradicionalmente aceptadas respecto de cualquier institución, grupo o individuos, tales como el estado, el gobierno, la iglesia, el sindicalismo, las fuerzas armadas, la familia, el capitalismo, el imperialismo, las madres de Plaza de Mayo, la Asociación Argentina de Fútbol, el Ejército de Salvación, la Organización Scoutista Argentina, los homosexuales, los negros, los judíos y los chinos. El acceso a la misma por parte de menores de edad queda librado por lo tanto a la responsabilidad y vigilancia de los señores padres.

viernes, marzo 18, 2011

Diálogo entre el lápiz y la goma de borrar

Lápiz: Lo lamento...
Goma: ¿Por qué? No hiciste nada malo.
Lápiz: Lo lamento porque resultaste lastimado por mi culpa. Cada vez que cometo un error, estás ahí para corregirlo. Pero en la medida en que haces desaparecer mis errores, pierdes una parte de ti mismo. Y te vuelves más pequeña cada vez.
Goma: Es verdad. Pero realmente no me importa. Fui hecha para eso. Fui hecha para ayudarte cada vez que hagas algo mal. Aunque un día, sé que me habré ido y me reemplazarás con una nueva, estoy en realidad feliz con mi tarea. De modo que por favor, deja de preocuparte. Odio verte triste.

Encuentro muy inspiradora esta conversación entre el lápiz y la goma. Los padres son como la goma, en tanto los niños son como el lápiz. Siempre están ahí para sus hijos, enmendando sus errores. A veces, a lo largo del camino... resultan dañados, y se hacen más pequeños (más viejos, y inevitablemente mueren). Aunque sus hijos encuentren eventualmente algo nuevo (una esposa), los padres serán siempre felices con lo que hacen por sus hijos, y lamentarán siempre que ese don precioso que se les dio, esté preocupado, o triste.


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jueves, abril 30, 2009

Cats in the cradle

Mi hijo pone en su blog este tema, cantado por Harry Chapin. Y reflexiona que la letra es un tanto dura. Viniendo de un adolescente, y como el tema es la relación de padres e hijos, que nunca se encuentran, es, creo, toda una confesión. Y quizás, me atrevo a pensar, hasta una disculpa. Aunque nosotros dos, a veces nos encontramos, ¿no es cierto, M.?
Aquí la letra para los que no la conocen:

My child arrived just the other day
He came to the world in the usual way
But there were planes to catch and bills to pay
He learned to walk while I was away
And he was talkin' 'fore I knew it, and as he grew
He'd say "I'm gonna be like you dad
You know I'm gonna be like you"
And the cat's in the cradle and the silver spoon
Little boy blue and the man on the moon
When you comin' home dad?
I don't know when, but we'll get together then son
You know we'll have a good time then
My son turned ten just the other day
He said, "Thanks for the ball, Dad, come on let's play
Can you teach me to throw", I said "Not today
I got a lot to do", he said, "That's ok"
And he walked away but his smile never dimmed
And said, "I'm gonna be like him, yeah
You know I'm gonna be like him"
And the cat's in the cradle and the silver spoon
Little boy blue and the man on the moon
When you comin' home son?
I don't know when, but we'll get together then son
You know we'll have a good time then
Well, he came home from college just the other day
So much like a man I just had to say
"Son, I'm proud of you, can you sit for a while?"
He shook his head and said with a smile
"What I'd really like, Dad, is to borrow the car keys
See you later, can I have them please?"
And the cat's in the cradle and the silver spoon
Little boy blue and the man on the moon
When you comin' home son?
I don't know when, but we'll get together then son
You know we'll have a good time then
I've long since retired, my son's moved away
I called him up just the other day
I said, "I'd like to see you if you don't mind"
He said, "I'd love to, Dad, if I can find the time
You see my new job's a hassle and kids have the flu
But it's sure nice talking to you, Dad
It's been sure nice talking to you"
And as I hung up the phone it occurred to me
He'd grown up just like me
My boy was just like me
And the cat's in the cradle and the silver spoon
Little boy blue and the man on the moon
When you comin' home son?
I don't know when, but we'll get together then son
You know we'll have a good time then

En mi apurada traducción:

Mi hijo llegó el otro día
Llegó al mundo de la manera usual
Pero había aviones que tomar y cuentas que pagar
Aprendió a caminar cuando yo no estaba
Y estaba hablando antes de que lo conociera, y cuando creció
Me dijo: "seré como vos, papá,
Sabés que seré como vos"
Y los gatos en la cuna y la cuchara de plata
El pequeño muchacho azul y el hombre en la luna
¿Cuándo vendrás a casa, papá?
No sé cuando, pero estaremos juntos entonces, hijo
Sabes que pasaremos buenos momentos entonces
Mi hijo cumplió diez el otro día
Me dijo: "Gracias por la pelota, papá, vení y juguemos
Enseñame a arrojarla", Le dije: Hoy no,
tengo un montón de cosas que hacer. Me dijo: "está bien"
Y se fue caminando pero su sonrisa nunca se atenuó
Y digo: "Seré como él, sí,
Sabes que seré como él"
Y el gato en la cuna y la cuchara de plata
El pequeño muchacho azul y el hombre en la luna
¿Cuando vendrás a casa, hijo?
No sé cuándo, pero estaremos juntos pronto
Sabes que pasaremos buenos momentos entonces
Bueno, volvió del colegio el otro día
Casi un hombre, tuve que decirle
"Hijo, estoy tan orgulloso de vos, ¿podés sentarte un rato?"
Sacudió la cabeza y dijo con una sonrisa
"Lo que quiero en realidad, papá, son las llaves del coche
Te veré más tarde, ¿podés dármelas, por favor?"
Y el gato en la cuna y la cuchara de plata
El pequeño muchacho azul y el hombre en la luna
¿Cuándo vendrás a casa, hijo?
No sé cuando, pero estaremos juntos entonces pronto
Pasaremos buenos momentos entonces
Hace tiempo estoy jubilado, mi hijo se mudó
Lo llamé el otro día
Le dije, "Me gustaría verte, si no te importa"
Dijo, "Me gustaría, papá, si pudiera encontrar un momento
Mi nuevo trabajo me enloquece y los chicos tienen gripe
Pero es un gusto hablar contigo, papá
Ha sido sin duda un gusto hablar contigo"
Y cuando colgué el teléfono se me ocurrió
Que había crecido igual que yo
Mi muchacho era igual a mí
Y el gato en la cuna y la cuchara de plata
El pequeño muchacho azul y el hombre en la luna
¿Cuándo vendrás a casa, hijo?
No sé cuándo, pero estaremos juntos pronto
Sabes que pasaremos buenos momentos entonces

