Mascaró


Alea jacta est

Crab no se responsabiliza por las opiniones vertidas en este blog, que a veces ni siquiera comparte.

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La idea de este blog es crear un espacio amable y compartir recuerdos, puntos de vista o apreciaciones con gente amiga o en proceso de serlo. Por tal motivo queda prohibido el acceso de energúmenos, cuyos comments serán eliminados. Crab atenderá y contestará por línea directa (ver Perfil) a todos los que quieran insultarlo, amenazarlo, amedrentarlo, despreciarlo o menoscabarlo. Quienes busquen sus efímeros 15´ de fama aquí, no los encontrarán.

Los contenidos de esta página pueden afectar creencias tradicionalmente aceptadas respecto de cualquier institución, grupo o individuos, tales como el estado, el gobierno, la iglesia, el sindicalismo, las fuerzas armadas, la familia, el capitalismo, el imperialismo, las madres de Plaza de Mayo, la Asociación Argentina de Fútbol, el Ejército de Salvación, la Organización Scoutista Argentina, los homosexuales, los negros, los judíos y los chinos. El acceso a la misma por parte de menores de edad queda librado por lo tanto a la responsabilidad y vigilancia de los señores padres.

viernes, julio 27, 2007

Ha llegado el momento, querida, de decirte quién sabe hasta cuando...

Adiós a Río. Ha llegado el momento del regreso.
La verdad es que, contrariamente a lo habitual, llovió casi todo el mes de julio, o por lo menos permaneció nublado, con lo que Crab apenas podrá dar envidia a sus amigos con su tostado, como era su perversa idea.
Les quedaba debiendo unas cuantas cosas: fotos de los monos que veo desde la ventana donde escribo, fotos de monumentos antiguos y modernos. Aquí van todas juntas, a riesgo de que esto se convierta en un fotolog.

Los famosos monos. Aquí están comiendo una fruta que les deja el jardinero. Son más o menos del tamaño de un gato, y se mimetizan con el color de las plantas. Para verlos bien, hay que ampliar la foto, donde está la fruta, de color blanco.


El edificio de Petrobrás, que los brasileños, si bien vendieron muchas cosas en la época de Collor de Melo (sosías de nuestro innombrable), se cuidaron muy bien de no vender. Lo que demuestra que no son tan tontos como nosotros.






El famoso bondinho, que sube hasta el morro de Santa Teresa, en un tiempo famoso entre los argentinos, que iban a buscar en él maconha. Ahora no hay que tomarse tanto trabajo, porque se consigue por doquier. El bondinho cuesta 0,60 centavos de real. Cuando se llena, se puede viajar gratis en el pescante, lo que en algunos momentos es un tanto peligroso. Cuando se pasa rozando las barandas del puente (un ex-acueducto) que cruza una de las avenidas que parten del centro a los barrios, por ejemplo. Es curioso que alguien arriesgue su vida por 60 centavos. Antes sólo lo hacían hombres. Me sorprendió ver ahora a muchas mujeres en el pescante.
Río dejó alegrías y tristezas. Las tristezas ya se expresaron.
Entre las alegrías, asistir a tantos conciertos y escuchar tanta música.
También, por ejemplo, andar con mi yerno en el auto escuchando música grabada, y que me diga luego de un solo de flauta: “ése era yo”.

Este edificio, situado en una esquina del barrio residencial de Flmenco, frente a la playa, fue puesto en venta por sus dueños. En Buenos Aires hubiera sido un grandioso negocio inmobiliario. En un año se hubiera construído una torre.
¿Saben lo que hizo la estúpida municipalidad de Río? Compró el edificio e instaló un centro cultural, donde se dan conferencias, se proyecta cine, se dan conciertos, etc.







