Mascaró


Alea jacta est

Crab no se responsabiliza por las opiniones vertidas en este blog, que a veces ni siquiera comparte.

No toda la información aquí publicada ha sido debidamente chequeada. Ley 23444.

La idea de este blog es crear un espacio amable y compartir recuerdos, puntos de vista o apreciaciones con gente amiga o en proceso de serlo. Por tal motivo queda prohibido el acceso de energúmenos, cuyos comments serán eliminados. Crab atenderá y contestará por línea directa (ver Perfil) a todos los que quieran insultarlo, amenazarlo, amedrentarlo, despreciarlo o menoscabarlo. Quienes busquen sus efímeros 15´ de fama aquí, no los encontrarán.

Los contenidos de esta página pueden afectar creencias tradicionalmente aceptadas respecto de cualquier institución, grupo o individuos, tales como el estado, el gobierno, la iglesia, el sindicalismo, las fuerzas armadas, la familia, el capitalismo, el imperialismo, las madres de Plaza de Mayo, la Asociación Argentina de Fútbol, el Ejército de Salvación, la Organización Scoutista Argentina, los homosexuales, los negros, los judíos y los chinos. El acceso a la misma por parte de menores de edad queda librado por lo tanto a la responsabilidad y vigilancia de los señores padres.

domingo, agosto 31, 2008

El tema de la semana: María Bethania - Mel (Dedicado a... ella sabe)

Una de las más conmovedoras declaraciones de amor que Crab haya escuchado (o formulado):
"Abeja reina: haz de mí, un instrumento de tu placer, y de tu gloria".
Formulado por la sugerente, seductora y convincente María Bethania, en una inversiòn de roles, ya que quien hace la confesión es un masculino (como diría un policía).
Aquí, como de costumbre, la letra:

MEL
Ó abelha rainha faz de mi
Un instrumento do seu prazer
Sim, e de tua gloria
Pois se é noite de completa oscuridao
Provo do favo de teu mel
Cavo a direita claridade do ceú
E agarro o ceu com a mao
É meio dia, é meia noite, é toda hora
Lambe olhos, torce cabelos, feticeira vamo-nos embora
É meio dia, é meia noite, faz zumzum na testa
Na janela, na fresta da telha
Pela escada, pela porta, pela estrada toda a fora
Anima de vida no seio da floresta
O amor empresta a praia deserta zumbe na orelha concha do mar
Ó abelha, boca de mel, carmin, carnuda, vermelha
O abelha rainha faz de mim, un instrumento do seu prazer

Los íconos argentinos

Al gobierno de los K., que todos los días nos sacude con (al menos) alguna novedad, se le ocurrió designar esta vez cuatro íconos representativos de la cultura argentina: Gardel, Evita, El Che y Maradona (faltan Gatica y Palito). Para una feria del libro. O sea, un acontecimiento tirando a cultural.
La cosa da para el comentario, ¿no? El tema es por quién me siento yo representado. Aficionados a la música elegirían a Lalo Schifrin, otros a Piazzolla, si son más cultos a Martha Argerich, a Daniel Barenboim,
Los aficionados a la plástica tendrían también una lista que, como sería más grande y discutible, y además no es mi fuerte, omito.
Los burreros, por supuesto, a Leguisamo, a quien Gardel mismo, también burrero además de muchas cosas, cantó.
Los arquitectos también tendrían su lista. Tenemos gran cantidad de arquitectos famosos andando por el mundo
Los científicos, con sus tres premios nobel, también.
Y así...
Los elegidos, sin duda, responden a un gesto demagógico. Ningún peronista los rechazaría. Pero es sabido el desdén y la indiferencia que el peronismo ha tenido siempre para con la cultura.
Pero cuando uno elige a alguien para que represente a un país, debe considerar que lo está erigiendo como ejemplo a ser imitado.
Veamos los ejemplos que se nos proponen:
Gardel. Un cantante exitoso. Su temprana muerte contribuyó a la creación del mito. Su actuación pública, fuera del arte, no puede ser propuesta de ningún modo como ejemplo. Utilizado políticamente por los conservadores, a quienes sirvió de buen grado, no hay en su vida mucho de ejemplar. Digamos que era un tipo al que le gustaba andar de joda con los amigos, la vida nocturna y... ¿las mujeres (no hay muchos datos)? Como actor, cuando uno ve su constante y deplorable sobreactuación que mueve a risa (ojo que ya en esa época el cine norteamericano tenía excelentes figuras para tomar como ejemplo), de modo que lo único que queda es su canto. Personalmente, considero que hubo excelentes cantores en su época, como Magaldi, que no tuvieron la suerte de morir en un accidente. Es cierto que todos los cantantes posteriores, creado ya el mito, tenían que elegir entre imitarlo, o proponer un anti-Gardel, lo que los ponía ante una difícil opción. La mayoría optaba por el camino más fácil. De cualquier forma, no me siento representado, como argentino, precisamente por Gardel.
Evita, la abanderada de los humildes. Quien ve sus famosos vestidos de Dior, sus joyas, su colección de zapatos, no puede dudar de qué era lo que realmente hubiera querido ser. Si bien debemos reconocer que se disfrazaba muy bien para cada ocasión. También su cruel muerte la salvó del destino oscuro al que ya había sido condenada (todavía el ejército podía tener la última palabra en cuanto a quién podía integrar una fórmula presidencial), pero la elevó también a la categoría de mito. No siento que Evita me represente. Y así sentirán estoy seguro, la mitad de los argentinos.
Maradona. Bueno. ¡Qué decir de Maradona! Está todo dicho y escrito. Y la mayor parte la escribió él. Maradona no es ejemplo de nada. O mejor dicho, es justamente el ejemplo que hay que tomar para hacer exactamente lo contrario. Además, yo que los vi actuar a los dos, me quedo con Pelé (este post se me ocurre que va a despertar polémicas).
Y dejé para el final el Che, quizás el único que podría representarme, para mi gusto. Siempre me gustó su bajo perfil, su humildad, la auténtica actitud del revolucionario que lucha con honestidad por un mundo mejor. Dejando de lado todas las hipótesis sobre el porqué de su venida a Bolivia, quien lee su diario encuentra un montón de señales que preanuncian la tragedia. Es un relato constante de desencuentros, de fallas de organizaciòn, de traiciones, de deserciones, que le hacen preguntarse al lector: pero ante toda esa serie de señales que le indicaban que la cosa no iba, que se encaminaba al fracaso y a la destrucciòn total e inexorable de su guerrilla, ¿por qué siguió adelante, pese a todo? Ésa es la falla que señalo en el Che, la falta de percepciòn de la realidad, el empecinamiento en una lucha cuya consecuencia segura era la derrota y la muerte. Yo hubiera querido que se hubiera retirado vivo de Bolivia, y tenerlo todavía acompañándome con su humanidad, con su bondad, con su humildad, con su conciencia verdaderamente revolucionaria (y no como tantos que cacarean su espíritu revolucionario desde las mesas de Puerto Madero o Palermo Holliwood).
Claro, me he extendido en demasía, pero los personajes dan para escribir más de un libro, lo que otros ya han hecho con más datos y mejor estilo.
Yo sólo quería expresar mi sentir, porque la causa lo merece.
Y hubiera puesto sólo a Borges. Pero ya sabemos que el peronismo lo odia.

Etiquetas:

Como se transforma nuestro mundo a cada instante

Todos, alguna vez, hemos sentido curiosidad por saber cómo va cambiando el mundo en que vivimos.
Cada tanto, recibimos noticias aisladas: los niños que fallecen por hambre, las especies que desaparecen, las muertes, los nacimientos, los divorcios, las muertes por abortos, las diferentes enfermedades que nos matan (y muchísimos datos más).
Bueno, en este sitio encontraremos todas las respuestas. Y al instante.
Es para quedarse largo rato mirando.
El dato alentador es que se producen más nacimientos que muertes. Quiere decir que la humanidad, a pesar de todo, se sigue teniendo confianza (o que las fuerzas instintivas son muy poderosas).
http://www.poodwaddle.com/clocks2es.htm

Etiquetas:

martes, agosto 26, 2008

¿Pero en qué país vivimos?

Es sabido que la droga, con su inmenso poderío económico, lo puede todo. O por la corrupción, o por la fuerza.
Ahora nos enteramos que ha instalado sus laboratorios en la Argentina.
Veamos los hechos comprobados:
1) Colombianos integrantes de algún cartel se instalan en nuestro país, haciendo gran ostentación de dinero, comprando propiedades, automóviles, gente. A nadie le llama la atención.
2) Se vinculan con laboratorios y droguerías sospechosas que empiezan a tener movimientos que no se corresponden con sus actividades normales.
3) Estas empresas, casualmente, tienen procesos por cheques librados sin fondo por sumas millonarias (¿Cómo?: ¿No es que si uno emite más de tres cheques sin fondos se le cierra la cuenta?)
4) Estas empresas, también casualmente, colaboraron con grandes sumas para la campaña electoral de Cristina. Gran contradicción: por un lado, millones en cheques sin fondo, y por otro lado, contribuciones de cerca de medio millón para la campaña. Aquí hay algo que falla.
5) Cómo es esto: ¿un tipo contribuye con medio millón y a mí no me importa quién es? (Crab -inocente él- cree que si uno quiere mantener una imagen limpia, debiera cuidar de que no aportara para su campaña gente por lo menos sospechosa, digamos).
Crab, que no cree en las casualidades, piensa que acá hay demasiadas.

Etiquetas:

Zelmar Michelini, otra vez

Trágica coincidencia, pocos días después de nuestro post recordando su absurda muerte, nos llega desde el Uruguay la noticia del fallecimiento de su viuda y fiel compañera, que lo sobrevivió 32 años. Dice la noticia: "murió sin saber quiénes fueron sus asesinos".
Es verdad, si algo hay que reconocerles a esos cobardes es que son discretos. No se jactan nunca de los crímenes que cometen en la sombra, amparados por la impunidad.
Y que nadie, conociendo sus ideas, me salga ahora conque "juntos por la eternidad".

lunes, agosto 25, 2008

EL TEMA DE LA SEMANA - Frank Sinatra - Sweet Lorraine

Una demostración más de que Sinatra también sabía cantar jazz, cuando se lo proponía.
Como de costumbre, la letra para los que gusten hacer dúo.
La revista de jazz Metronome hacía anualmente un pool entre sus lectores, que elegían a su músico favorito en cada instrumento. Luego, la revista editaba un disco con el conjunto y cantante que resultaba elegido.
Ese año resultaron más votados (e intervienen con solos en el disco): Trompeta: Dizzy Gillespie; Saxo tenor: Coleman Hawkins; Saxo alto: Charlie Parker; Trombón: Jay Jay Johnson; Piano: ¡Nat King Cole!, y naturalmente, Frankie como cantante.