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domingo, septiembre 28, 2008

La valija

¿Porque no nos dejamos de joder de una vez con este asunto?

¿Qué cuesta decir la verdad?
Sí: nos regalaron cinco millones de dólares para colaborar con la campaña. ¿Y qué? ¿Acaso a Menem no le regalaron una Ferrari?

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domingo, abril 13, 2008

Los hijos escritores

Hace un tiempo, una gran amiga y excelente poeta, publicó en su blog un cuento de su hija.
Lo que me hizo recordar que también tenía atesorada una joyita de una mis queridas hijas (claro: ¿para qué padre no ha de ser una joyita algo que escribió su hija?).
Sin propósito de entablar competencias, sino más bien de estimular en los amigos este tipo de recuerdos, aquí va (se respetó rigurosamente el original):

Lo que pasó esta tarde
Mamá dijo: ¿vamos al balcón? ¡sí! ¡sí! Dos voces gritaron: eran yo y Elisa (mi hermana). Llegamos al balcón era un día fresco y cuando entramos mamá dijo Corina (yo) ¿traes el Royal Ludo? Bueno, mamá, lo traje y Elisa y yo empezamos a jugar. Elisa hizo una pequeña trampa y yo la dejé, pero no, no la pude dejar y le hice yo también otra trampa. Ella se dió cuenta y empezamos a pelear y terminamos:
1o. Elisa me empujó y le rompió una maceta a mamá.
2o. Elisa tiró el Royal Ludo y casi me pierde una bolita.
Después me dijo mamá, hacé una composición y... ¡aquí está!

Corina Laporte

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martes, marzo 04, 2008

That's my boy

Mi hijo me invita en su blog a hacer una de esas manifestación new age, donde uno tiene que confesar públicamente ciertos planes o deseos para su vida futura e invitar a otros a hacer lo propio. Es lo que vengo haciendo desde que tengo el blog. O si no, ¿que otra cosa son los blogs sino la confesión diaria de nuestros deseos y frustraciones?
Bueno, veamos primero la propuesta, que casi todos, de una u otra forma, conocerán ya:
1. Cada jugador comienza con un listado de ocho cosas que quiere hacer antes de morir, no importa las que sean, pero ocho.
2. Hay que escribir esas ocho cosas en su blog, junto con las reglas del juego.
3. Hay que seleccionar a ocho personas más, invitarlas a jugar y anotar sus nombres o el nombre de su blog.
4. Es importante no olvidar dejar un comentario desde donde nos invitaron a jugar.
Veamos ahora sus respuestas, nada despreciables para un muchacho de 18 años:
• Familia. Una linda familia. Que se pueda mantener bien unida, que se sienta como tal. Problemas va a tener, como todas, por supuesto, pero que al menos, sean felices todos sus miembros.
• Poder cambiar. Sé que tengo fallas (vine mal de fábrica viteh), sé muchas de las que tengo, y me gustaría poder “evolucionar” y cambiarlas, para poder estar mejor con el resto y, por supuesto, conmigo mismo.
• Estudiar las cosas que me gustan. Son muchas, tengo gustos bastante amplios, pero es otro proceso que exige maduración y compromiso con el estudio, me gustaría poder estudiar varias carreras a lo largo de mi vida, para poder tener una amplia base de conocimiento. Química, biología, medicina, derecho, computación, y música (estas dos últimas “las estoy haciendo”).
• Poder trabajar de lo que me gusta. Con todas las carreras que me gustaría hacer, ALGO me tiene que gustar de lo cual pueda recibir el sustento suficiente para mantener a mi familia y a mí con holgura :P.
• Ésta, sacada de The Bucket List: poder ayudar a un completo desconocido.
• Dejar un legado, una marca de mi paso por esta vida. Que se sepa que estuve aquí.
• Tratar de tener la menor cantidad de arrepentimientos posibles, para tener la conciencia tranquila, y poder dormir pacíficamente por las noches.
• Encontrar sinónimos para las palabras poder, y gustar, para no tener que repetirlos tan exhaustivamente en memes como éste.

Por fin, hay que invitar a las ocho personas, entre las que me incluye de esta forma:
"a mi papá (que, con su edad ((ya me da por muerto, el h. de p.)), si bien puede ser tanto cosas que le gustarían cumplir, preferiría que haga una retrospectiva, qué sueños tenía cuando era joven, y qué pudo cumplir; aunque dudo que lea esto"

Pues bien, leí esto, y aquí va mi respuesta:

Curiosamente, nuestras respuestas coincidirían casi totalmente. Veamos una por una:
* Familia: Sí, yo veía a la mía, y quería tener otra igual. No fue posible. Los tiempos habían cambiado, y la "fuerza del destino" era más poderosa que mi voluntad. Las familias que tuve no fueron perfectas, pero igual me siento muy orgullosa de ellas, sobre todo del último retoño. (Aunque en un libro de ética que leí, decía que delegar en los hijos la tarea que uno debía cumplir y no pudo, es simplemente transmitir a otros lo que no supimos o no fuimos capaces de hacer nosotros -como decía Alfonsín-, con lo cual no solucionábamos el problema existencial).
* Cambiar. Sí, uno cambia. A veces para mejor, otras no. Si se lo propone, siempre es para mejor.
* Estudiar lo que a uno le gusta. A mí también me gustaba todo. Cuidado con eso. No termines como yo, dispersándote, y siendo un especialista en ramos generales, o sea, sabiendo de todo y nada en el fondo. Especializate, y lo demás, que sea divertimento.
* Sí, me gustó la película. Lo he hecho muchas veces. Y nunca te arrepentirás, creéme.
* ¡Sí!, siempre lo sostengo. Hay que dejar algo. Y que sea algo por lo que nos recuerden, pero bien (¡hay tanto h. de p. que nunca olvidaremos!..).
* Bueno, me metí mucho en la ética, y esa materia seguramente la tengo aprobada. Me alegra que a vos también te preocupe.
* Hay que leer mucho, cosa que le recomiendo a todo el mundo, no importa el problema que tenga.

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viernes, noviembre 16, 2007

La comunicación entre padres e hijos en la era de Internet

Crab y Matías, su hijo, tienen habitaciones contiguas, separadas por una pared.
Sendas computadoras, con banda ancha, respectivos anchos de banda adjudicados para cada una, y conectadas en red. Lo que se dice comunicación total.
A veces suena el teléfono. Como hay en la casa cuatro internos, el primero que contesta es quien habla. Si atiende él y es para mí, me lo indica un golpe en la pared.
Fuera de eso, cada uno está en lo suyo. Ignoro que será para Matías lo suyo, aparte de la compu.
De repente, un aviso sonoro me indica que alguien está queriendo comunicarse conmigo por el MSN, que tengo permanentemente conectado.
A veces abro la ventana, y es Matías que avisa: "timbre". Así me indica que están tocando el timbre abajo, que con la puerta cerrada y la música de jazz que escucho, no oigo.
Abro ahora la ventana, y es un mensaje de Matías, que me dice: "Aceptá e imprimime este archivo". (Les recuerdo, está en la habitación contigua).
Obediente, acepto el archivo, lo bajo y lo mando a imprimir. En mi habitación hay una impresora láser, y él tiene una jet ink color, pero siempre con los cartuchos vacíos, porque no se priva de nada.
Copio el archivo -generalmente trabajos prácticos que los profesores le mandan por Internet- y se lo llevo.
Tenemos, eso sí, una relación excelente.
En el almuerzo seguro nos vemos y charlamos un rato.

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sábado, agosto 04, 2007

Para Elisa (por Ludwig von Crab)

A pedido de otra hija, Lorena, censuré parcialmente mi post de hace un par de días. L. consideró que me regodeaba en mi propio dolor, y que era bajoneante.
Como a Crab le encanta complacer a sus hijos, y quizás podía tener algo de razón, lo modifiqué.
Pero no, pienso que no tiene razón. Admitirlo sería desconocer a Elisa, y su irrefrenable pujanza.
Elisa es una topadora. Consigue todo lo que se propone y derriba todo lo que se ponga en su camino. (Por suerte se propone fines sanos).
Siempre dije que Elisa sería presidenta. No lo fue porque se fue a Brasil, y ahí no permiten presidentes argentinos.
Todo (y digo todo) lo que Elisa se propuso lo consiguió. Y hasta consiguiò muchas cosas que no se había propuesto.
Se casó con ese músico que conoció en Berlín (mirá vos: irse hasta Berlín para conocer a un brasileño, cuando se podrían haber encontrado en Río y ahorrarse miles de kilómetros). Se vino a Buenos Aires con él, con la decidida idea de casarse. Con la reticencia de los padres, ya que la cosa era una remake de Guess who's coming to dinner? y todo daba para pensar que no iba a salir bien.
Pero salió. Ahora bien, ¿qué iba a hacer Elisa en Brasil con 19 años, recién egresada de El Colegio?
Seguir estudiando, claro. Pero primero había que: 1) aprender bien portugués, que apenas hablaba; 2) rendir las equivalencias, sin olvidar que Brasil es cinco veces más grande que Argentina, tiene una historia que arranca en el siglo XVI, y no en el XIX, como la nuestra; que tiene una geografía y una organización política muchísimo más complicada... Nada, ella dio todas las equivalencias, y se preparó para: 3) el Vestibular, que es el equivalente a nuestro CBC, con la desventaja de que entran 5 de cada 100 que se presentan. Tampoco fue inconveniente.
Se recibió de Directora de Teatro en la Facultad de Artes (que nosotros no tenemos) y fue becada un par de años.
Luego, como abrazó una religión que podía ser incompatible con su vocación artística, dejó todo eso.
Entonces se dedicó a lo mejor que podía hacer, con sus conocimientos: enseñar castellano. Empezó con clases particulares, pero eso era poco para ella. Ahora es profesora del Vestibular, y de uno de los más importantes colegios particulares de Río. Además, ha hecho tantos postgrados que no los puedo detallar.
Claro, ustedes dirán, esas son las naturales vanidades con que se puede deleitar todo padre. Pero no, lo de Elisa es diferente: tiene una voluntad irrefrenable y, como dije, por momentos roza la falta de escrúpulos: si ella quiere algo no te le pongas delante. Mis demás hijas, con inteligencia y capacitación equivalentes, no tienen esa pujanza y esa persistencia en el esfuerzo.
Así que no me cabe ninguna duda de que Elisa va a vencer una vez más.
¡Fuerza, querida, todos te acompañamos (ya ves: mis amigos bloggeros también)!, y -como dijo Faulkner- prevalecerás.