En el Teatro Municipal (que aparece en la foto) oí un muy buen Concierto para violín de Gluck ejecutado por una joven violinista china, Sarah Chang, de esas chinitas que a los nueve años ya están tocando el concierto de Paganini. y que está de onda en estos momentos. Fue aclamada, pero no hubo caso de que otorgara ningún encore.
Mi yerno me contaba chistes de los músicos: “Es una gran violinista. Y sabés, trae con un violín... ¡¡¡Chino!!!” (los chinos hacen los violines más baratos y ordinarios del mundo). Y la mejor, cuando no quiso otorgar el bis: “Se fue muy apurada porque tenía que tocar en un casamiento” (tocar en un casamiento es la última para un músico serio”.
Vivir con simpáticos nativos tiene la ventaja de conocer sitios y costumbres que al turista le resultan menos accesibles, por falta de tiempo, sobre todo, porque se tarda en conocerlos sin la guía indicada. Y la curiosidad, también, siempre alerta en Crab, dispuesto a conocer cosas novedosas que enriquezcan su acervo.
Habría infinidad de ellas. Las iré mechando en sucesivos post a medida que se dé la ocasión, pero adelanto que aun cuando en principio la primera impresión es que nos parecemos mucho, la verdad es que uno va descubriendo que tenemos diferencias tremendas con los brasileños, aunque coincidimos en una cosa: la corrupción política, en la que ambos pueblos parecemos calcados uno del otro, pero con una diferencia. En tanto ellos, a pesar de la tremenda corrupción y los métodos que utilizan, exactos a los nuestros, progresan, a nosotros la corrupción y la ilimitada codicia de quienes detentan el poder nos impide asomar la cabeza, y nos hace más bien hundirnos cada vez más. Recuerdo un tiempo, no hace tanto, en que parecía imposible que Brasil fuera a alcanzarnos. Ahora nos han pasado por encima Brasil, Chile, Venezuela (los dos últimos impensables) y estamos más bien en el nivel de Paraguay y Bolivia.
O sea, los políticos brasileños son ladrones pero patriotas (lo que no disminuye su felonía, por supuesto).
Se advierte, además, una conciencia en el pueblo respecto a un montón de cuestiones de las que nosotros hablamos mucho y hacemos poco: el cuidado del medio ambiente, la preocupación por la limpieza en general (por ejemplo en los consorcios el aceite usado no se tira por los desagues como hacemos nosotros, sino que se junta, y el consorcio lo manda a un organismo especial que se ocupa de eliminarla), el cuidado que se hace del agua, recurso no renovable (se mojan las manos, cierran la canilla, se enjabonan y restriegan bien, y recién entonces vuelven a abrir la canilla para enguajarse. Otro tanto al afeitarse.).
O sea, un montón de cosas que hemos admirado en Europa, pero que nunca se nos ocurrió imitar, en Brasil las llevan a la práctica, porque entienden que eso mejora la calidad de vida de todos. La basura, cuyo olor y abundancia tanto me desagradó la primera vez que vine, hace treinta años, ahora casi no se advierte. Por todos lados hay cestos ad-hoc que todo brasileño busca y usa, y que nadie destroza.
Por supuesto, los robos, asaltos, asesinatos, siguen estando a la orden del día. A mi primer mujer se le ocurrió la gran idea de ir de Copacabana hasta Botafogo a pie, cruzando el túnel. Fue asaltada, casi la ahorcan, y le robaron todo (que no era demasiado, pero lo lamentó porque eran las compras en las que había empleado todo el día). Unos días después, a mi nieta, la flamante médica, la asaltaron a media cuadra de su casa, en un lugar bien céntrico y concurrido, y a media cuadra de donde tiene su residencia el jefe de policía, que tiene un patrullero con custodia permanente en la puerta de su casa. Unos días después, otra nieta y también mi primer mujer vieron a la salida de un concierto en el Teatro Municipal (que es como decir nuestro Colón) cómo le arrebataban la cartera y hacían rodar por la escalera a una mujer que estaba junto a ellas. Todo en una semana.
Crab que se mete por lugares donde las mujeres no se atreven (¡Río tiene cada lugares, y en pleno centro!) va hasta ahora invicto.

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martes, julio 24, 2007

No todo es alegría en Río

Yo no podría “escribir los versos más tristes esta noche”, como Neruda, porque cuando estoy triste, no me salen cosas lindas.