SWEET LORRAINE
(M.Parish, C.Burwell)

I just found joy
I'm as happy as a baby boy
With another brand-new choo-choo toy
When I'm with my sweet Lorraine
She got a pair of eyes
That are bluer than the summer skies
When you see them you will realize
Why I love my sweet Lorraine
When it's rainin' I don't miss the sun
'cause it's in my sweetie's smile
Just to think that I'm the lucky one
Who will lead her down the aisle
Each night I pray
That nobody steals her heart away
I can't wait until that happy day
When I marry sweet Lorraine

When it's rainin' I never miss the sun
'cause it's in my sweetie's smile
Just to think that I'm the lucky one
Who's gonna lead her down the aisle
Every night I pray
That nobody steals her heart away
I can't wait until that lucky day
When I marry Lorraine

Etiquetas:

viernes, agosto 22, 2008

Homenaje a tres uruguayos ilustres

Tres uruguayos ilustres.
Wilson Ferreyra Aldunate: dos veces senador, candidato a presidente. Precisamente el veto militar a su candidatura provoca el golpe militar de 1973 del que surge Bordaberry como presidente títere.
Zelmar Michelini: diputado, senador, candidato a presidente.
Héctor Gutiérrez Ruiz: varias veces diputado, presidente de la Cámara.
El golpe de los militares uruguayos produce su exilio en Buenos Aires, donde viven trabajando y respetando cuidadosamente las leyes de asilo durante tres años.
En mayo de 1976, son secuestrados y asesinados Michelini y Gutiérrez Ruiz. Ferreyra Aldunate, previamente avisado, se había refugiado en la Embajada de Austria.
Desde allí manda esta carta a Videla.
Es algo extensa, pero recomiendo su lectura. Es todo un modelo de elegancia, que sin embargo no deja nada por decir.
Y muestra justamente la cara opuesta: la hipocrecía, el cinismo, de sus interlocutores que, por supuesto, hablaban otro lenguaje.