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martes, julio 24, 2007

No todo es alegría en Río

Yo no podría “escribir los versos más tristes esta noche”, como Neruda, porque cuando estoy triste, no me salen cosas lindas.

Claro, lo ideal sería poder expresar de bella manera las cosas que uno siente, pero no está al alcance de Crab, que sólo escribe cosas jubilosas cuando está contento.
Aunque, por otro lado, no necesariamente uno debe hacer literatura con el dolor, ¿no?
Hay experiencias que nos marcan para toda la vida. Crab atesora alrededor de una docena. Conversaciones particularmente intensas con el ser amado, donde vamos descubriendo su insospechada riqueza interior; intercambios intelectuales o emocionales con amigos, donde de repente surgen identificaciones muy especiales; sabias conversaciones casuales sostenidas con desconocidos en un ómnibus, un tren o un avión. Son momentos, pero momentos conmovedores, dramáticos, humorísticos, de profundo goce estético, que quedan grabados por siempre en nuestra memoria.
Hoy, por las razones que daré, recuerdo uno en especial.
Un día, un profesor de estética, con quien teníamos siempre amables intercambios con temas relacionados con su materia: líneas, colores, los fenómenos de la creación, la musicalidad especial de un poema, porqué escribimos (me lo sigo preguntando) dio de repente a la conversación un sesgo inesperado. A propósito de cualquier cosa, el profesor comenzó a hablar de la muerte, y en especial de la muerte de un hijo. De qué manera esa muerte altera el curso natural de las cosas, ya que lo normal es que los hijos entierren a los padres, y cómo cuando ese orden natural se subvierte, uno siente que las cosas no son como deben ser, que se está alterando injustamente ese orden en el que uno espera que sucedan las cosas.
Toda la hora estuvo el profe hablando del tema, de manera pausada, reflexiva, profundamente dolida, pero con un poco de disimulada bronca frente a esa burla del destino.
Cuando se fue, lo saludamos con afecto, casi en silencio. Luego quedamos conmovidos comentando la clase, y todos llegamos a la indudable conclusión: al profesor -que nunca habló en forma personal- se le había muerto un hijo, y se rebelaba contra esa injusticia.
Como mi padre murió cuando yo tenía menos de cinco años, durante mucho tiempo mi preocupación fue vivir hasta que mis hijos sobrepasaran al menos esa edad, para que se acordaran más de su padre de lo que yo recordaba al mío.
Puntualmente, con todos mis hijos se fueron cumpliendo mis deseos. Y eso que asumí la empresa con distintas mujeres. El menor ya cumplió 18, y con toda seguridad me recordará bien.
Lo que no entra en los cálculos de nadie es considerar siquiera la posibilidad de que las cosas puedan ser al revés.
Y como no puedo ni siquiera pensarlo, te mando desde acá mis mejores deseos, Elisa.
Sé que ella, sostenida por una fe que yo no tengo y no sé de dónde sacó, también sabe que con la ayuda de todos: dioses, la ciencia, el ferviente deseo de todos quienes la quieren y, sobre todo, su firme poderosa e inquebrantable voluntad, saldremos adelante.