Claro, lo ideal sería poder expresar de bella manera las cosas que uno siente, pero no está al alcance de Crab, que sólo escribe cosas jubilosas cuando está contento.
Aunque, por otro lado, no necesariamente uno debe hacer literatura con el dolor, ¿no?
Hay experiencias que nos marcan para toda la vida. Crab atesora alrededor de una docena. Conversaciones particularmente intensas con el ser amado, donde vamos descubriendo su insospechada riqueza interior; intercambios intelectuales o emocionales con amigos, donde de repente surgen identificaciones muy especiales; sabias conversaciones casuales sostenidas con desconocidos en un ómnibus, un tren o un avión. Son momentos, pero momentos conmovedores, dramáticos, humorísticos, de profundo goce estético, que quedan grabados por siempre en nuestra memoria.
Hoy, por las razones que daré, recuerdo uno en especial.
Un día, un profesor de estética, con quien teníamos siempre amables intercambios con temas relacionados con su materia: líneas, colores, los fenómenos de la creación, la musicalidad especial de un poema, porqué escribimos (me lo sigo preguntando) dio de repente a la conversación un sesgo inesperado. A propósito de cualquier cosa, el profesor comenzó a hablar de la muerte, y en especial de la muerte de un hijo. De qué manera esa muerte altera el curso natural de las cosas, ya que lo normal es que los hijos entierren a los padres, y cómo cuando ese orden natural se subvierte, uno siente que las cosas no son como deben ser, que se está alterando injustamente ese orden en el que uno espera que sucedan las cosas.
Toda la hora estuvo el profe hablando del tema, de manera pausada, reflexiva, profundamente dolida, pero con un poco de disimulada bronca frente a esa burla del destino.
Cuando se fue, lo saludamos con afecto, casi en silencio. Luego quedamos conmovidos comentando la clase, y todos llegamos a la indudable conclusión: al profesor -que nunca habló en forma personal- se le había muerto un hijo, y se rebelaba contra esa injusticia.
Como mi padre murió cuando yo tenía menos de cinco años, durante mucho tiempo mi preocupación fue vivir hasta que mis hijos sobrepasaran al menos esa edad, para que se acordaran más de su padre de lo que yo recordaba al mío.
Puntualmente, con todos mis hijos se fueron cumpliendo mis deseos. Y eso que asumí la empresa con distintas mujeres. El menor ya cumplió 18, y con toda seguridad me recordará bien.
Lo que no entra en los cálculos de nadie es considerar siquiera la posibilidad de que las cosas puedan ser al revés.
Y como no puedo ni siquiera pensarlo, te mando desde acá mis mejores deseos, Elisa.
Sé que ella, sostenida por una fe que yo no tengo y no sé de dónde sacó, también sabe que con la ayuda de todos: dioses, la ciencia, el ferviente deseo de todos quienes la quieren y, sobre todo, su firme poderosa e inquebrantable voluntad, saldremos adelante.

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viernes, julio 20, 2007

Crab en Buzios (Buzios for dummies)

Invitado por mi hija -porque Crab es una rata y no da-, conocí Buzios.
Buzios, como intenté explicar ayer, estaría más o menos enfrente de Río, pero del otro lado de la Bahía de Guanabara. O sea, hay que cruzar a Niteroi por el puente, y desde ahí comenzar a subir hacia el norte.
En el recorrido no se ve el mar, si bien se hace bordeándolo.
Son unos 150 kmts. desde Río. Antes se pasa por Cabo Frío, otra playa bastante conocida.
Buzios, a pesar de su fama, y a pesar de las hermosas fotos que se distribuyen (siempre, claro, uno muestra sólo lo mejor), no da para mucho.


Crab, que conoce otras playas brasileñas, como Ilha Bella o Angra do Reis, situadas en el litoral Río-San Pablo (y por lo tanto más cerca para los argentinos que vienen en auto), no encuentra gran diferencia con ellas. Incluso Garopaba, más modesta, situada 70 kmts. antes de Floriapo, tiene como tantas ex-aldeas de pescadores convertidas en atractivos turísticos, encantos similares (si bien hay que tener cuidado ahí con los nenes bien correntinos que rompen cabezas con adoquines).

Lo que sí tiene Buzios es un alto grado de sofisticación, que lo equipara a Punta del Este (otro bastión argentino), por ejemplo.
Parece ser, cuenta la leyenda, que Buzios fue descubierta no por los argentinos, sino por Brigitte Bardot, que la hizo conocer entre sus amistades, y así comenzó a hacerse famosa. Debe ser así, porque en la calle principal de Buzios, y a orillas del mar, luce una esplendorosa estatua de Brigitte que la muestra en toda la belleza que supo tener. Brigitte es también el nombre de uno de los sofisticados y carísimos restoranes de Buzios.
Pero al parecer hubo también en Buzios un escultor entusiasta que se dedicó a hacerle estatuas a todo el mundo.

Por ejemplo, la estatua de los pescadores tirando de la red que ilustra la foto, que de noche es fácil confundir con una escena real.

Frente a la posada donde se hospedaba Crab (foto de la izquierda), hay también una estatua de Juscelino Kubitschek, uno de los más progresistas presidentes de Brasil, creador de Brasilia, que tenía justo ahí su residencia campestre.