CARTA DE WILSON FERREIRA ALDUNATE A VIDELA

Buenos Aires, 24 de mayo de l976.
Excelentísimo señor presidente de la nación teniente general don Jorge Rafael Videla.
Señor presidente:
Dentro de pocas horas, buscaré el amparo de la embajada de un país democrático, cuyo gobierno respeta las normas que rigen la conducta de las naciones civilizadas. Antes de hacerlo, tengo el deber de escribirle estas líneas. No sé si llegará a leerlas, pero creo que le haría bien hacerlo.
Hace casi tres años, a consecuencia de los acontecimientos políticos ocurridos en Uruguay, Héctor Gutiérrez Ruiz, Zelmar Michelini y yo, uruguayos los tres, confiamos, como multitud de otros compatriotas, nuestra seguridad y la de nuestras familias a la protección de la bandera argentina. Poco o nada nos importó entonces ni después cuál fuera el gobierno o el régimen político que imperara en este país, pues en quien depositamos nuestra confianza fue en la propia nación. Así había sido siempre. Cuando nosotros -hablo también en nombre de mis compatriotas asesinados- integramos el gobierno uruguayo, acogimos en nuestra tierra a los perseguidos que llegaban a ella, procedentes de todos los sectores políticos y sociales, sin preguntar siquiera a cuáles pertenecían: eran argentinos, y eso bastaba. Cristianos y marxistas, civiles y soldados; radicales en 1930; antiperonistas en la década del 50; peronistas desde 1945; antiperonistas luego, fueron recibidos y protegidos con fraterna solidaridad. Procedimos así, no sólo obedeciendo los dictados de nuestro honor, sino también porque, de haber querido hacer lo contrario, nos lo hubiera impedido el país entero, aferrado a una nunca desmentida tradición nacional. Con la misma hidalguía fueron recibidos aquí aquellos uruguayos obligados a alejarse de su propia patria por las tormentas políticas, siempre, a lo largo de toda nuestra vida independiente. La razón de todo ello es muy sencilla: ¿Cómo podría ser diferente, si nuestras dos patrias nacieron y vivieron en el culto de altos valores morales de solidaridad humana? ¿Si hasta para los infrahumanos el huésped es sagrado, si respetar y defender a quien se alberga en nuestro hogar es condición necesaria para preservar la propia decencia y el respeto por sí mismo, cómo no iba a ser así entre argentinos y uruguayos? Y gracias a Dios, ésa fue la ley sagrada, a lo largo de toda la historia, en los dos países del Plata y para su mutuo honor. Héctor Gutiérrez Ruiz es -porque no puede quitárselo nadie- el presidente de la Cámara de Representantes de Uruguay. Representa en ella al Partido Nacional, a pesar de un comunicado expedido desde Montevideo por quienes se ceban, como algunos animales inmundos, en los propios cadáveres. La condición de integrante del Partido Nacional, de blanco, como decimos los orientales, la damos y quitamos los blancos mismos, y no está al alcance de los enemigos de su patria y de su partido. Tenía 43 años y presidía una maravillosa familia cristiana que integraba con su mujer y sus cinco hijos. Todos vivían, desde l973, en Buenos Aires. Zelmar Michelini es padre de diez hijos, y también desde 1973 trabajaba de sol a sol aquí en Buenos Aires para mantener a su mujer y sus hijos pequeños, y para ayudar a los un poco más grandes, que todos son muy jóvenes. Diputado, ministro, senador, siempre militó en filas políticas distintas que las de Gutiérrez Ruiz y mías. Pero todos sentimos siempre por él un inmenso respeto, que se volvió, hace ya bastantes años, amistad entrañable. Toda mi vida política se desarrolló, señor presidente, cerca de estos hombres: uno al lado, y el otro enfrente. Pero en lo que nunca discrepamos fue en la necesidad de combatir toda forma de violencia injusta, cualquiera fuera su origen, y de afirmar la libertad y la dignidad de toda criatura humana. Tengo la seguridad de que si los tres estábamos obligados a vivir fuera de la patria, fue precisamente porque quienes hoy la dominan están empeñados en eliminar la violencia ajena, pero extreman la propia hasta límites de horror. No quiero repetirle, señor presidente, las trágicas circunstancias en que fueron asesinados los dos compatriotas a que me refiero: su excelencia debe conocerlas perfectamente, porque han sido publicadas en algunos pocos órganos de prensa, denunciadas ante usted por las dos viudas cuando, ahora lo sabemos, sus maridos aún vivían, y porque la propia Secretaría de Información Pública de la Presidencia de la nación emitió un comunicado señalando la preocupación de esta última ante lo que eufemísticamente se señala como "desaparición de periodistas", y haciendo pública la decisión de que se investiguen exhaustivamente los hechos. Por otra parte, una vez aparecidos los cadáveres, por la misma vía, se reiteraron idéntica preocupación y la misma voluntad investigadora. Éstos son los hechos que el señor presidente tiene el derecho y la obligación de saber: La captura del señor presidente de la Cámara de Representantes de Uruguay, don Héctor Gutiérrez Ruiz, fue efectuada en las primeras horas del 18 de mayo, en su domicilio sito en Posadas 1011, casi Carlos Pellegrini, por un nutrido grupo de individuos provistos de armas de guerra, que actuaron en forma pública, pausada y disciplinada. Llegaron en varios automóviles Falcon blancos, idénticos a los que usa la Policía Federal, y desde ellos se comunicaban, por radio y a alto volumen, con un comando central desde donde se impartían instrucciones. Por otra parte, los secuestradores informaban a gritos, desde el cuarto piso del edificio, a quienes habían permanecido en la calle, el progreso del "operativo". Los asaltantes permanecieron durante una hora entera en el domicilio de Gutiérrez Ruiz, pues luego de maniatarlo y dominar bajo la amenaza de las armas a su mujer y las cinco pequeñas criaturas, se dedicaron a una metódica y parsimoniosa operación de saqueo. No dedicaron la más mínima atención a libros, cartas, documentos, llevándose solamente todos los objetos de valor, dinero y -quizá tengan hijos ellos también- las revistas infantiles de los más pequeños. El señor ministro de Defensa Nacional manifestó a dos corresponsales extranjeros por separado, la noche del 20 (menos de 48 horas después de los hechos) que se trataba de una "operación uruguaya"; creo necesario señalar que en esa etapa de su ejecución material no intervinieron agentes de esa nacionalidad. Así lo aseguran categóricamente la señora de Gutiérrez Ruiz, los dos hijos del senador Michelini que presenciaron los hechos y el personal del hotel Liberty, quienes coinciden en ello invocando la ausencia de modismos y hábitos de lenguaje que nos son tan característicos, y la ignorancia de ciertos datos históricos (quién era Aparicio Saravia, por ejemplo) inconcebible en cualquier compatriota. En consecuencia, tengo la seguridad de que el señor ministro de Defensa, al hacer tales manifestaciones, debe haber querido indicar: "planeada u ordenada desde el Uruguay". Durante toda la operación, no se hizo presente ningún policía procedente de la seccional próxima, a pesar de la natural alarma que los hechos suscitaron en el vecindario y entre quienes acertaron a pasar por el lugar. Tampoco acudió nadie desde las nutridas custodias armadas permanentes instaladas ante las embajadas de Brasil, Francia, Rumania e Israel, a pesar de que la más lejana se encuentra a menos de ciento cincuenta metros, y algunas en la proximidad inmediata. Los asaltantes no entraron en el edificio por la puerta más discreta señalada con el número 1011, sino por la gran puerta de la esquina con el pasaje Seaver, exactamente frente a la entrada de un edificio donde habitan el agregado militar de Brasil y el doctor Marcelo Sánchez Sorondo, y que cuenta con guardia armada permanente. Dicha guardia intervino, pero se retiró cuando los asaltantes exhibieron credenciales que los individualizaban como integrantes de la policía y las fuerzas armadas, actuando, según manifestaron, en "operativos conjuntos". Héctor Gutiérrez Ruiz fue sacado de su casa a medio vestir, maniatado y con una funda sobre la cabeza, a empellones. Quienes lo conducían no demostraron ninguna nerviosidad y actuaron sin apresuramientos, utilizando nuevamente la puerta principal, más iluminada y visible, por la que habían entrado, a pesar de que directamente ante sí, al salir del ascensor, se encontraba la otra más cercana y discreta que volvieron a desdeñar. Y se alejaron, con su víctima y su magro botín, sin que hubiera hecho acto de presencia ningún representante de las que se ha dado en llamar "fuerzas del orden". La aprehensión del senador Michelini se efectuó dos horas después de finalizado el episodio que he referido. Intervinieron en ella, presumiblemente, los mismos individuos u otros que obedecían a los mismos mandos, pues habían manifestado a la señora de Gutiérrez Ruiz que debía abstenerse de avisar a "Michelini y los otros uruguayos", pues de lo contrario ejecutarían a su marido. De cualquier modo, y para asegurarse, destruyeron el teléfono, pero no consideraron necesario apresurarse, ante el temor de ser perseguidos o de que la señora de Gutiérrez Ruiz hubiera encontrado un medio para dar la alerta. Los asaltantes no tenían, pues, temor de fuerzas militares o policiales que pudieran estar esperándolos en el hotel Liberty, como bien hubiera podido suceder. El hotel Liberty, donde fue secuestrado el senador Michelini, se encuentra situado en la calle Corrientes, casi esquina Florida, y esta esquina es el Times Square o el Piccadilly Circus de Buenos Aires. En la acera de enfrente, y en la otra esquina de Corrientes con Maipú, se encuentra la dependencia quizá mejor custodiada de la ciudad: la sede de ENTEL telefónica estatal que mantiene, en ese edificio, el más importante nudo de comunicaciones internas y externas de la República Argentina. No puede penetrarse en él sin exhibir la documentación personal, y ser cacheado por los centinelas militares provistos de ametralladoras. En la misma manzana, sobre la calle Sarmiento, se encuentra la Embajada de Estados Unidos, provista día y noche de una excepcional custodia, y ante cuyo frente estacionan permanentemente por lo menos dos vehículos con efectivos fuertemente armados. A pesar de todo ello, también aquí los secuestradores actuaron con increíble ostentación, públicamente, evidenciando total seguridad y, por consiguiente, no mostrando prisa ni propósito de ocultarse. Estacionaron sus tres vehículos en violación de las normas vigentes, ocuparon militarmente el frente y el iluminado hall del hotel, intimidaron a la totalidad del personal, obtuvieron las llaves, se hicieron conducir a la habitación del senador Michelini donde, tras inmovilizar a los dos hijos que lo acompañaban, lo obligaron a levantarse y vestirse y luego procedieron a vendarle los ojos. Pero no descendieron inmediatamente a la planta baja; por el contrario, iniciaron aquí también una sistemática operación de saqueo, haciendo fardos con las sábanas, en los que introdujeron cuánto objeto pudieron encontrar. Permitieron que el senador Michelini se dirigiera al baño, y lo autorizaron a llevar consigo los medicamentos que tomaba habitualmente. Finalmente, antes de retirarse, procedieron a despojar a los hijos del senador Michelini de sus relojes pulsera. Sólo entonces se retiraron, profiriendo en alta voz amenazas de muerte, y siempre sin intentar el más mínimo ocultamiento. Toda esta conmoción sucedía en la acera de enfrente de la guardia militar de ENTEL. Al ver aquella expedición integrada por individuos provistos de armas cortas, pistolas, metralletas y escopetas Itaka, dichos soldados deben necesariamente haberse abstenido de intervenir en la seguridad de que se trataba de personal militar o policial autorizado. En estos casos y en estos tiempos, los destacamentos militares actúan en base a seguridades, y no "por las dudas". Si así no fuera, los movimientos subversivos hubieran triunfado ya hace mucho tiempo. Pero los hechos son ésos: a esa altura, ya hace cuatro horas que una banda de secuestradores y asaltantes, numerosa y bien armada, se ha enseñoreado del centro de la ciudad de Buenos Aires y lo recorre cometiendo desmanes, secuestrando ciudadanos ilustres de un país vecino, saqueando viviendas, copando grandes hoteles, profiriendo gritos y amenazas, sin que intervenga ningún integrante de la policía o las fuerzas armadas, o ponga tales hechos en conocimiento de sus superiores. La familia de Gutiérrez Ruiz presenció aterrorizada, durante una hora, frente al jefe de familia atado y encapuchado, toda la operación de saqueo. Vio por lo tanto cuáles fueron los objetos que los ladrones se llevaron, pero también aquellos que desdeñaron luego de tenerlos en sus manos. Ninguno de los malhechores usaba guantes y sus huellas digitales quedaron estampadas por toda la casa, y algunas de ellas, muy nítidas, en lugares que no son tocados corrientemente. Tal es el caso de cuadros provistos de vidrio, colgados a cierta altura, y que los asaltantes tocaron varias veces y luego arrojaron al suelo. La misma profusión de huellas dejaron en las habitaciones del senador Michelini, donde también actuaron exhibiendo la seguridad de su impunidad. Los familiares de ambos secuestrados intentaron, inmediatamente, denunciar lo ocurrido ante la autoridad competente, a efectos de individualizar las dependencias a donde pudiera habérseles conducido. Pero ello en interés de las propias familias, que ante un procedimiento que se les aparecía como oficial, querían iniciar lo antes posible las gestiones tendentes a lograr la liberación de los presos. Lo que no se comprende es para qué necesitaban la denuncia las autoridades, aun en el supuesto de que los hechos no fueran obra suya, tratándose de gravísimos delitos de acción pública, cometidos a vista y paciencia de numerosas autoridades, con alarma pública y que causaron -a las pocas horas- una profunda conmoción en el mundo entero. Organizaciones democráticas en los más diversos países, hombres destacados de todas las nacionalidades, su santidad el papa, y muchos gobiernos (entre los que no se contaba, desde luego, el de su propia patria) ponen en juego todos los medios para obtener la liberación de los secuestrados. Pero el gobierno argentino manifiesta que "en ciertos casos no existen las respectivas denuncias ante las comisarías de la capital federal". No es verdad: las denuncias existieron, pero la policía se negó a tomar constancia de las mismas. Inmediatamente después de llegar a su casa los primeros amigos, la señora de Gutiérrez Ruiz compareció ante la comisaría de policía que corresponde a su domicilio, sita en la calle Suipacha 1156, donde recibió una cerrada negativa a registrar su denuncia ya que, se le dijo, "era sólo desperdiciar papel". Todo esto ocurrió en presencia del representante en la Argentina del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, antiguo amigo de la familia. En estas circunstancias, la señora de Gutiérrez Ruiz se dirigió a las Oficinas Centrales de Telégrafos, a fin de enviar telegramas al ministro del Interior, al jefe de la policía, a los comandantes de la Armada y la Fuerza Aérea y a usted, señor presidente, pero dichos telegramas no le fueron aceptados por carecer de documentos. De nada valió el argumento de que los asaltantes se los habían llevado, conjuntamente con los de toda su familia, ni el ofrecimiento de quienes la acompañaban, que exhibieron su propia documentación, de hacerse responsables del texto de los telegramas y de la identidad de quien los expedía. La señora debió volver entonces a la Seccional 15 de policía, a denunciar el hurto de sus documentos, pero, nuevamente, las autoridades policiales se negaron a recibir su denuncia, ya que quienes hurtaron o "retiraron" las cédulas de identidad podrían ser policías. Luego de muy larga discusión se aceptó la manifestación de que habían sido "extraviados", y con esta constancia, la señora pudo al fin volver al telégrafo y enviar sus mensajes. Exactamente la misma pesadilla vivieron simultáneamente los hijos del senador Michelini y quienes los acompañaban. Inmediatamente después de retirados del hotel Liberty los secuestradores, el conserje señor Mario Procacci procedió a denunciar los hechos en la Seccional l de policía, sita en Lavalle 45l. La denuncia no le fue recibida, negándose los funcionarios a registrarla porque –dijeron- se les había informado que en las inmediaciones se estaban efectuando diversos "operativos conjuntos", y el que se denunciaba debía ser uno de ellos. El señor Procacci manifestó entonces que, de cualquier modo, él se veía obligado a hacer la denuncia como responsable del hotel durante la noche, ya que habían sido hurtados objetos, ropas y enseres propiedad del hotel. Tampoco este requerimiento fue atendido. Poco después de las 9.30 de la mañana, el mayor de los hijos que acompañaban al senador Michelini cuando se produjo el asalto, se presentó en la misma seccional de policía pretendiendo denunciar el secuestro de su padre y el hurto de efectos pertenecientes al propio denunciante y a su hermano, y nuevamente se produjo la negativa policial a admitir la presentación de la denuncia, que tampoco se aceptó -como en el otro caso- para el hurto o la requisa de los documentos, admitiéndose sólo la notificación de su "extravío".