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martes, junio 19, 2007

Las religiones


Hoy voy a hablar de un tema que me tiene podrido. Tengo discusiones frecuentes a través de hotmail con mi hija brasileña por el tema religioso.
Crab es, como la juez Argibay, un agnóstico militante: no le interesa la posibilidad de conocer a dios, no le afecta ni le interesa su existencia. Y como no cree en la existencia de otra vida después de la muerte, cree que todo termina acá, que tenemos que tratar de joder a los demás lo menos posible, que si podemos hacer algo bueno por ellos, debemos hacerlo, que debemos educar a nuestros hijos de modo que sirvan de algún modo a la humanidad, y que no sean un estorbo, y en general, que debemos tratar de ser lo más decentes posibles.
Pero a mi hija, complicada en uno de esos cultitos que existen en Brasil, donde debe haber unas cien confesiones distintas, eso no le basta: uno tiene que creer en dios. En su dios, claro.
Ustedes dirán conmigo: peor hubiera sido que saliera drogona. Pero no es tan fácil, no vayan a creer. De la droga se sale, pero de la religión... Lo lindo es que de ocho hijos, es la única renegada que tengo.
Entonces, cada vez que me sale algo bien, me dice: "gracias a dios, a quien siempre le rogamos por vos". Lo mismo cuando le va bien a ella. Yo pregunto: ¿y aquellos que les va para el carajo y no se cansan de rogar también a sus dioses?
Me acuerdo de un cuento, que es bueno. Van dos paisanos caminando por un desfiladero. Uno tropieza y resbala, pero alcanza a sujetarse de la rama de un árbol. Su compañero se asoma y le grita:
-Espera, Jesús, que voy a traer una soga.
Le alcanza la soga y lo sube. Cuando Jesús está arriba, le dice:
-Vaya, Jesús, gracias a dios, ¡qué suerte has tenido!
Y Jesús contesta:
-¿Gracias a dios? ¡Gracias a palo, que la voluntad de dios bien clara estaba!
Pero para mi hija dios rige nuestras vidas, controla e interviene en cada uno de nuestros actos, que pierden así toda relevancia, ya que cualquier cosa que hagamos dependerá siempre de la voluntad de dios.
Claro, es fácil pensar así, porque a pesar de contar con el auspicio de dios, y por si acaso, se rompe toda, labura como loca y gana guita a paladas (así es lindo creer en dios, qué joder).
Cada vez que la visito (y ya voy preparando mi ánimo, porque estaré en Río largo tiempo) insiste e insiste para que vaya a su templo, que es más aburrido que chupar un clavo, ya que además se deben soportar ceremonias interminablemente largas. Que eso sí, son más animadas que las católicas, porque cuentan con coros que cantan canciones que aunque religiosas, siempre tienen ese toque que distingue a la música brasileña, y además el pastor matiza sus discursos con chistes, que la concurrencia festeja educada, ya que no son muy divertidos. Pero igual rehuso ir.
El tema es que no me deja no creer. Y a veces me amenaza con el infierno y todo eso, a lo que contesto que si existe la voy a pasar bárbaro, porque todos mis amigos estarán seguramente allí.
El tema, en el fondo, es el fanatismo. ¿Porqué no dejar que cada uno crea lo que quiere? Personalmente pienso que si una persona en lo más recóndito de sí, quiere creer en la existencia de un ser todopoderoso, por mí está bien, no me molesta. En tanto no haga proselitismo.
El asunto es cuando intervienen las organizaciones, en general instrumentos de sometimiento, y cuantos más miembros posean, más poderosas son. Todas las religiones, con el tema de que el premio está en el otro mundo, nos enseñan que debemos sufrir nuestra desgraciada condición porque constituye una prueba y que en el otro mundo tendremos la recompensa.
¡De acá!, yo la quiero aquí y ahora. Y veo que aunque me esfuerzo, aunque laburo como loco, no tengo lo que otros tienen con menos esfuerzo, pero ayudándose con otros arbitrios.
Y fíjense que no es sólo el catolicismo y sus derivados protestantes. También los musulmanes prometen creo que son 25 vírgenes esperando a los mártires que mueren defendiendo su fe (o atacando la de sus enemigos). En general, las religiones son un tanto ingenuas, y no resisten un severo análisis filosófico. Por ejemplo, todo el antiguo testamento está lleno de metáforas, que el literalista evangelista se toma en serio, al punto de llegar ¡a negar la teoría evolucionista de Darwin, y considerarlo una reencarnación del demonio¡
En cuanto a las teorías católicas de la divina concepción a través del espíritu santo, y de la ascensión de Jesús y la virgen, bueno... para no hablar del infierno... o del cielo, con la eterna contemplación de dios...
La única religión más o menos decente que Crab ha encontrado a través de sus estudios y lectura es el budismo, que enseña la supresión de todo deseo como método para alcanzar la perfección. No está del todo mal, pero ojo: hay en la supresión de todo deseo también una voluntad de sometimiento. Lo que viene bien para la India, donde hay tantos desesperados que viven una vida miserable, y a quienes enseñar que hay que desprenderse de toda violencia conviene a los intereses de gobernantes y terratenientes.
En la Argentina existe consenso respecto a que es un país de mayoría católica.
Creo que sería interesante que alguna vez se hiciera un censo para saber cuánto de cierto hay en esto y terminar de una vez con ese mito. Me atrevo a adelantar el resultado, dado que siempre que se ha esbozado alguna intención en ese sentido, las autoridades religiosas se opusieron.
Si hiciera una especie de estadística de todas las personas que conocí en mi vida con quienes toqué alguna vez el tema, resultarían estas cifras aproximadas: 15% de fervientes feligreses de alguna religión; 70% que reconoce creer en dios, pero no en los curas; finalmente, el 15% de agnósticos, a quienes el tema no les preocupa ni interesa.
Termino con una anécdota de Lavoissier: cuando le presenta a Napoleón su sistema que fundó la química moderna. Napoleón, después de haberlo estudiado (o hecho estudiar por sus asesores), lo llama y le dice:
-Su sistema es brillante, pero ¿dónde está dios?..
-Hemos prescindido de esa hipótesis, señor Emperador.