Buzios es una península, o sea que tiene playas y mar a ambos lados. Lógicamente, siempre, por una razón u otra, hay playas más preferidas que otras.

Lo que prevalece, naturalmente, es el gran número de pousadas que hay. Uno se pregunta, si todo el mundo viene a veranear, ¿adónde vive la gente? Porque fuera de los pescadores for export, que viven al final del pueblo, y que en vez de pescar se dedican ahora a pasear turistas con sus barcas, uno piensa, como pensaba Crab en Montecarlo ¿pero si todos son castillos y mansiones, la gente que trabaja en ellos, en los hoteles, en los restoranes, donde vive? Por supuesto, nos dimos la vuelta en la vieja y desvencijada barca de pescador, que resiste sin embargo todos los embates. A la izquierda, mis dos hijas, a la derecha, una de mis nietas, en la barca.
Por supuesto, además de posadas, hay gran cantidad de restoranes de todos los orígenes, así como ropa de un refinamiento que parece la rue Saint Honoré de París.

Pero el gil que tiene poca guita se las puede rebuscar bien también, si es que le gusta estar en esos ambientes sofisticados. Puede comer empanadas por 2.- reales (real a $ 1,50) y cervezas en lata a 2,50.

Las posadas son de todos los precios, todo depende de la cercanía o lejanía de la playa, y de cuán popular y distinguida sea la playa. Pero es imposible dormir por menos de 20.- reales.

Hay un lugar muy popular que hace crêpes. Bien hechos. Pero para darse una idea, el precio arranca desde los 12.- reales, los más sencillos. Crab no podía creer ver a tantos pendejos (el lugar, muy sofisticado, parece haber sido creado exclusivamente para ellos), deglutiendo en un par de mordiscos un crêpe de 20.- reales. Y pidiendo otro.

En ese lugar, que tiene pantallas gigantes, vimos el partido con los macacos. Un nieto compadrito se había calzado desafiante la casaca argentina. ¡Para qué! Fue el goce de toda la macacada. Hasta que en el golazo de Ayala vino una ondulante belleza morena, le dio un gran abrazo, y le dijo, susurrante: ¡pobrecito!, mientras el reblandecido Crab se relamía en secreto.

Lamentablemente, el jueves debimos regresar para operar a mi hija de un presunto cáncer de mama, que la realidad confirmó.

Así es la vida: nos da grandes alegrías, y de golpe, nos las quita.

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El Negro


Me llega tarde la noticia. Estoy también inesperadamente envuelto en un drama familiar similar.

Me uno a las voces apenadas de mis amigos, que han expresado su dolor más elocuente y bellamente de lo que Crab sería capaz.

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Crab en Río III (Río for dummies)

Hoy quiero contar cosas que quienes vienen a hotel no siempre alcanzan a conocer.