Al cerrarse la noche que va del 18 al 19 de mayo, la policía no ha aceptado denuncia alguna; ningún agente se ha hecho presente en los lugares de los hechos; el juez federal competente no ha ordenado ninguna diligencia o pericia; no se ha recibido contestación a ninguno de los telegramas enviados, entre los que se encuentra el dirigido a usted, señor presidente; las huellas dactilares de los criminales están esperando ser reveladas, en un país donde todos los habitantes -nacionales y extranjeros- tienen las impresiones de sus diez dedos archivadas y clasificadas en un registro único de carácter nacional. Aunque entonces ni sus familiares ni sus amigos lo sabíamos, a Zelmar Michelini y a Héctor Guitiérrez Ruiz les quedaban 48 horas de vida.
El día 19, la preocupación por la libertad de nuestros compatriotas comenzó a transformarse en el riesgo de algo aun más grave cuando diversas personalidades argentinas recibieron, tanto en la policía como en el gobierno y las fuerzas armadas, la asombrosa manifestación de que en los arrestos no han intervenido ni policías ni militares, y que no se encuentran en poder de ninguna de las armas ni de la policía. Se nos hace saber por vía muy indirecta que usted, señor presidente, estaría seriamente preocupado por los hechos, y que habría ordenado una investigación de los mismos. La oficina en Buenos Aires del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados presenta un recurso de hábeas corpus ante la justicia argentina. Siguen llegando a los familiares de los secuestrados mensajes de solidaridad de personalidades del mundo entero, y el gobierno argentino recibe, también de todo el mundo, exhortaciones para que defienda la vigencia de normas impuestas por el derecho de gentes y los principios de humanidad. Tarde en la noche, nadie ha llegado a inspeccionar los lugares de los hechos ni a indagar a los numerosos testigos de los mismos, ni a recoger huellas materiales o indicios, ni a detectar impresiones digitales que siguen allí, y que permitirían, si alguien con autoridad se preocupara por ello, individualizar en menos de una hora a los asaltantes, y por consiguiente, rescatar a nuestros compañeros. Entonces lo ignorábamos todos, pero ahora lo sabemos: Héctor Gutiérrez Ruiz y Zelmar Michelini estaban todavía vivos, pero apenas les quedaban 24 horas de vida. Sus familias no habían recibido contestación a ninguno de los telegramas que habían dirigido a las autoridades, entre los que se contaban los que usted recibió, señor presidente, a las 19.30 del día anterior, según constancia expedida por la Empresa Nacional de Correos y Telégrafos. El día 20 de mayo no ocurrió, aparentemente, nada nuevo, salvo la progresiva angustia de todos, familiares y amigos uruguayos y argentinos que seguían los acontecimientos en Buenos Aires, así como de aquellos que hacían llegar su emotiva solidaridad desde el exterior. Una fuente reservada, pero de nuestra confianza, nos había hecho saber que los dos compatriotas estaban presos en una unidad militar. Pero las fuentes oficiales insistían en negar todo conocimiento de los hechos. A la noche, en una recepción, el ministro de Defensa, brigadier mayor (r) José María Klix, formuló primero a un corresponsal extranjero, y luego a otro, la misma sorprendente manifestación a que me he referido al comienzo de esta carta: "se trata de una operación uruguaya", y agregó, en forma aun más increíble: "todavía no sé si oficial o no". No tengo la más mínima duda de que el señor ministro expresó la verdad, en cuanto indicó quiénes inspiraron, encargaron u ordenaron los hechos, pero no en lo que respecta a los órganos, instituciones e individuos que intervinieron en su ejecución material. Gobernantes y personalidades de todo el mundo hacen llegar su preocupación al gobierno argentino. El gobierno uruguayo no ha hecho ninguna gestión oficial o extraoficial interesándose por la suerte de estas dos personalidades, ni considera conveniente manifestar al menos su "preocupación" por los hechos. La justicia federal no ha entendido necesario intervenir en forma alguna indagando las circunstancias en que fueron cometidos los graves delitos de acción pública que conmueven al mundo entero y ya son escandalosamente notorios en el propio país, pues La Opinión, diario cuya redacción integraba el senador Michelini, denuncia reiteradamente los hechos y exige su inmediata aclaración. Lo propio hace el Buenos Aires Herald, pero no el resto de la prensa, incluyendo grandes diarios cuyos propietarios y directores residieron en Uruguay, cuando en su hora conocieron el destierro, protección y amparo. Tampoco ha llegado un solo policía; nadie ha interrogado a las decenas de personas que vieron a los secuestradores, ni a quienes tuvieron oportunidad de ver los carnés oficiales que exhibieron, ni al portero de la calle Posadas, que fue largamente interrogado por los secuestradores, ni al personal de conserjería del hotel Liberty, ni a quien condujo el ascensor que los llevó al séptimo piso, ni a los familiares que tuvieron a los criminales a la vista durante horas de agonía. Las impresiones digitales siguen allí, esperando que llegue alguien de la policía, del Poder Judicial, del gobierno, de las fuerzas armadas, a iniciar la simple gestión, el trámite casi administrativo que conduzca a la liberación de nuestros presos. Las familias de ambos no han recibido aún contestación a sus mensajes, ni del ministro del Interior, ni del jefe de policía, ni de los comandantes en jefe de la Armada o la Fuerza Aérea, ni de usted, señor presidente. No saben que en esos momentos estos dos hombres que eran y son orgullo de mi país, están siendo asesinados en la forma repugnante y sucia en que lo fueron, y que no le describo porque usted ya debe saberlo, señor presidente, y porque me costaría demasiado hacerlo. El día 2l de mayo tomamos conocimiento del comunicado expedido por la Secretaría de Información Pública de la Presidencia de la nación, que no hace sino aumentar nuestra ya angustiosa preocupación. El documento dice textualmente: "Ante las desapariciones de periodistas ocurridas en los últimos días, las cuales provocaron honda preocupación en distintos círculos del país y del exterior -y de la cual participa, asimismo, el gobierno de la nación-, el ministro del Interior, general de brigada Albano Harguindeguy, informó que ha recabado amplios informes sobre tales desapariciones. Igualmente, y aunque en ciertos casos no existen las respectivas denuncias ante las comisarías de la Capital Federal, se ha ordenado una exhaustiva investigación de los casos dados a conocer por distintos medios". ¿A qué venía eso de calificar como "desaparición de periodistas" el secuestro de dos de las personalidades políticas más importantes de Uruguay, ampliamente conocidas en ambas márgenes del Plata? ¿A qué venía eso de afirmar que en ciertos casos no existen las respectivas denuncias, cuando los familiares, desde el día mismo de los secuestros, no habían hecho otra cosa que recorrer infructuosamente dependencia tras dependencia, en el vano intento de conseguir que alguien tomara en cuenta sus denuncias? ¿A qué venía eso de ignorar que el propio señor ministro general Harguindeguy había recibido en su despacho, a las l9.30 del día de los secuestros, los telegramas enviados por los familiares de ambas víctimas, y que de acuerdo con la ley argentina las denuncias de delitos no están sometidas a formalidad o solemnidad alguna? ¿A qué venía eso de ocultar que policía y justicia tienen la obligación de intervenir sin necesidad de denuncia alguna en todos los casos de delitos graves, perseguibles de oficio? Pero, a pesar de ello, por primera vez un ministro decía públicamente lo que hasta entonces sólo se adelantaba en forma indirecta y privada: la voluntad de investigar. Sin embargo, el transcurso de las horas confirma que ello es mentira: a la noche, no ha llegado la policía ni se ha hecho presente la justicia; ya sabemos todos que nunca nadie vendrá a recoger las pruebas y que la suerte de nuestros compañeros está en las manos de Dios. Nos llega la noticia de que algunos órganos de prensa y agencias de noticias habrían recibido comunicaciones presuntamente emanadas de grupos guerrilleros, informando que los cadáveres de nuestros compatriotas estarían dentro de un vehículo, en un lugar determinado de la ciudad. Consultada la policía, desmiente categóricamente la información, pero ya nadie cree en nada de lo que dice. Familiares y amigos ven disminuir cada vez más sus esperanzas, pero aún no saben que hace ya 24 horas que fueron asesinados Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, y que sus cuerpos habían sido "encontrados" por la policía. El sábado 22 de mayo la familia de Gutiérrez Ruiz en la calle Posadas y la de Michelini en el hotel Liberty, esperaron durante todo el día la llegada de los investigadores anunciados por el ministro general Harguindeguy. Y como no llegaron, una hija de Michelini, Margarita, y la señora de Gutiérrez Ruiz comparecieron con testigos ante el escribano público César J Ceriani Cernadas e hicieron labrar, separadamente, sendas actas de manifestación, protesta y notificación, en las que hicieron constar los hechos y solicitaron se notificara formalmente al Ministerio del Interior la denuncia de los mismos. Labradas las actas respectivas, el escribano actuante compareció en horas de la tarde en el Ministerio del Interior, donde se negaron a recibir la notificación de la denuncia, en razón de que "no era hora de oficina", indicándosele que debía volver el lunes siguiente. Por su parte, la señora de Gutiérrez Ruiz procedió a enviar tres telegramas. Dos, de idéntico texto, estaban dirigidos al ministro del Interior y a usted, señor presidente, y en ellos, luego de describir una vez más los hechos, decía: "Héctor Gutiérrez Ruiz es el presidente de la Cámara de Representantes de Uruguay y dirigente del Partido Nacional, fuerza política tradicional nacida junto con la propia patria. Repitiendo un episodio que ha sido común en la historia del Río de la Plata, los hechos políticos determinaron que nuestra familia haya vivido desde junio de 1973 en este país, acogida a la hidalga hospitalidad de la nación argentina, y para retribuirla, cumpliendo estrictamente con su deber moral de no intervenir en forma alguna en los problemas políticos del país que les dio amparo. En mi nombre y en el de mis cinco hijos, solicito al señor presidente que ordene un rápido esclarecimiento de los hechos que permita que nuestro hogar pueda contar nuevamente con su jefe". Al mismo tiempo, la señora de nuestro compañero envió otro telegrama colacionado a su señora, señor presidente, que decía así: "Señora Alicia Raquel Hartridge de Videla. Balcarce, 50. Pido a usted interceda para que se extremen esfuerzos que permitan que mi marido, Héctor Gutiérrez Ruiz, presidente de la Cámara de Representantes de Uruguay, pueda volver a su mujer, sus cinco hijos y al hogar cristiano que pudimos preservar de las tormentas políticas al amparo de la generosa hospitalidad argentina. Este telegrama no está destinado a hacerse público. Quiera Dios que podamos agradecerle la vida entera lo que haga por nosotros. Muchas gracias. Matilde Rodríguez de Gutiérrez Ruiz". Cuando la señora de Gutiérrez llegó a su casa luego de efectuadas las diligencias referidas, la esperábamos allí sus amigos para decirle que había aparecido el cuerpo de su marido asesinado. Hacía ya dos horas que todas las emisoras de radio difundían un comunicado de la Policía Federal dando cuenta del "hallazgo" de los cadáveres. Usted no consideró necesario contestar ninguno de los mensajes que se le dirigieron. Ninguna autoridad o miembro de su gobierno expresó su pena o presentó sus condolencias a los familiares de estos huéspedes ilustres de la República Argentina, vilmente asesinados en su suelo. Y nadie pensó siquiera en notificar a las familias de las víctimas, para evitar que recibieran la noticia en la calle, leyendo los diarios u oyendo la radio. La única referencia que tuvieron de usted, señor presidente, fue la notificación de que el telegrama que se le dirigió fue entregado el día 24, y de que su señora, señor presidente, se había negado a recibir el que le estaba destinado. Me he abstenido deliberadamente de hacer calificativos, pero nadie vacilará en decir que el comunicado expedido por la Policía Federal es repugnante. Dice textualmente: "La Policía Federal argentina comunica que el día de ayer (21), siendo la hora 2l.20, en la intersección de las avenidas Perito Moreno y Dellepiane, fue hallado un vehículo marca Torino coupé, color rojo, abandonado. En el interior del mismo se encontraba el cadáver de una persona de sexo masculino, e inspeccionado el baúl del rodado se hallaron otros tres cadáveres, uno del sexo femenino y dos del masculino. Las pericias realizadas sobre los cadáveres permitieron establecer la identidad de tres de ellos, a saber: Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz y Rosario del Carmen Barredo de Schroeder, concordando los nombres de los occisos con los mencionados en los panfletos hallados en el interior del rodado, en los que una agrupación subversiva se adjudicaba la autoría del hecho. Los cadáveres presentaban varios impactos de bala y sus cuerpos se hallaban maniatados. Participa en el hecho la comisaría 40, con intervención del señor juez nacional de primera instancia en lo criminal y correccional federal, doctor Alfredo Marquardt, secretaría del doctor Roberto Preller, tribunal que se constituyó en el lugar de los hechos y adoptó las medidas judiciales del caso". Como se ve, los asesinos intentan atribuir sus crímenes a la subversión, y vincular los muertos con ella. No me detengo siquiera a considerar esta posibilidad: no hay un solo uruguayo o argentino decente que crea en ella; quizá por eso mismo nadie, ni siquiera los autores del comunicado, han insistido en ella. En estos momentos, dos días después de expedido el comunicado trascripto, y cuando terminamos de velar los cuerpos de nuestros queridos muertos, ignoramos cuáles pueden ser las "medidas judiciales del caso" ordenadas por el juez federal doctor Marquardt porque no ha llegado, y ya sabemos que jamás llegará ningún agente o funcionario a recoger las pruebas o interrogar a los testigos, en cumplimiento de las "medidas judiciales" o de la "investigación exhaustiva" que dijo haber iniciado el ministro, general Harguindeguy, o la que usted, señor presidente, anunció haber ordenado. ¡Cuánto más sencillo y rápido resulta tomar huellas para individualizar a las víctimas que hacerlo para descubrir a sus asesinos, o aun, durante tres largos días, para salvar vidas humanas! Por otra parte, señor presidente, todo eso no tiene ya ninguna importancia: nadie ni nada podrá devolvernos a nuestros compañeros muertos, y usted, señor presidente, y yo y todos, sabemos dónde están sus asesinos. No deseo molestarlo más ni distraerlo de sus altas preocupaciones. Por eso, no le relato las enormes dificultades que hubo que vencer para recuperar los cadáveres de nuestros muertos, ni el súbito sentido del deber que repentinamente acomete al juez federal, que adopta medidas, no para capturar a los asesinos, sino para retener los cadáveres y no entregarlos a los deudos, aun después de efectuadas las autopsias, ni las influencias que hubo que mover y las gestiones que hubo que realizar para que al fin fueran entregados. Tampoco creo necesario darle detalles del tratamiento agresivo y soez que recibieron los familiares de los muertos en las seccionales de policía, ni de las manifestaciones que allí se les hicieron amenazándolos con filmar los velatorios, si se atrevían a realizarlos, para individualizar a los asistentes. Pero sí quiero decirle algo sobre los otros dos compatriotas cuyos cuerpos sin vida fueron "encontrados" junto a los de nuestros dos amigos. No los conocía. Se dice que pertenecían a una organización guerrillera, pero no tengo ningún modo de saber si ello es cierto o no. Pero si tal fuera el caso, resulta evidente que se los mató al solo efecto de hacer aparecer a nuestros dos amigos como vinculados con la guerrilla. Y no sé si esto no es lo más abyecto de todo este sucio episodio: quitar la vida a dos seres humanos por la única razón de apuntalar una mentira. Quiera Dios que la saña de los asesinos respete por lo menos la vida de sus hijos desaparecidos. La policía argentina ha ido a buscarme a mi casa hace unas pocas horas. Hace ya varias noches que no duermo en ella y, como le dije, buscaré ahora el amparo de la embajada de un país cuyo gobierno se respeta a sí mismo, y por ello respeta y ampara la vida humana. Cuando llegue la hora de su propio exilio -que llegará, no lo dude, general Videla-, si busca refugio en Uruguay, un Uruguay cuyo destino estará nuevamente en manos de su propio pueblo, lo recibiremos sin cordialidad ni afecto, pero le otorgaremos la protección que usted no dio a aquellos cuya muerte hoy estamos llorando
Wilson Ferreira Aldunate

