¿Quién entiende a las mujeres?
Una lectora asidua de Mascaró (que las hay, que las hay…), se queja de que en mi último post, donde hablo supuestamente de su desamor, la chantajeo.
Claro, los posts -piensa Crab-, son botellas al mar. Uno no sabe si alguien habrá de recogerlas, y en cualquier caso, el sentido cambia según sea quien la recoja. Además, quien la recoje ni siquiera sabe si es en realidad el destinatario.
Cuando Crab hablaba, saturado ya de desamores, pensaba en ese desamor, es cierto, pero también en general en todos los desamores, de los que la vida rebosa.
Claro, hay una premisa previa, y es que a la gente (y sobre todo a los hombres, debo reconocer, aunque no sea del todo mi caso) le cuesta entender: que el hecho de que yo te quiera, no debe necesariamente significar que tengas también que quererme. Al punto de que hay tipos que matan con esta convicción: “¿Cómo, yo te quiero y vos querés a otro?”.
Pero la cosa cambia cuando le decimos (o le damos a entender) a una mujer que la queremos, ella consiente y retribuye, alentándolo, nuestro amor, y de repente, un buen día, nos dice que lo ha pensado mejor, y que no.
O sea, se dejan amar, aceptan, alientan nuestro amor, dicen retribuirlo, y luego, lo piensan mejor, y no. Nada en nuestra conducta ofrece una explicación para este tan drástico cambio. Pero ellas como si tal cosa, como si ese repentino no fuera la cosa más natural del mundo.
Y encima, si nos quejamos, las estamos chantajeando. Es una actitud típica: convertir nuestra lógica reacción en conducta culpable, eximiéndose de toda responsabilidad y haciéndonos sentir además culpables por nuestros reproches. La vieja táctica del ajedrez: no hay mejor defensa que un buen ataque.
Bueno, Crab ha dedicado, con mayor o menor suerte, gran parte de su vida a querer mujeres, y -repetidas veces lo ha dicho-, a pesar de haber compartido muchos años con ellas, y de haberlas querido tanto, ha renunciado a todo intento de comprenderlas.
Con los hombres es mucho más fácil -decía un amigo gay-, y a pesar de que no me convenció de cambiar de camiseta, debo reconocer que en ese aspecto tiene toda la razón.
Los hombres somos directos: decimos a, y queremos decir a, y no b. Las mujeres dicen a y significan todo el resto del alfabeto menos, por supuesto, a. Entre hombres siempre nos entendemos (salvo, claro, el caso de traidores y perversos que nunca faltan). Pero con las mujeres, ¡cuántos problemas! Siempre interpretando nuestras palabras, intentan darles un sentido que no tienen, buscan intenciones que nunca tuvimos, sospechando de ellas, como si uno nunca fuera capaz de decir la verdad, o de tener sentimientos o intenciones claras y correctas. Una vez más, por favor: ¿quién entiende a las mujeres?
Pero eso sí: igual las adoro.
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