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sábado, abril 21, 2007

Recuerdos de mi padre




MM recuerda con cariño a su padre.
Ojalá pudiera: murió cuando yo tenía 4 años de tuberculosis (Sí, entonces se moría de tuberculosis: ver Boquitas Pintadas).
Yo tengo sólo tres flasbacks de mi padre: el primero es en una estación solitaria y polvorienta de un pueblito de Córdoba, adonde al parecer habíamos ido a buscarlo, y yo yendo a su encuentro para darle un beso, y diciéndole "¡Papá, pareces un pavito!", lo que por supuesto no debe haber entendido, porque ni me pidió explicaciones ni me dejó dárselas y yo lo que había querido decir es que papá había sido siempre muy gordo y con una cara redonda y rellena como la mía, y que ahora estaba muy flaco y del pescuezo antes rollizo y relleno, le colgaban unos pingajos igual que a los pavos (yo para suavizarla dije pavito), y él ofreciéndome como respuesta una pastilla de anís que a mí no me gustaban porque prefiero las de menta, pero que igual acepté por cortesía, porque sabía que estaba muy enfermo y que se podía morir, aunque yo todavía no sabía muy bien qué cosa era realmente la muerte.
La otra es yo con mi tío Beto, que no hay que confundir con mi hermano Beto que es un pelotudo, y que en realidad no se puede confundir, porque a aquél le decimos siempre tiobeto, así, todo junto, y a éste en cambio solo Beto a secas, y a veces ni siquiera eso, simplemente boludo; con mi tío Beto, decía, peinándome en casa de la abuela con un cepillo, lo cual es algo desusado, porque siempre me peinaban con un peine, y me miro al espejo y me encuentro raro con el pelo todo liso como lamido por una vaca y parecido a Gardel. Y tío Beto diciéndome que tengo que ir bien vestido, porque papá ha muerto y lo están velando y ya todos están allá y nos están esperando.
Y luego yo entrando con tio Beto al dormitorio, que ahora no es más dormitorio porque han sacado todos los muebles y se ven un montón de cosas raras y más bien un poco siniestras, y flores y velas por todas partes y en el medio de todo, en una especie de pedestal como si fuera una estatua, un cajón.
Y rodeando al cajón están todos: Mamá, mis tías Margarita y Elena, y cuando llegamos rompen a llorar y Margarita me alza en brazos y me levanta para que vea el cajón y me dice: "dale un beso a tu papá, que no lo vas a ver más" y ahí está el pobre Pablo, bien tieso, bien pálido, bien muerto, y más parecido a un pavito que nunca, un poco irreconocible sin sus anteojos, y la verdad que no siento nada, y todavía no me doy cuenta demasiado bien de qué cosa es la muerte, aunque todo me parece muy natural y no veo para qué tanto barullo. Pero Margarita no se da por satisfecha, e insiste machacona: "tu papá está muerto, Ruben y nunca más lo vas a volver a ver". Entonces yo los miro a todos y me doy cuenta de que están esperando algo de mí. Y como todos lloraban, sentí que yo también tenía que llorar. Y lloré con todas mis fuerzas; con esa facilidad tan característica que tengo para hacerlo cuando quiero, empezando por llorar sin sentirlo y terminando por ir compenetrándome y viviendo la situación, hasta que al final me compenetro del todo y termino llorando con todo, sintiéndolo de veras.
Y entonces veo en todos los rostros como una especie de mirada aliviada, y siento que de algún modo he cumplido con un deber, aunque por supuesto sin saber muy bien de qué se trataba.
Después queda un recuerdo que ya no es propiamente del pobre Pablo sino más bien una secuela, pero que de algún modo le pertenece porque forma parte del gran escenario que se había montado para presenciar su última representación: el velorio en sí. Y la escena es en el comedor, que sigue siendo el comedor, aunque se ha corrido la mesa a una esquina y se han dispuesto montones de sillas, que no sé de dónde salieron -las deben haber pedido prestadas-, porque nosotros no tenemos tantas, todas pegadas a la pared como en los bailes del Club, y donde están sentados mis tíos, los hermanos del pobre Pablo, a quienes vi por última vez esa noche, y contando cuentos verdes y cagándose de risa a carcajadas con el muy hijo de puta de Julian Drochi, gran especialista en la materia, fumando con su inefable boquilla.
Escena que me pareció poco congruente con lo que sucedía allá adentro del dormitorio, pero acá no había nada más que hombres, todos tomando café, anís, y fumando, y la cosa parecía como una especie de repartición de tareas: las mujeres en un lado, llorando, y los hombres en otro, chupando contando cuentos verdes, y riendo.
Y yo que no sé muy bien dónde meterme, porque por un lado soy un pibe, así que los hombres no me dan pelota, excepto para palmearme en la lamida cabeza y decir pobrecito, y las mujeres que me llevan para el dormitorio cada vez que aparece una nueva, para hacerme representar la escena del dolor en la que a esta altura del partido ya estoy bastante ducho.
Y eso es todo en cuanto al pobre Pablo, excepto por unos cuantos libros que me dejó, y que de algún modo me dicen algo de él, aunque no mucho. Uno se llama Escándalos Romanos y otro Escuela de Placeres, de los cuales no diré mucho ahora, porque no es el momento, otro libro era un libro de poesías, escrito por un ilustre desconocido, pero dedicado por el ilustre desconocido a “mi querido amigo Pablo Laporte”. Y además está El Quijote de la Mancha, que el turro de Beto no me deja leer porque dice que soy muy chico y que no lo voy a entender. Y yo le pregunto cuándo voy a ser lo bastante grande para leerlo y me dice que cuando esté en la secundaria, y entonces cada vez que me ve con el Quijote me lo saca con el mismo cuento de que no lo voy a entender pero yo igual lo voy leyendo cuando él no está, y lo entiendo todo, pero a veces me entusiasmo demasiado y me agarra leyéndolo cuando llega y vuelta a que no lo voy a entender. El muy boludo, a mí con el Quijote, cuando ya me sé de memoria Escándalos Romanos y Escuela de Placeres, que están en la parte de arriba, en los cajoncitos de la biblioteca, pero cerrados con llave que yo sé dónde está escondida y la agarro cuando no hay nadie en casa y me los devoro. En cuanto al libro de poesías, nunca pude pasar de la primera. Todo lo que recuerdo es que se llamaba Rosas de Cerco, y que todavía debe andar por ahí, amontonado entre el montón de porquerías que guarda la vieja bajo el rótulo de “recuerdos del pobre Pablo”.
Y esto es todo lo que recuerdo de mi padre. Lo confieso con dolor. ¡Lo he buscado tanto, tantas veces!