jueves, agosto 21, 2008

El hijo oculto de los Videla II

La tragedia de los Cañas

En los setenta, el suboficial mayor Santiago Sabino Cañas se retiró del Ejército y entró a trabajar en el Instituto Nacional de salud Mental. Primero en el Borda y luego en la Montes de Oca, donde hacía tareas como gestor en la administración. Generalmente viajaba a Luján y a Buenos Aires para ocuparse de ir al banco y de los trámites oficiales. Era un hombre reservado, que no solía meterse en chismes, pero igual se enteró del gran secreto de los Videla y guardó silencio. Inclusive con su segunda esposa, que lo ayudaba en los trámites de gestoría.
Cañas era radical, pero toda su familia era peronista y muy activa. Su primera mujer, María Angelica Blanca, era un referente del Partido Peronista Auténtico y sus hijos militaban en la UES y en la JP que respondía a la conducción de Montoneros. Todos ellos en La Plata, que era un volcán de activismo y represión.
El 15 de abril de 1977 Cañas recibió el primero de los golpes que lo llevaría a la depresión, el cáncer y la muerte en 1990: su hija María Angélica, de 20 años, era secuestrada en las calles de la Plata. Aparentemente por un grupo de ese Ejército al que había pertenecido durante tres décadas. Como tantos otros padres comenzó a recorrer el calvario de los hospitales, las morgues, los recursos de habeas corpus y los pedidos de audiencia a generales y obispos. Y como tantos padres se fue desesperando al ver que su hija no aparecía. Entonces se animó y le mandó la carta a Videla que se cita al comienzo de la nota anterior. En la que no cuesta percibir su fe, aún intacta, en el Ejército y en su Comandante en Jefe. Incluso se allana a la posibilidad de que su hija sea juzgada, "si correspondiera". Sólo quiere conocer "su paradero". El mismo candor, o una suerte de temeraria malicia, lo llevan entonces a jugar una carta pesada y recordarle al dictador lo que este, seguramente, no quería que nadie le recordara: "Mi General, apelo a sus sentimientos humanos y cristianos y en memoria de ese hijo suyo que tenía internado en la Colonia Montes de Oca de Torres, para que me de una información sobre el paradero de mi hija Angélica".
Videla no le concede la entrevista, nadie le informa el paradero de su hija, pero en la Casa Rosada acusan recibo de la solicitada.
En agosto, la tragedia se termina de desatar, arrasando al suboficial. El dos de agosto desaparece su otro hijo Santiago Enrique de 26 años y a las ocho de la noche del día siguiente, un nutrido grupo del Ejército llega a la casa de su primera esposa, María Angélica Blanca, y acribilla las paredes con balazos de FAL. Adentro, está la mujer de 62 años ("docente jubilada"), con su hija María del Carmen Cañas, de 23 años, embarazada de tres meses y dos criaturas menores de dos años, sobrinos de la mujer de Cañas. Valiente, la matrona empieza a gritar que se lleven a las criaturas y logra que la patota deje de disparar. Entonces sale de la casa y les entrega los chicos. Pero en vez de entregarse ella también, da la vuelta y regresa hacia el interior de la vivienda, donde la espera su hija. Está desarmada y ha pedido tregua, pero le disparan por la espalda y le destrozan la cabeza. Luego entran a la vivienda y acribillan a la hija. Una crónica típica de la época, publicada por El Día de La Plata, convertirá el asesinato en el clásico "tiroteo con extremistas", donde un cronista ligero creerá haber visto bajas de los dos bandos. Y no las actas donde el médico forense Héctor Luchetti constata "destrucción de masa encefálica por heridas de proyectiles de arma de fuego".
Por si fuera poco, Martín, otro hijo de Cañas que hoy es el único sobreviviente de la familia, también es secuestrado. Al suboficial sólo le queda en libertad Guillermo, que se salvará de la represión para morir años después. Ya no por la represión, pero tal vez por sus consecuencias. Martín, en cambio, logrará emerger del infierno y huir a México, apoyado por la solidaridad de una amiga de su padre.
El suboficial dirige entonces una nueva carta a Videla donde le recuerda que le envió la "pieza certificada No. 1925", que el aviso de retorno obra en su poder y que, hasta la fecha, no ha obtenido "respuesta alguna". La tragedia se resume en párrafos secos, formales, corteses al modo castrense: "Mi General, paso ahora a informarle de las novedades ocurridas desde mi pedido de clemencia". "Con fecha 02AGO77 desaparece mi hijo SANTIAGO ENRIQUE de 26 años de edad, con documento de identidad ,etc." . El día 03AGO77, aproximadamente a las 20.00 horas son asesinadas mi esposa, MARIA ANGELICA BLANCA de 62 años y mi hija MARIA DEL CARMEN CAÑAS de VALIENTE, de 23 años y embarazada de tres meses, las cuales se encontraban solas en el domicilio con dos criaturas de menos de dos años de edad". Y concluye: "Mi General, como corolario de lo expresado, solicito a S.E. me conceda audiencia a efectos de interiorizarlo de mi desesperada situación".
Su Excelencia no lo recibe en todo ese año, ni en el siguiente.