En Brasil las casas de departamentos no tienen, como nosotros, plata baja. La PB es el primer piso. Esto no es problema cuando uno sube, pero cuando baja busca desesperadamente el cero por todas partes y, claro, no lo encuentra.
Los porteros son "funcionarios". Así se llama también en general a todo empleado. Las puertas de entrada están siempre cerradas, y las abren los porteros desde su escritorio o vienen en persona a abrir. Este método funciona las 24 horas, porque la mano de obra del personal de servicio es barata.
Cuando uno quiere entrar, el portero le pregunta su nombre y lo anuncia por teléfono. Recién cuando el visitado da su consentimiento, se le permite el ingreso. Esto no rige, claro, cuando se trata de un visitante que va a permanecer un tiempo, como es mi caso. Entonces, el primer día, el dueño de casa lo presenta al portero, y a partir de ahí pasa a ser un morador más.
Un tema que todos conocen es el feo asunto del baño. Resulta que en todo baño hay un tachito que recoge los papeles usados. Esto provoca nuestra razonable reacción de asco. ¿Cómo? ¿Todo papel higiénico, no importa lo que haya hecho con él, debe terminar en este tachito? ¿Y junto con los demás? (Imaginen el festival de bacterias). Mi primer pensamiento fue: si por el caño se deslizan cosas más grosas, ¿porqué habría de atrancarse el papel? Ser un huésped privilegiado me da ciertos derechos, pensé, y en casa de mi hija ignoré olímpicamente la costumbre. A los tres días se tapó la cañería, con cosas feas desbordando por encima del inodoro, con lo que el remedio resultó peor que la enfermedad. Dicen que el diámetro de los caños es más pequeño. Un fontanero aquí, please, para explicármelo.
Las personas de más de 65 años, que lo acrediten simplemente con su documento, no pagan el boleto ni en el subte ni en los ómnibus.
Río es una ciudad edificada en torno a los morros, esas especies de sierras rocosas que están por todos lados y sobre cuyas faldas se edifican, en los tres o cuatro primeros niveles, los edificios lujosos, y más arriba, donde el agua y los servicios ya no llegan, las primeras favelas.
Por lo tanto, el concepto de cuadra, tal como lo tenemos nosotros, no existe en Río, cuyo esquema no es para nada cuadricular, excepto donde lo permitió la falta de morros. Entonces, si uno pregunta a qué distancia queda algo, le van a contestar en términos de tiempo. Lo cual, obviamente, es además de contradictorio (confunde espacio y tiempo), ambiguo: para tardar los diez minutos que me dice este hombre, ¿a qué velocidad debo marchar?
Los brasileños son en general más cuidadosos (más educados) con sus residuos personales. Si alguien quiere deshacerse de un papel o una botella, busca con la vista el cesto de residu0s más próximo. La suciedad en calles y veredas es notoriamente inferior a la de Buenos Aires. Y ¡ojo! hace muchos años no era así, de modo que hay aquí una acción de persuación por parte de las autoridades que ha tenido resultados.
Lo mismo sucede con el cuidado en el gasto de agua. Nosotros dejamos correr con la canilla a pleno cuando nos afeitamos o sencillamente nos lavamos las manos. Aquí se mojan las manos, cierran la canilla, se las enjabonan y restriegan bien y recién entonces vuelven a abrir la canilla para enguajárselas. Hay conciencia de que el agua es un elemento escaso y que puede llegar a agotarse. Y estamos hablando de Brasil, donde hay ríos por todos lados.
Tenemos la imagen del brasileño que dice siempre de algo de su país "o mais grande". Completamente falso. Cualquier chico, hasta el más humilde, le corregirá si usted dice eso. La expresión sería equivalente a nuestro "lo más mejor", y ningún brasileño la usará. Lo correcto es: "o maior".
Río es el costado de una gran bahia, la Bahía de Guanabara. Lo que vemos en la foto, frente al Pan de Azúcar, es la otra parte del continente, para llegar a la cual habría que recorrer un gran círculo, lo cual sería además imposible, dado que gran parte son pantanos.
Trataré de dar una idea. Hay un lado de la bahía, que es Río y todas sus playas, que se ordenan: primero el centro de la ciudad: edificios públicos, comerciales, bancos, etc. Luego el aeropuerto doméstico, el Santos Dummond, y enseguida las playas: Flamenco, Botafogo, Copacabana, Ipanema, Leblón, San Corrado, y después las barras, ya más distantes. Todo este recorrido está servido por grandes avenidas costeras, los "aterros", con tierra ganada al mar, que tienen 8 manos de ida y otras tantas de vuelta, y permiten el traslado rápido desde el centro a las playas. Es imposible cruzar a pie el aterro. Para ello existen cada seis cuadras, más o menos, puentes o túneles.
Flamenco, Botafogo y Copacabana están dentro de la bahía, por lo que no son muy apetecibles. Es que la bahía está muy contaminada. En ella estacionan todos los barcos que esperan cargar o descargar, muchos de ellos petroleros, que como es costumbre, lavan sus tanques arrojando los desechos al mar: es más barato que pagar las multas. Además, la bahía, por ser un amplio espacio de mar al reparo, no tiene gran oleaje ni movimiento de aguas, lo que hace que sus playas no sean frecuentadas por quienes gusten o necesiten del oleaje.
Lo que está frente a Río, y cuyos edificios se divisan como si estuviesen al alcance de la mano (en realidad lo están) es Niteroi. Esta ciudad fue capital del Estado de Río de Janeiro cuando Río era capital de Brasil. Ahora que fue reemplazada por Brasilia, Río asumió el papel de capital del Estado.
Niteroi se encuentra entonces, en realidad, a unos 600 kmts. de Río por tierra, a pesar de estar ahí nomás. Para comunicarse con esa importante ciudad, los brasileños tienen balsas, que tardan media hora y transportan pasajeros a precios ridículamente accesibles, y construyeron además un puente, el famoso Puente de Niteroi, que atraviesa el mar desde bien al norte de Río. Un puente de ¡14 kmts.! ¡Bien al estilo macaco!