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viernes, abril 20, 2007

El final de Puky


Cuando compré a Puky, el criador me dijo: y cuando se ponga en celo, tendrá que elegir entre castrarlo o procurarle una pareja.
-¿Y cómo me voy a dar cuenta? -le pregunto.
-Ah, ¡no podrá no darse cuenta!
Es cierto, en tanto que los gatos corrientes cuando están en celo hacen un llamado normal, similar a su maullido habitual, pero más penetrante, los siameses hacen un escándalo. Todo el barrio pregunta:
-Che, ¿que le pasa a tu gato?
-No, no es nada. Es sólo que está en celo.
Bueno, por suerte a Puky le vino el celo en el verano, cuando nosotros habíamos dispuesto pasar un mes en una casa que tenemos afuera. Entonces dijimos:
-Bueno, por la quinta hay muchos gatos. De alguna manera se las arreglará.
Primero, como todo gato que se precie, hizo una minuciosa inspección de la casa, curioseó en todas las habitaciones, olió cada cosa que le resultó sospechosa o desconocida. Es decir, se aclimató a lo que él consideró su nuevo hogar. Eso le llevó todo el día.
Como consideramos que todavía no estaba bien aclimatado, cerramos todas las ventanas. La cocina es amplia, de modo que siempre desayunamos en ella. Por la mañana, Puky se despierta e intenta saltar por la ventana, que da a la calle. Se da cuenta de que hay un vidrio que se lo impide, y se conforma con contemplar el panorama desde adentro, que al parecer lo complace.
Por supuesto, el primer día mi mujer ayudada las dos mujercitas, se dedica a limpiar la casa. Entre otras cosas, el vidrio de la ventana de la cocina, que estaba bien sucio de tierra. La mañana siguiente, Puki se lanza por la ventana -para él- abierta. Fue una de Tom y Jerry verlo caer lentamente rasguñando el vidrio. Ahí conoció la diferencia entre un vidrio limpio y una ventana abierta.
Un par de días después lo dejamos salir. Primero inspeccionó, conforme a sus reglas, todo el jardín, olisqueó cada planta y cada pasto. Probó algunos -que, como sabemos, usan como digestivos o purgantes, no sé bien- y por fin, pausada y ceremoniosamente, salió a inspeccionar los alrededores.
Un par de horas después volvió. La rutina se repitió varias veces a lo largo de los días. A veces los retiros espirituales durante algunas horas más, pero siempre, a la noche en el peor de los casos, volvía.
El día del regreso, gran pasada de lista de las cosas que debíamos llevar de vuelta. Repaso general para verificar que no olvidábamos nada. Todo bien. Buscamos a Puky, y Puky había desaparecido.
Bueno, los cuatros chicos, mi mujer y por supuesto yo, por todo el barrio, gritando "Puky, Puky, Puky, Puky". Nada, se hizo de noche, debíamos regresar.
-¿Qué hacemos?
-Nada, o un vecino, que ya todos lo conocen, lo recoge y como sabe que es nuestro nos lo devuelve, o él va a volver solo.
Nos fuimos. No había otra.
A la de semana siguiente volvimos, para pasar esta vez sólo el fin de semana. Llegamos al portón, y ¿quién estaba sentadito en el alféizar de la ventana de la cocina, muy orondo? Sí, el Puky.
Gran alegría, grandes besos y abrazos, que él recibe hierático, como de costumbre.
Bueno, pasado el fin de semana, otra vez el retorno por la noche, esta vez menos complicado, porque no habíamos llevado demasiadas cosas. Al partir, nuevamente, ¿dónde está Puky? Otra vez había desaparecido. Otra vez los cuatros chicos, mi mujer y por supuesto yo, por todo el barrio, gritando "Puky, Puky, Puky, Puky". Nada.
Bueno, pero ahora nos fuimos más tranquilos: el fin de semana próximo regresaríamos y nos estaría esperando en la ventana de la cocina.
Pero el fin de semana próximo regresamos y no estaba.
No lo vimos nunca más. Espero que haya encontrado a la gata de sus sueños.

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jueves, abril 19, 2007

Los siameses


Dedicado a Caroline que, como yo, ama a los gatos.


Adoro los siameses. A los gatos, de los otros no conozco a ninguno, aparte de que ahora se llaman tailandeses (¿cómo es eso de que uno pueda decir: "antes era siamés, pero ahora soy tailandés"?).

Me regalo con su majestad, su elegancia, con la precisión como suben a un lugar elevado, y con la sutileza con que se deslizan entre porcelanas y cristales, sin derribarlos. Admiro la postura en que duermen, siempre como posando para una foto o componiendo un cuadro, con su cola enlazada en torno de su cuerpo, y cómo la figura continúa manteniendo su composición aún cuando cambien dormidos de posición.

Amo el hieratismo con que nos conceden una caricia, como quien se digna a otorgar un halago inmerecido. La pulcritud con que son capaces de separar perfectamente los pedacitos de grasa que puedan tener bordes de un trozo de carne, para comer sólo proteínas, cuidando así su colesterol. La manera como ignoran nuestros llamados, excepto, claro, que sean desde la cocina.

El que teníamos en esa época se llamaba Puky.

Mi mujer le había regalado a mi suegra dos cotorritas australianas, que son de colores jaspeados y se dan besitos en el pico (¿de ahí habrá salido lo de piquito?).

Mi suegra las adoraba. Una vez tenían que viajar por unos meses, y nos las deja para que las cuidemos. Dormían sobre la heladera, en la cocina, y por la mañana mi señora las sacaba a un balcón terraza interior al aire libre.

Todas las mañanas, cuando pasaba con la jaula, Puky la contemplaba, y a las cotorritas dentro, y susurraba un lastimero, desgarrador y prolongado ¡¡¡miiiiiauuuuu!!!. Pero en voz baja, con nostalgia y como una amable reconvención.

La misma escena se repetía por las noches, cuando, siempre seguidas y vigiladas por la mirada de Puky, las cotorras regresaban a su lugar en la heladera. Siempre, claro, la puerta que comunicaba la cocina con el living, permanecía cerrada.

Mi suegra llamaba cada tres o cuatro días para preguntar por sus adoradas cotorras, y de paso, por nosotros. Siempre se le informaba que gozaban de buena salud.

Por fin, luego de más de un mes, regresan los suegros.

Los vamos a buscar a Ezeiza, casi de madrugada, previo asegurarnos de que Puky estaba fuera de la cocina, y cerrando la puerta que comunicaba con el living.

Lo primero que hizo la suegra al encontrarnos, fue preguntar por las cotorras. Todo bien, dijimos. Quedó tranquila. Luego se interesó por nosotros.

Los llevamos a su casa, y mi suegra quiso saber cuándo podía pasar a buscarlas.

-Mamá, ahora andá a descansar del viaje, ya tendrás tiempo de que te las lleve.

Vamos a casa, y lo primero que vemos al abrir la puerta, es el living todo cubierto de plumas. La vista ofrecía un ineluctable aire de tragedia.

La puerta que comunicaba con la cocina, abierta.

Al entrar, más plumas, y la jaula en el suelo. Sólo eso.

Puky, ajeno a todo, como diciendo: "yo no fui", dormía a pata suelta en un sillón del living. Yo diría que con una inocente sonrisa satisfecha...