Las lágrimas de Videla
Martin Cañas denuncia los asesinatos en el Estado mayor del Ejército. No pasa nada. Se dirige al arzobispo de la ciudad de La Plata, Antonio Plaza y tampoco obtiene ninguna respuesta. El comandante del primer cuerpo de Ejército, Carlos Guillermo Suárez Mason, le concede formalmente la entrevista pero luego no lo recibe. Tampoco lo hacen el jefe del Regimiento 7 de la Plata, ni el jefe de la policía de la provincia de Buenos Aires, ese general Ramón Camps, que se jactará de haber mandado a la muerte a "cinco mil subversivos".
Por alguna razón que se llevó a la tumba, Camps elude al suboficial y manda en su representación al coronel Salcerini.
En marzo del 78 reitera infructuosamente el pedido de audiencia al hombre en cuyos sentimientos de padre y cristiano había confiado. Silencio.
Los pedidos se multiplican y se reiteran. Hay varios al ministro del Interior, Albano Harguindeguy, al Jefe de la Décima Brigada de Infantería, al comandante del Regimiento 7, cuyos efectivos lo han dejado sin familia.
El 13 de junio del 78 vuelve a pedirle audiencia a Videla que finalmente lo recibe dos días más tarde.
La audiencia dura 40 minutos y este cronista la conoce a través de dos fuentes: Martín Cañas que vive en México. Y la amiga de La Plata, que logró sacarlo del país cuando salió, a sus veinte años, del centro de reclusión clandestino en el que casi queda enterrado para siempre.
Dura unos cuarenta minutos y es fácil imaginar todos los formalismos y rigideces que la entorpecieron. Como la hipocresía y el temor del dictador todopoderoso frente a ese "zumbo" que tenía enfrente suyo. Ese suboficial radical que, a pesar de las evidencias, seguía "amando a la Institución" aunque ya no a todos sus integrantes.
Trabado, molesto, torpe, con breves tosecitas, tratando de parecer solidario con el subalterno como cuadra a un buen jefe, el comandante en jefe del Ejército le da la misma explicación que luego reiterará ante los padres de otras víctimas y que han labrado su fama de pusilánime. Que ha cultivado siempre para tapar la de hipócrita que algunos intelectos más agudos le adivinan.
Las excusas se van desgranando: "Hay veces en que yo no puedo hacer nada. hay cosas que escapan a mi control". Dice el jefe del ejército, olvidando el principio básico de la responsabilidad de comando. "Hay excesos", recita. Hay excesos, claro. tal vez es excesivo que a Cañas le hayan matado a tiros la mujer y una hija y le hayan secuestrado a otros tres hijos. Que a él mismo lo venga siguiendo casi todos los días de su vida, un coche Falcon.
Cañas tiene un nudo en la garganta y por alguna extraña razón, para provocar al dictador o para establecer un terrible lazo con él, le recuerda los días de la Colonia Montes de Oca y un favor que él le hizo a Videla. Una historia de la que sólo se sabe el título porque el suboficial se la llevó a la tumba. Entonces ocurre lo imprevisto: Cañas llora y Videla llora. Los dos lloran por sus respectivos hijos. Durante unos segundos hay una emoción confusa, hasta casi podría decirse perversa por parte de ese victimario que llora al hijo enterrado en vida en la Colonia Montes de Oca y el padre humilde que está allí para pedir que le devuelvan algo de esos otros hijos a los que él no abandonó. Aunque sea el dato de donde están enterrados. Y tal vez intuye que una misma lógica anuda a ese hijo del general que vagaba entre espectros, tapándose con las sábanas de la soledad en las noches de espanto del pabellón, con el destino ignoto de María Angélica y Santiago.
Sale de la audiencia presidencial y un ayudante severo lo acerca al ministerio del Interior, donde el general Harguindeguy, le promete la información que nunca llegará y él musita que ahora a su hijo más chico, Martín, lo tiene lejos. Algun cretino le dice que venga al país, que "no hay poblema". Pero el subsecretario del Interior, el actual diputado Ruiz Palacios, lo saca al patio de las palmeras y le aconseja: "Mire, mejor que se quede en México, en este país no hay seguridad para nadie".

Etiquetas:

miércoles, agosto 20, 2008

El hijo oculto de Videla

Esta es una historia que no todos conocen (Crab, al menos, no tenía ni idea). Fue publicada hace mucho en Página.

En los sesenta, una década antes de imponer "la desaparición forzada de personas", Jorge Rafael Videla internó a uno de sus siete hijos en la Colonia Montes de Oca de Torres, un establecimiento para enfermos mentales de tétrica fama, donde en los últimos 20 años han muerto o "desaparecido" en condiciones sospechosas más de tres mil pacientes. El muchacho, Alejandro Videla, diagnosticado como "oligofrénico profundo y epiléptico", vivió largos años en la llamada "Casa de los Locos" y murió muy joven en ese inframundo, donde también se esfumó para siempre -hace trece años- la médica Cecilia Giubileo.
Videla y su esposa, Alicia Raquel Hartridge, mantuvieron un secreto público absoluto en torno a ese hijo oculto a 80 kilómetros de la Capital, que atravesó la adolescencia con la conciencia cada vez más nebulosa de un niño de cinco años, en pabellones desalmados donde las baldosas están siempre mojadas y los internos, librados a sí mismos, deambulan desnudos, entre orines y excrementos, llamando a las madres que los abandonaron en ese depósito de carne sin destino. A lo largo de los últimos 10 años se han escrito cientos de notas sobre los horrores del "loquero" cercano a Luján, pero ni una línea sobre el hijo de Videla. El terrible secreto, que trae a la memoria los folletines de Victor Hugo y Eugenio Sué, comenzó a ser perforado cuando llegó a manos de este cronista una carta, fechada el 24 de junio de 1977 y dirigida a "Su Excelencia el Señor Comandante en Jefe del Ejército. Teniente General D. Jorge Rafael Videla", donde podía leerse un párrafo muy extraño: "Mi General, apelo a sus sentimientos humanos y cristianos y en memoria de ese hijo suyo que tenía internado en la Colonia Montes de Oca de Torres, para que me dé una información sobre el paradero de mi hija Angélica".
La carta estaba firmada por el suboficial mayor (retirado) Santiago Sabino Cañas, cuya hija María Angélica, de 20 años, había sido secuestrada dos meses antes en la ciudad de La Plata. Cañas, que había trabajado en la administración de la Colonia Montes de Oca, tardó dos años en ser recibido por Videla y cuando por fin lo vio, y lloraron juntos, ya era tarde: el "querido Ejército", comandado por Videla, había avanzado sobre sus otros hijos, hasta dejarlo sin familia. Investigando "el caso Cañas" Página/12 desembocó en la historia oculta de los Videla. En la investigación -que continúa- colaboraron casi treinta personas, entre voluntarios y testigos de La Plata, Mercedes, Luján, el pueblo de Torres y la propia Colonia. La mayoría no quiere ser mencionada. Y algunos, incluso, temen ser indirectamente identificados.

La casa de los muertos
Como muchos proyectos argentinos, la Colonia Montes de Oca para enfermos mentales empezó como una bella utopía y acabó en la crónica roja. Fue fundada en 1915 por el profesor Domingo Cabred con una concepción de avanzada: ubicar a los pacientes (especialmente oligofrénicos) en un ámbito natural hermoso donde pudieran realizar inclusive algunas tareas rurales muy sencillas y asi resocializarse.
La Colonia fue establecida en un predio generosamente arbolado de 240 hectáreas, ubicado en las afueras del pequeño pueblo de Torres, a 12 kilómetros de Luján. Allí se alzó el elegante edificio victoriano de la dirección y doce amplios pabellones que debían albergar a unos mil a mil doscientos internos. Medio siglo más tarde algunos techos se habían caído, como los azulejos de baños y cocinas. Por las noches reinaba una tiniebla atravesada de gritos y llantos aniñados; en los veranos el hedor era insufrible y en los inviernos, sin calefacción, el frío entraba por las ventanas rotas. Dos personas, por turno, debían atender a 100 enfermos por cada pabellón.
La comida fue empeorando con los años y varios enfermos murieron de inanición. Aunque a uno de ellos, piadosamente, le pusieran en el certificado de defunción que había sido a causa de un cáncer. En los setenta la Colonia era, según la gráfica descripción de su interventor actual Alberto Desouches, "un depósito de cadáveres".
En los ochenta y en los noventa la "Casa de los Locos" fue intervenida por la autoridad administrativa e investigada por la justicia. No solo había abandono de los pacientes sino denuncias sobre tráfico de órganos y de bebés, violación de menores, asesinatos disfrazados de muertes naturales y un eterno despojo de un presupuesto que hoy alcanza a la respetable suma de 35 millones de pesos anuales. Cada año la Colonia vomitaba casi cien cuerpos, muchos de ellos con el rótulo NN, al cementerio de Luján. Pero cada año, también, aparecían cadáveres en el campo, en las cloacas o en una ciénaga pestilente, que ocupa 20 hectáreas.