Niteroi es una gran ciudad, nada más.
Tiene como único atractivo (para mí, claro) el museo de arte moderno, popularmente conocido como "el plato volador", obra de Niemeyer, que se puede ver ampliando la foto de la izquierda, que Crab libra al dominio público como homenaje al gran arquitecto. Es ese edificio redondo situado justo en el centro de la foto, tomada desde una de las playas de Niteroi. Se ruega disculpar que era un día nublado.
Niemeyer cumple el año próximo su centenario. Se preparan grandes homenajes a este gran artista, que aún sigue trabajando activamente en sus proyectos, y exponiendo sus ideas políticas -bien revolucionarias- contra viento, marea y Lula.
Después de un ligero examen de conciencia, llegué a la conclusión de que la foto que saqué es una gran cagada y no se entiende nada, con lo que flaco favor hacía al prestigio de Niemeyer.
Acá les presento dos que tomé de Google, que dan una idea más acabada de la cosa.

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jueves, julio 19, 2007

Crab en Río II (sobre autores de diccionarios)

En el post anterior, hablé al pasar del diccionario Aurelio y su autor, Aurelio Buarque de Holanda, tío de Chico. Como la hija de Crab también anda en el mundo de las palabras, y tiene en su casa el Aurelio, se me dio por echarle un vistazo, para saber qué era eso de Diccionario Lexicográfico.
Pero me encontré con un interesante prólogo de Aurelio, que además de escribir bien, tiene sentido del humor.
Comienza quejándose de la poco (en todo sentido) gratificante tarea de ser autor de un diccionario. Es cierto, pobres tipos, como dice Aurelio, no cosechan ni gloria ni guita. Como creo que tiene interés general, se los hago conocer en mi ripiosa traducción:
"Más de treinta años llevó a Littré terminar su famosísimo Dictionaire de la langue française, aún cuando le dedicó sus buenas catorce horas diarias. En medio de tan copiosa tarea, comió, a la hora de acostarse (cuatro de la mañana) dos frascos de dulce, en vez de uno, como hacía de ordinario. Le sobrevino una indigestión y recién entonces, por miedo de morir y dejar su obra inconclusa, decidió recurrir a la ayuda de su hija.
"Duele pensar que el por veces sobrehumano esfuerzo de un diccionarista puede terminar con las más indeseables consecuencias físicas, recompensa intelectual bien poco compensatoria y resultados financieros no demasiado expresivos. Así sucedió con los tres organizadores del Dicionário da Língua Portuguesa (1793) de la Academia de Ciencias de Lisboa, el cual, se sabe, se detuvo en la letra A, en azurrar, hecho glosado por el sarcasmo de Herculano en una de sus Leyendas y Narraciones(1). De estos académicos, uno, José Fonseca, murió, según Ramalho Ortigão, "de lentas y dolorosas enfermedades contraídas en la opresiva tarea", y Bartolomeu Inãcio Jorge y Agostino José da Costa Maceo, los otros dos, quedaron ciegos. El público les brindó "el más ingrato olvido"; y la Academia ofreció a cada uno de los tres mártires de la lexicografía -"como suprema y única remuneración por sus poco gloriosas fatigas"- un ejemplar del Diccionario.
"Al narrar el hecho -desea Aurelio-, más que llamar la atención sobre los dolores de los lexicógrafos, los cuales, al fin de cuentas, tal vez no hayan sino esas veces llegado a tanto, distraer al lector con algo ameno, aun cuando triste, y atraerlo a la lectura del prefacio, tipo de lectura, sin duda, poco apetecido. Un poco de paciencia: procuraremos ser objetivo y sintético: daremos informaciones, sin divagaciones."
Y luego cita las fuentes de información que tuvo en cuenta para confeccionar su diccionario.
1) El lenguaje usado por los escritores, especialmente los modernos, sin desprecio de los clásicos; 2) el lenguaje de los diarios y revistas, del teatro, la radio y la televisión; 3) el habla del pueblo; 4) los lenguajes diversos: regionales, jocosos, profesionales, lunfardescos.
Y termina con unos versos de Drummond de Andrade, uno de los poetas brasileños favoritos de Crab:
Luchar con palabras
Es la lucha más vana
En tanto luchamos
Rompe la mañana

(1) Tal vez no todos se acuerden de la leyenda ni de la glosa. La leyenda es La dama con pie de cabra, donde se lee: "El ogro paró las orejas y... comenzó a zurrar (azurrar, en portugués); comenzó por donde, a veces, las academias acaban".