-Bueno, ¿y ahora qué hacemos?

Largas deliberaciones. Por fin, como era domingo y había tiempo, decidimos ir a la feria de los pájaros en Pompeya y comprar dos reemplazos. Yo ni me acordaba los colores. Por suerte mi señora sí.

Y sí, conseguimos algo bastante parecido, que al día siguiente entregamos a mi suegra.

Pero al otro día nos llama por teléfono

-¿Sabés que las cotorritas ya no vienen a darme besitos cuando les doy de comer, como antes? Parece que no fueran las mismas. O a lo mejor es que me extrañaron mucho y se olvidaron de mí.

-Debe ser eso, mamá, no te preocupes.

Años después vi por Discovery o Animal Planet un documental sobre animales domésticos que mostraba cómo un gato saltaba hasta el picaporte, apoyaba las dos patas al caer, y abría la puerta. Claro, sólo por curiosidad, porque no hay nada que ponga más nervioso a un gato que una puerta cerrada.

Era un siamés, por supuesto.

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jueves, marzo 08, 2007

Mi abuelo (si vis non vobis, melificates ape)

Cuando paso por "La quinta", todas casas ahora (y cada tanto paso especialmente, aunque no tenga nada que hacer por ahí) me acuerdo de mi abuelo. Sí, me acuerdo de mi abuelo.
La quinta era mi abuelo. O lo que es lo mismo aunque no, mi abuelo era la quinta. Era toda su creación, como las criaturas que la habitaban.
Mi abuelo se llamaba Juan. Había venido, como todos los abuelos, en la 3ra. de un barco en un largo viaje desde Génova. Hablaba un diálecto cerrado que sólo nosotros entendíamos. Vino a los doce años y murió a los 96, hablando el mismo dialecto. Yo, que lo entendía muy bien, creía que hablaba italiano hasta que fui a Italia y no me entendieron nada, ni yo a ellos. ¡Gracias, abuelo!
Don Juan era analfabeto, pero con esa profunda sabiduría que tiene también la gente del campo, que a veces les oigo decir cosas sobre las que me digo "puta, pensar que me tuve que tragar un par de libros para llegar a esa misma conclusión".
La quinta, lo supe después, era el paraíso. Tenía todos los frutales, incluso algunos exóticos, como los caquis. Los comunes: duraznos, pelones, damascos, manzanas, ciruelas, en distintas variedades. Naranjas, mandarinas, kinotos, pomelos. Granadas, frutillas, melones, sandías, y me olvido algunas ¿qué tal?
Pero mis frutas preferidas, claro, eran las tropicales, que no había: bananas y ananás.
Legumbres y vegetales, ni hablar: tambien todo. Pidan, pidan: ahí estaba.
Todo eso plantado y cuidado por mi abuelo. Había dos tíos, pero eran dos pelotudos. Y además se dedicaban a las abejas, que como mi abuelo, laburaban para ellos.
En materia de animales, también todo: gallinas, patos, gansos, conejos y cerdos: uno para hacer al horno en navidad y otro para hacer facturas en marzo. Siempre recordaré los chillidos de ese pobre cerdo que no terminaba de resignarse a morir de una vez. Una vaca para leche y manteca, un caballo para tirar del arado.
Teníamos el gran tanque australiano para riego, por supuesto. Y también como pileta de natación de la familia.
Don Juan tenía un ingenioso sistema de acequias con la cual, a partir del tanque, regaba toda la quinta. La quinta, olvidé, eran dos hectáreas, pero toda la producción se concentraba donde estaba la gran casa, en tanto que la otra era para el ganado, árboles, y otros frutales. También para el rancho del inglés, que nunca supe qué hacía y porqué vivía ahí, pero que era un gran tipo con el cual mi abuelo iba en mi compañía a conversar todas las tardes. Fumaba en pipa, y tosía continuamente. Tenía una conversación interesante, en voz grave y pausada, y se ve que había leído. Vivía a orillas de la laguna que había en la parte baja de esa poco usada hectárea.
Las dos tías que vivían con mi abuelo (mi abuela había muerto hacía años) tenían sus especialidades: Margarita se ocupaba todo el día de sus pájaros. También aquí había de todas las variedades, pero sobre todo canarios. Había más de cien pájaros. Elena, de las plantas de adorno y de las flores, además de la cocina.
Como ven, un vergel.
Entre otros, mi abuelo dominaba el arte del injerto, que lamentablemente no alcanzó a transmitirme. Murió cuando yo (todavía adolescente y no preocupado aún por árboles y flores) estaba sacando en mi casa con mi trompeta un solo de Fats Navarro. Creo, con todo, que fue una buena manera de despedirlo.
Pero el recuerdo esencial que tengo del abuelo fue cuando casi en sus noventa años (murió con la pala en la mano) lo vi plantando árboles. ¡Qué maravillosa lección!, pensé. Planta árboles de cuya sombra no habrá de disfrutar. Planta árboles para quienes vengan después (mis hijas, que no alcanzó a conocer).
Entonces me acordé del verso de Los trabajos y los días, de Hesíodo, que pongo en latín en el encabezado, porque suena mucho más conciso y poético: "abeja, haces la miel, no para ti, sino para los otros". O quizás al revés, cuando conocí a Hesíodo me acordé del abuelo. No importa. Es lo mismo.
Mis hijas, alcanzaron a disfrutar, muerto el abuelo, de la quinta, ya en decadencia. Padeció, ya sin cuidados, una larga, larga agonía, que igual alcanzamos a disfrutar todos. Me hubiera gustado tomar la posta, pero entonces estaba en otras cosas. Sabe dios cuáles.
Como ves, abuelo, te recuerdo. ¡Gracias por todo!

Dedico este post a la querida MM, que me hizo acordar de lugares.

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Adoos