"Un chico rubiecito"
A fines de los sesenta, cuando Videla y su mujer internaron a su hijo Alejandro, la Colonia no había llegado aún a esas cotas de horror. La gobernaba un interventor militar, un coronel médico de apellido Vergara, que para algunos antiguos empleados, hoy jubilados, fue de uno de los mejores directores que pasaron por el establecimiento. Sin embargo, todas las personas consultadas por Página/12 (profesionales y empleados de la Colonia Montes de Oca) coincidieron en un mismo sentimiento: ninguno hubiera dejado en semejante lugar a un hijo suyo por grave que fuera su patología. "Los enfermos que van allí -dijo un antiguo empleado ya jubilado- suelen ser gente muy pobre, que la familia abandona. En cambio Videla, que ya era coronel o general, ganaría un sueldo lo suficientemente holgado como para tenerlo mejor."
Un psiquiatra que entró al lugar en los setenta y ya no trabaja más en la Colonia, fue más a fondo: "Imagínese el frío, las mesas y sillas de mármol desechos como en el Hotel de Inmigrantes, los internos que no controlan los esfínteres. El chico de Videla no estaba en ningun lugar privilegiado, sino en el Pabellón número 7, el de los oligofrénicos profundos, que de día y de noche suelen vagan por los campos hasta que cada tanto alguno se cae en un pozo o en la laguna y se ahoga. En la Colonia, el chico de Videla estaba como uno más. Democráticamente. Y mire que paradoja: tal vez la única vez en que Videla fue democrático fue para mandar a su hijo a un manicomio".
Un viejo empleado, que trata de defender "la imagen de la Colonia" en la que trabajó durante tres décadas, recuerda que el muchacho ("que tendría unos quince a diecisiete años cuando fue internado") era "rubiecito, a diferencia de su padre".
Los recuerdos se dividen, en cambio, a la hora de puntualizar si los dos padres visitaban a su hijo. Todas las fuentes consultadas aseguran que el militar, que todavía no era comandante en jefe ni dictador, concurría a un par de veces por mes. Iba los domingos, que es cuando hay menos personal y siempre de civil. Algunos dicen que lo hacía en un Renault 4 L blanco. Dos fuentes de la época aseguraron a Página/12 que la madre, Alicia Hartridge, no visitó nunca al hijo escondido. Otra declaró, en cambio, que ella lo iba a buscar al pabellón y lo llevaba hasta el auto, donde lo estaba esperando su padre. Una persona, que brindó valiosos datos, pero todavía teme a las represalias de los militares y no quiso ser identificada, hizo esta reflexión: "Yo no sé si no es peor que fueran a visitarlo a que no fueran. Porque veían donde lo dejaban y sin embargo ponían la primera y se iban, sin él".

El hijo escondido
El viernes último, cuando este diario le pidió al interventor de la Colonia que abriera los registros para verificar los datos de ingreso y egreso por fallecimiento de Alejandro Videla, el doctor Desouches señaló que ya estaba cerrado el archivo (había pasado el horario reglamentario de las 14 horas), pero que con todo gusto los daría la semana entrante, cuando estuviera presente la persona a cargo, que es un veterano de la institución. Esta persona, a la que el interventor consultó por teléfono, creyó recordar que el joven "de unos 19 o veinte años" habría muerto en 1970. Ese año el entonces coronel Jorge Rafael Videla fue designado jefe de operaciones del Tercer Cuerpo de Ejército con sede en Córdoba. Seis años más tarde, ascendido a teniente general, daba el golpe más sangriento de la historia argentina.
Si el dato del fallecimiento es correcto, sorprende encontrar en algunas biografías oficiales distribuidos a la prensa en tiempos de la dictadura la siguiente mención familiar, en tiempo presente: "casado con Alicia Raquel Hartridge, tiene siete hijos". Más elocuente todavía, en el escamoteo del hijo muerto en la "Casa de los locos", fueron algunas revistas de la época, como Para Ti, que trabajaba orgánicamente con los servicios militares y, en febrero de 1979, publicó una cover story titulada "Jorge Rafael Videla en familia", profusamente ilustrada con fotos de hijos y nietos, todos muy felices, en un lugar tan distinto a Montes de Oca como puede serlo la residencia de Olivos. En la parte titulada "El esposo" se dice que los Videla se casaron el 7 de abril de 1948 y "luego llegaron los siete hijos y treinta años de matrimonio". Sugestivamente, en las fotos donde aparece la familia reunida, los epígrafes hablan de "los hijos", como si estuvieran todos (es decir los siete de que se habla), pero sólo identifican a cinco de ellos. En ningun lado se habla de un hijo ya fallecido. Tal vez porque nunca vivió. Y sería, como lo graficó una enfermera, "el único inocente, pobrecito".
Ha sido tan hondo el misterio que guardó su corta existencia que aún cuesta encontrarlo en la muerte. Página/12 hizo un recorrido por el cementerio de Mercedes, donde según algunas fuentes estaría enterrado, y no figuraba en los registros. En cambio pudo recoger toda clase de versiones que, en algunos casos, llegaron a la exageración de la leyenda: "Dicen -comentó un mercedino- que está enterrado en la quinta de los Videla".

Etiquetas:

jueves, agosto 14, 2008

EL TEMA DE L A SEMANA - Chico Buarque Com Açúcar, Com Afeto

EL AMOR CONTRA TODA RAZÓN
La mujer que le conoce todos sus defectos: que sabe perfectamente que él le miente, que prefiere pasar el tiempo charlando con sus amigos, mirando a las otras mujeres que vuelven de la playa, y que va a volver, como siempre, pidiendo perdón y jurando que no lo va a hacer más. Para que ella, una vez más, transida de amor, lo perdone. Un clásico de tantas comedias y alguna novela.
¿No es acaso el amor con el que un hombre siempre soñó?
Crab confiesa que una vez una brasileña lo amó así. Y era toda una belleza, pero claro, nada es gratis, y finalmente terminaba pasando la factura por toda su constancia. Y no fue.
Como siempre la letra, para, además de cantarla, entender alguna sutileza. Y entender porqué Chico aparte de ser un cantante comunicativo y convincente, es sobre todo un gran poeta.

Com Açúcar, Com Afeto
Chico Buarque

Composição: Chico Buarque

Com açúcar, com afeto, fiz seu doce predileto
Pra você parar em casa, qual o quê
Com seu terno mais bonito, você sai, não acredito
Quando diz que não se atrasa
Você diz que é um operário, sai em busca do salário
Pra poder me sustentar, qual o quê
No caminho da oficina, há um bar em cada esquina
Pra você comemorar, sei lá o quê
Sei que alguém vai sentar junto, você vai puxar assunto
Discutindo futebol
E ficar olhando as saias de quem vive pelas praias
Coloridas pelo sol
Vem a noite e mais um copo, sei que alegre ma non troppo
Você vai querer cantar
Na caixinha um novo amigo vai bater um samba antigo
Pra você rememorar
Quando a noite enfim lhe cansa, você vem feito criança
Pra chorar o meu perdão, qual o quê
Diz pra eu não ficar sentida, diz que vai mudar de vida
Pra agradar meu coração
E ao lhe ver assim cansado, maltrapilho e maltratado
Ainda quis me aborrecer, qual o quê
Logo vou esquentar seu prato, dou um beijo em seu retrato
E abro os meus braços pra você

Etiquetas:

lunes, agosto 11, 2008

Seguimos con los cordobeses

Dos neros:
-che, tanto que no venis al boliche.
-conseguí trabajo
-que asís?
-pelo papas.
-¿en un restaurant?
-no, si vuá a ser en el vaticano.

El negro consiguió un fitito y salió a los piques. Al doblar la esquina se subió por supuesto a la vereda, se llevò por delante el kiosko de diarios y volcó, quedando el auto tapado de diarios. Pasa el nero amigo y le pregunta:
-Negro, ¿volcaste?
-No, si le vuá a estar cambiando los pañales...

En una avenida bacana, resbaló la mucama de un 4o. piso y cayó del balcón. Con suerte, ya que fue a dar dentro de esos grandes canastos para la basura.
Pasó un nero que venía de una larga noche de copas, remamao, le levantó la pollera: -ve, estos cordobeses ricos, lo que tiran, si este culo està bueno todavía.

Subió el nero cordobés, boxeador fachero, al ring, todo ataviado de blanco, se arrodilló y persignó, de la popular le gritaron:
-Nero, ¿viniste a boxear, o a tomar la primera comunión?

Etiquetas:

viernes, agosto 08, 2008

¿Pekín o Beijing?

La capital de Inglaterra es Londres, no London. La de Rusia es Moscú, no Moskvá. La de Baviera es Múnich, no München. La capital de China, en español, es Pekín, aunque en chino mandarín –transliterado allá al alfabeto latino– sea Beijing ( “capital del norte”, que se pronuncia aproximadamente “peiying”).
Cuando el nombre de una ciudad (y de cualquier cosa) tiene un modo de decirse en español, digámoslo en español. En la transliteración de Beijing, la be no es la nuestra, ni la jota, ni desde luego las vocales: esa palabra no está en nuestra lengua.
El nombre de Pekín, en cambio, ha existido en español por siglos. Las Academias de la Lengua Española y la Real Academia Española publicaron en 1999 una Ortografía de la lengua española donde todas esas instituciones estuvieron de acuerdo, entre ellas la Academia Mexicana.
Las agencias noticiosas internacionales, cuando la matanza de la Plaza Tiananmén (4-VII-1989), pusieron de moda llamar Beijing a Pekín, y muchos creyeron que el Estado chino había cambiado oficialmente el nombre de su capital –como sí hizo en 1928, cuando la bautizó Peiping (??, “paz del norte”; en otros tiempos se llamó también Tatú, Chongtú, Kanbalik, Suntién...).
Desde entonces casi todo el mundo ha persistido en el error.

miércoles, agosto 06, 2008

Help!

¿Qué se le puede decir a la persona que uno más quiere, si se olvida de felicitarla en el día de su cumpleaós?

Etiquetas:

domingo, agosto 03, 2008

Las boludeces consabidas

Entre las muchas boludeces llenas de lugares comunes y apelaciones sentimentaloides que me suelen mandar, y que desecho a primera lectura, éstas, sin escapar demasiado a la regla, contiene algunas reflexiones interesantes.

A medida que crecemos, aprendemos que incluso la única persona que nunca hubiéramos supuesto que lo haría, probablemente lo hará.
Tu corazón se romperá probablemente más de una vez, y cada vez es más doloroso. También, a tu vez, romperás corazones, de modo que recordá lo que se siente cuando rompen el tuyo.
Te pelearás con tu mejor amigo.
Culparás a un nuevo amor por las cosas que te hizo uno viejo.
Llorarás porque el tiempo pasa demasiado rápido, y eventualmente perderás a alguien que amás,
Así que sacá muchas fotos, reí todo lo que puedas, y amá como si nunca te hubieran herido, porque cada 60 minutos que pasás enojado es un minuto de felicidad que nunca recuperarás.
No tengas miedo de que tu vida se termine.
Tené miedo de que nunca la recuperarás.