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viernes, julio 13, 2007

Crab en Río


La hija de Crab mostrando orgullosa el letrero en la puerta de su casa (ampliar foto). Aurelio Buarque de Holanda era tío del famoso cantante y compositor Chico Buarque, y su diccionario es el primer diccionario lexicográfico de la lengua portuguesa.
Los chorros cariocas tienen al parecer un poco más de respeto por su historia. La placa de bronce lleva ahí unos quince años.
Pero más abajo mostraré otras formas de respeto en cuanto hace a la arquitectura colonial, con la que Río luce tan engalanada.

A la izquierda, el balcón del contrafrente, donde desayuna Crab. A la derecha, levantado la cámara, el final del morro al cual da el fondo del departamento. Esa cosa celeste es un artefacto para poner líquidos dulces y que vengan en abundancia los picaflores a libar. El morro (Morro de la Viúva) figura en todo mapa de Río, y está situado frente a la playa de Botafogo, totalmente rodeado de edificios, por lo que constituye un espacio salvaje cerrado. Desde la mañana temprano comienza el bullicoso canto de los pájaros, entre los que abundan loros y cotorras. Durante todo el día vienen también los monos, deslizándose por las lianas, que miran con curiosidad a Crab y cuchichean entre ellos. Imagino lo que se dirán. De todos los departamentos les tiran, atados a cuerdas, bananas y otros frutos, que eligen con displicencia. Un día tres monos corrieron ágiles por la cuerda y se metieron dentro de un departamento, haciendo en unos minutos un kilombo de esos. Un consejo: no dejen nunca entrar monos a su departamento.

A la izquierda, vista del frente del departamento. Con un poco de buena voluntad se puede ver entre los árboles el mar y los característicos barquitos de la playa de Botafogo; al costado derecho (ya no se ve en la foto), está el hermoso barrio de Urca, recostado contra el morro del Pan de Azúcar. Culminando el camino ascendente de Urca, está la increíble casa del rey (Roberto Carlos, no Pelé: Brasil tiene muchos reyes). Ya dedicaré un espacio a estas casas esplendorosas, que tanto abundan en Río.

En la foto de la derecha, sacada asomándose a la ventana (el frente no tiene balcón, desgraciadamente), se puede ver el Corcovado, y chiquito, el omnipresente cristo.

¿Se explican ahora porqué Crab, que fue invitado a la fiesta de entrega de diploma de médica a su nieta, decidió quedarse un mesecito?

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lunes, julio 09, 2007

Pelé y Maradona


Durante años se ha discutido sobre Pelé y Maradona, sobre la supremacía de uno sobre otro. Sobre sus presuntas cualidades morales. Sobre todo en Argentina. Aquí no dan demasiada importancia al tema.
Hoy quiero introducir otro enfoque. El de su influencia mediática.
Pelé hace más de veinte años que tiene un café con su nombre. Es un café que se vende muy bien, que está definitivamente arraigado en el mercado, y que figura, en cuanto a calidad, entre los primeros puestos.
¿Para cuándo la yerba Maradona? (Ojo: tiene que durar 20 años...)

