Los íconos argentinos
Al gobierno de los K., que todos los días nos sacude con (al menos) alguna novedad, se le ocurrió designar esta vez cuatro íconos representativos de la cultura argentina: Gardel, Evita, El Che y Maradona (faltan Gatica y Palito). Para una feria del libro. O sea, un acontecimiento tirando a cultural.
La cosa da para el comentario, ¿no? El tema es por quién me siento yo representado. Aficionados a la música elegirían a Lalo Schifrin, otros a Piazzolla, si son más cultos a Martha Argerich, a Daniel Barenboim,
Los aficionados a la plástica tendrían también una lista que, como sería más grande y discutible, y además no es mi fuerte, omito.
Los burreros, por supuesto, a Leguisamo, a quien Gardel mismo, también burrero además de muchas cosas, cantó.
Los arquitectos también tendrían su lista. Tenemos gran cantidad de arquitectos famosos andando por el mundo
Los científicos, con sus tres premios nobel, también.
Y así...
Los elegidos, sin duda, responden a un gesto demagógico. Ningún peronista los rechazaría. Pero es sabido el desdén y la indiferencia que el peronismo ha tenido siempre para con la cultura.
Pero cuando uno elige a alguien para que represente a un país, debe considerar que lo está erigiendo como ejemplo a ser imitado.
Veamos los ejemplos que se nos proponen:
Gardel. Un cantante exitoso. Su temprana muerte contribuyó a la creación del mito. Su actuación pública, fuera del arte, no puede ser propuesta de ningún modo como ejemplo. Utilizado políticamente por los conservadores, a quienes sirvió de buen grado, no hay en su vida mucho de ejemplar. Digamos que era un tipo al que le gustaba andar de joda con los amigos, la vida nocturna y... ¿las mujeres (no hay muchos datos)? Como actor, cuando uno ve su constante y deplorable sobreactuación que mueve a risa (ojo que ya en esa época el cine norteamericano tenía excelentes figuras para tomar como ejemplo), de modo que lo único que queda es su canto. Personalmente, considero que hubo excelentes cantores en su época, como Magaldi, que no tuvieron la suerte de morir en un accidente. Es cierto que todos los cantantes posteriores, creado ya el mito, tenían que elegir entre imitarlo, o proponer un anti-Gardel, lo que los ponía ante una difícil opción. La mayoría optaba por el camino más fácil. De cualquier forma, no me siento representado, como argentino, precisamente por Gardel.
Evita, la abanderada de los humildes. Quien ve sus famosos vestidos de Dior, sus joyas, su colección de zapatos, no puede dudar de qué era lo que realmente hubiera querido ser. Si bien debemos reconocer que se disfrazaba muy bien para cada ocasión. También su cruel muerte la salvó del destino oscuro al que ya había sido condenada (todavía el ejército podía tener la última palabra en cuanto a quién podía integrar una fórmula presidencial), pero la elevó también a la categoría de mito. No siento que Evita me represente. Y así sentirán estoy seguro, la mitad de los argentinos.
Maradona. Bueno. ¡Qué decir de Maradona! Está todo dicho y escrito. Y la mayor parte la escribió él. Maradona no es ejemplo de nada. O mejor dicho, es justamente el ejemplo que hay que tomar para hacer exactamente lo contrario. Además, yo que los vi actuar a los dos, me quedo con Pelé (este post se me ocurre que va a despertar polémicas).
Y dejé para el final el Che, quizás el único que podría representarme, para mi gusto. Siempre me gustó su bajo perfil, su humildad, la auténtica actitud del revolucionario que lucha con honestidad por un mundo mejor. Dejando de lado todas las hipótesis sobre el porqué de su venida a Bolivia, quien lee su diario encuentra un montón de señales que preanuncian la tragedia. Es un relato constante de desencuentros, de fallas de organizaciòn, de traiciones, de deserciones, que le hacen preguntarse al lector: pero ante toda esa serie de señales que le indicaban que la cosa no iba, que se encaminaba al fracaso y a la destrucciòn total e inexorable de su guerrilla, ¿por qué siguió adelante, pese a todo? Ésa es la falla que señalo en el Che, la falta de percepciòn de la realidad, el empecinamiento en una lucha cuya consecuencia segura era la derrota y la muerte. Yo hubiera querido que se hubiera retirado vivo de Bolivia, y tenerlo todavía acompañándome con su humanidad, con su bondad, con su humildad, con su conciencia verdaderamente revolucionaria (y no como tantos que cacarean su espíritu revolucionario desde las mesas de Puerto Madero o Palermo Holliwood).
Claro, me he extendido en demasía, pero los personajes dan para escribir más de un libro, lo que otros ya han hecho con más datos y mejor estilo.
Yo sólo quería expresar mi sentir, porque la causa lo merece.
Y hubiera puesto sólo a Borges. Pero ya sabemos que el peronismo lo odia.
Etiquetas: Un cacho de cultura.
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