Etiquetas:

sábado, agosto 02, 2008

Jesús y los niños italianos

MI amiga cordobesa (quien va a terminar por fin escribiénome el blog) me manda ahora esta encuesta hecha por el Corriere.
Hace muchos años, un maestro uruguayo publicó un libro que se llamaba "Qué porquería es el glóbulo" con una idea similar.
Pero adelante con los niños italianos.

El diario italiano Corriere della Sera publicó en su edición electrónica de fin de semana una encuesta muy divertida.
Se trata de opinar sobre la relación de los niños italianos con el Niño Jesús.
Los lectores deben elegir entre frases extraídas del libro: "Caro Gesù: la giraffa la volevi proprio così o è stato un incidente?" (Querido Jesus, la jirafa, ¿la querias así, o fue sólo un accidente?), recién publicado por la editora Sonzogno.
Es una colección de lo que acostumbran escribir en las redacciones de la escuela, en las clases de catecismo o en las postales de fin de año.
En Italia, Papa Noel no cuenta en el imaginario infantil, y el Niño Jesús es una poderosa competencia del buen vecino nórdico.
Escoja usted también su frase favorita.

"Querido Niño Jesús, todos mis compañeros en la escola le escriben a Papá Noel,
pero yo no confio en ese.
Te prefiero a vos.“
(Sara)

"Querido Niño Jesús, muchas gracias por el hermanito.
Pero en realidad yo había rezado para tener un cachorrito."
(Gianluca)

"Querido Jesús, ¿por que no estás inventando ningún animal nuevo en los últimos tiempos?
La gente ve siempre los mismos."
(Laura)

"Querido Jesús, por favor, poné un poco más de feriados entre la Navidad y la Pascua.
En el medio, ahora no hay nada.“
(Marco)

"Querido Jesús, el padre Mário es amigo tuyo, o
es sólo un compañero de trabajo?“
(Antonio)

"Querido Niño Jesús, por favor, mándame un cachorrito.
Yo nunca pedi nada antes, puedes confiar.“
(Bruno)

"Querido Jesús, tal vez Caín y Abel no se hubieran matado si hubieran tenido un cuarto para cada uno.
Conmigo y mi hermano funciona."
(Lorenzo)

"Querido Jesús, me gusta mucho el padrenuestro.
¿Lo escribiste todo de una sola vez, o tuviste que andar corrigiendo?
Cualquier cosa que escribo la tengo que rehacer un montón de veces."
(Franco)

"Querido Jesús, estudiamos en la escuela que Thomas Edison inventó la luz.
Pero en el catecismo dicen que fuiste vos.
Para mí que él te robó tu idea.“
(Daria)

"Querido Jesús, en vez de hacer que las personas mueran y de crear personas nuevas, porqué no te quedas con las que ya tienes?"
(Marcello) javascript:void(0)

"Querido Jesús, ¿sos en verdad invisíble o es sólo un truco?"
(Giovanni)

Etiquetas:

viernes, agosto 01, 2008

EL TEMA DE L A SEMANA - Louis Armstrong y sus Hot Five - Saint James Infirmary Blues

Un viejo blues, de autor anónimo, en una curiosa versión de los Hot Five, donde no canta Armstrong, sino Kid Ory, quien tiene a su cargo también el magnífico solo de trombón introductorio. Luego Lill Armstrong, buena pianista, en un breve pasaje, y el final de Armstrong con trompeta asordinada.

Como siempre, la letra para quienes gusten acompañar:

SAINT JAMES INFIRMARY BLUES
Folks, I'm goin' down to St. James Infirmary,
See my baby there;
She's stretched out on a long, white table,
She's so sweet, so cold, so fair.

Let her go, let her go, God bless her,
Wherever she may be,
She will search this wide world over,
But she'll never find another sweet man like me.

Now, when I die, bury me in my straight-leg britches,
Put on a box-back coat and a stetson hat,
Put a twenty-dollar gold piece on my watch chain,
So you can let all the boys know I died standing pat.

Folks, now that you have heard my story,
Say, boy, hand me another shot of that booze;
If anyone should ask you,
Tell 'em I've got those St. James Infirmary blues.

Cuentos cordobeses

Una muy querida amiga, cordobesa (gracias, Maru), me manda estos chistes de allá. Algunos son muy buenos, otros directamente los suprimí.
Pero cuando uno está abúlico y sin ganas de nada, vienen bien estas cosas para (intentar) mantener vivo el blog.
Gracias por seguir acompañándonos.

HUMOR CORDOBÉS

Había un negro arriba de una higuera, y otro que pasaba le pregunta...
- ¡Che, Nero! ¿qué hacé aí arriba...?
Y el de arriba le contesta:
- Estoy comiendo mandarinas...
El guaso le dice:
- Pero si eso es una higuera...
- Y a mí que me importa, si las mandarinas las traigo en el bolsío...

Una mujer va a ver a un dentista de Nueva Córdoba porque estaba con unos dolores de muela terribles. Temblorosa le dice al odontólogo mientras se sienta:
- Mire doctor, tengo tanto miedo que no sé si prefiero sacarme la muela o tener un hijo.
El dentista le responde:
- Bueno, señora. Decídase de una vez así sé en qué posición pongo el sillón...

Conversaban dos mujeres en la feria:
- Por fin mi marido consiguió trabajo en una fábrica.
- ¿Y cómo anda en su nuevo empleo?
- Como pe' en el agua.
- ¿Qué hace?
- Nada.

Llega el negro a la fábrica a buscar trabajo, el gerente le dice:
- Lo que pasa es que acá hay poco trabajo....
- ¡Justo es eso lo que ando buscando!

- ¿En qué andás ahora, varón?
- Artículos del hogar, macho.
- ¿Estás de vendedor en algún negocio o te pusiste un boliche por tu cuenta?
- Ninguna de las dos cosas. Estoy vendiendo todo lo que tengo en casa.

Un comerciante se lamenta ante su vecino:
- ¡No sé qué voy a hacer! ¡Voy derecho a la quiebra, estoy lleno de deudas!
- ¿En cuánto estima sus deudas?
- ¿Estimarlas? ¡Las odio, las odio!

La mujer prueba el whisky de su marido y hace un gesto de asco:
- ¡No sé cómo te puede gustar esta porquería!
- ¿Ahora te das cuenta el sacrificio que tengo que hacer para chuparme?

Al negro Juan lo internaron con una tos bárbara. La enfermera comenta con otro paciente:
- Este tipo nos va a volver locos. No sabemos qué darle para que no tosa más.
- Y... dele una purga, señorita.
- Pero una purga no lo va a curar...
- No. Pero se va a cuidar mucho de toser.

Cómo sería de mala aquella suegra que cuando murió, le pusieron este epitafio:
¨Aquí descansa doña Juana Eleuteria Inchona. En casa descansamos todos.

Un cordobés manda un fax desde Buenos Aires a la Docta advirtiendo a su amigo:
¨Perdí el tren, salgo mañana a la misma hora.
El amigo le contesta:
¨Macho, no salgái a la misma hora que te lo vai a volver a perder.

En el cuartel:
- Tome el clarín y salga.
- ¿Toco diana, mi sargento?
-No, si vai a leer el horóscopo.

Llega un tartamudo, 'el lengua e' matraca' a una pajarería:
- Qui...qui...quiero u...u...un lo.....ro que...que....que ha...hable.
- Hablá bajito, macho, que me vai a echar a perder la mercadería.

Con el lustrabotas:
- Viejardos los timbos, ¿no?
- Sí, ¿cómo lo sabe?
- Le estoy lustrando las uñas.

Un valor entra en un restorán bacán, se sienta y llama al mozo:
- ¿Me traí una tortilla de papa, nero?
- ¿El señor la prefiere a la portuguesa o a la española?
- E' igual varón, yo la quiero pa' comela, no pa' charlá.

- Mozo, hay una mosca en mi sopa.
- ¿Se la saco?
- No macho, ponele cubierto.

Estaban los encargados de Obras Sanitarias destapando una boca de tormenta con un cable. Pasa un valor en un rastrojero y les dice:
- ¿Hay pique, muchachos?

- Mozo, ¿me puede traer un flan solo?
- No, ¡si te vua a pedir aiuda!

En la guerra:
- Saryent: he visto un nido de ametralladoras, ¿le tiro una granada?
- No, si vai a juntar los huevo...

Un nero entra a la farmacia:
- ¿Tení curita color piel?
- Cinta ailadora en la ferretería de la esquina, joven.

En pleno frente de combate:
- ¡Sargento, cúbrame con sus hombres!
- ¿Piensa atacar, capitán?
- No. Me vuá cambiar los calzoncio.

En el mercadito:
- Oiga, don Mario, ¿tiene fruta seca?
- Sí, tengo.
- Entonces métala adentro que tá por llover.

- Mozo, ¿marcha el pollo?
- No, si va a esperar el desfile del 25 de mayo.

En La Calera:
- Che, loco, me caso.
- ¿Si? ¿Con quién?
- Con la Rosita.
Riéndose:
- ¿Con la Rosita? ¡Pero si la Rosita ha andado con medio Calera!
- Bahhh... Pa lo grande que es Calera...

Un chupado va al almacén:
- Tío, ¿tiene vino de 5 litros?
- Sí, sí tengo. ¿Trajo el envase?
- Sí, con él estai hablando.

Dos Chupados:
- Che loco, ya hace como dos días que no tomo.
- ¿Cómo?
-Sí, mañana y pasado.

En la calle:
- Señor, le vendo un reloj.
- ¿Que marca?
- La hora, nero, ¿qué querí que marque?

Un nero en la caie estaba a los grito:
- VENDO PRESTOBARBA...VENDO PRESTOBARBA
- Che guaso, la vendei o la prestai?

- ¿Y su nene, señora?
- ¡Hace dos meses que camina!
- Caramba... habrá llegao lejos, ¿no?

En la corte:
- ¿Que hacía la noche del crimen?
- Estuve durmiendo, Usía.
- ¿Puede probarlo?
- Claro, tráigame una cama.

-Un valor, que hacía tres meses que no se bañaba, le pregunta al otro:
- Che, ¿de qué me podré disfrazar?
- Quedate como estái y decí que te disfrazaste de roquefort.

Etiquetas:

Adoos