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domingo, julio 08, 2007

Fiestas brasileñas

En Buenos Aires, leí un aviso de la lectora de un diario, en el que comunicaba que no iba a aceptar más de dos invitaciones de casamiento por mes, creo, porque alteraban por completo su rutina. Le hicieron un reportaje, donde explicó que esas fiestas alteraban por completo su vida, que el día siguiente quedaban destrozados y no podían cumplir sus actividades habituales: deportes, etc.
Sonaba razonable. Aquí, en Río, debería extenderse la prohibición a las fiestas que se organizan cuando los universitarios terminan su carrera.
En la fiesta que cuento, se alquiló un salón en un yatch club, junto a la playa, cercano al Santos Drummond, para 2.000 personas. (Se recibían unos 100 médicos, cuenten promedio unos 20 invitados, entre familiares y amigos, cuenten que Crab se fue a Río especialmente...)
Bueno, la fiesta mezclaba todo lo que nosotros hacemos en un casamiento, con más la entrega de los diplomas por parte del profesor que elegía a sus alumnos preferidos, discursos de los profesores, discursos de alumnos especialmente distinguidos, etc. Mientras el alumno llegaba al estrado se proyectaban en grandes pantallas su fotografía de niño y una foto actual, con una síntesis biográfica debajo. A dos minutos por cada uno, cronometrados por el minucioso Crab, sólo eso tomó tres bien aburridas horas.
La comida, por supuesto, pantagruélica. La bebida de todos los colores, con prevalecencia de vodka y gin, en grandes cantidades. Ni decir, a la hora estábamos todos debajo de la mesa.
Crab fue unas horas después al baño, y un perfecto desconocido se le unió en un estrecho y cordial abrazo palmeándolo larga y afectuosamente en la espalda, que las reglas de etiqueta obligaron a devolver. Si no logro irme, creo que hubiéramos llegado a los besos.
Obvio, las chicas con vestidos largos y todo eso. Pero un detalle macaco: las mesas tenían un largo mantel de voile que se extendía más allá del piso, formando una especie de gran telón. Debajo, cada chica tenía un par de hawaianas, que cambiaba por sus largos y puntudos zapatos de fiesta, para bailar a lo locas y sin escollos.
El champagne, bebida preferida de Crab, corría en abundancia, para su deleite. Sin excepción, todos los champagnes brasileños (bien mediocres, por cierto), se llaman "Conde de..." o "Barón de...", pero las distinciones dinásticas no ennoblecen su mediocridad.
Un detalle: en Brasil, como en tantos lados, existen diferencias sociales, no solo entre blancos y negros, sino también entre negros y negros. Una muestra:
El consuegro de Crab es de color, aunque fino. Es médico también, como su nieta. Su mujer no es universitaria, es una persona sencilla, de gran cultura, con la que es un gusto hablar. Pero llega un mozo recogiendo los platos. Crab alcanza el suyo, para evitar que tenga que pasar por encima de los invitados. Su consuegra amaga hacer otro tanto, pero el marido la detiene con un gesto de su brazo, como indicando que es un sirviente, y que no valía ser gentil con él, ya que después de todo esa era su tarea. Porque hay negros y hay negros, pero no todos son iguales.
La fiesta terminó, como siempre, con gran desayuno. Crab, muerto de sueño, se retiró antes, una vez que su nieta recibió su diploma. Cuando Crab se fue, todavía faltaban entregar unos 30.
Cada invitado pagó 150 reales (doscientos veinticinco pesos, por supuesto el seco de Crab fue invitado).
Este es un filón que todavía no han descubierto los giles relacionistas públicos argentinos. Lástima que no se pueda patentar, pero el que adopte la idea deberá acordarse de Crab cuando se llene de guita.

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lunes, julio 02, 2007

Crab en Río


Como dije hace unos días, me voy unos días a Río. Una nieta se recibe de médica, y los macacos hacen mucho alboroto al respecto: misas ecuménicas, almuerzos, cenas, túnicas y birretes, libros conmemorativos, etc. En fin, unos cuantos días comiendo y bebiendo.
Cuando termine, viviremos la vida de Río, contaremos cosas, y como sacaremos muchas fotos, publicaremos las mejores.
Hasta el viernes, entonces.

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domingo, julio 01, 2007

Los malditos cumpleaños


Ayer Crab "festejó" su cumpleaños. Crab, escéptico total, que no cree en nada, en ningún tipo de celebraciones, ni en fiestas patrias, ni en el día de la madre ni del padre, ni de la oveja, ni en festejos navideños o de fin de año, ni, menos aún, en los demás días "inventados"; que cree que todas esas cosas están pensadas sólo para vender más, y no quiere hacerle el caldo gordo al capitalismo ni al consumismo, porque por más que ahora venga con su mensaje tibio, del tipo de que ahora ya se acabaron las divisiones entre derechas e izquierdas, la verdad es que los pobres siguen siendo siempre los que se joden, y encima son tan zonzos que votan a Macri, que medita en París.
Pero hablábamos de los cumples. Y sí, aún cuando ya pasó el tiempo en que Crab los festejaba, para alcanzar más bien un tiempo en que los execra, lo bueno es que nos muestran quiénes nos aprecian, quiénes se acuerdan de nosotros y nos desean cosas buenas, lo cual es cierto que finalmente no significa nada, porque esos deseos no se cumplen, pero de algún modo sí significan que hemos sembrado afecto y que recogemos afecto.
A todos aquellos que se acordaron (que fueron casi todos) les agradezco los buenos deseos, por si lo olvidé en su momento, y prometo acordarme de los suyos cuando llegue también el momento (aunque Crab, que quiere seguir siendo coherente, tampoco usa agendas ni nada que se parezca y Alzehimer avanza inexorable).

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