Mascaró


Alea jacta est

Crab no se responsabiliza por las opiniones vertidas en este blog, que a veces ni siquiera comparte.

No toda la información aquí publicada ha sido debidamente chequeada. Ley 23444.

La idea de este blog es crear un espacio amable y compartir recuerdos, puntos de vista o apreciaciones con gente amiga o en proceso de serlo. Por tal motivo queda prohibido el acceso de energúmenos, cuyos comments serán eliminados. Crab atenderá y contestará por línea directa (ver Perfil) a todos los que quieran insultarlo, amenazarlo, amedrentarlo, despreciarlo o menoscabarlo. Quienes busquen sus efímeros 15´ de fama aquí, no los encontrarán.

Los contenidos de esta página pueden afectar creencias tradicionalmente aceptadas respecto de cualquier institución, grupo o individuos, tales como el estado, el gobierno, la iglesia, el sindicalismo, las fuerzas armadas, la familia, el capitalismo, el imperialismo, las madres de Plaza de Mayo, la Asociación Argentina de Fútbol, el Ejército de Salvación, la Organización Scoutista Argentina, los homosexuales, los negros, los judíos y los chinos. El acceso a la misma por parte de menores de edad queda librado por lo tanto a la responsabilidad y vigilancia de los señores padres.

martes, noviembre 30, 2010

El cinismo de EEUU

Todos están azorado con las revelaciones de Wikileaks, que llenan los titulares de ayer y hoy, menos Crab.

Porque ¿revelan acaso algo que no supiéramos ya?

La política externa de EEUU fue siempre de apoyo a sus intereses, y variando conforme los mismos (y los tiempos) iban cambiando.

En un principio era el comunismo: todo debía estar supeditado a combatirlo.

Así, el apoyo a todos los sangrientos dictadores latinoamericanos, asiáticos y africanos.

En aquellas épocas de mayor sinceridad, el Presidente Roosevelt defendía al dictador Somoza afirmando: "sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.

Intervenieron en el derrocamiento del presidente de Guatemala, Jacobo Arbenz y su substitución por una brutal dictadura militar. Arbenz había expropiado 390.000 Hs. de la United Fruit, que convenció al gobierno de Estados Unidos de que Arbenz era comunista.

Provocaron en Chile la destitución y asesinato de Salvador Allende, poniendo en su lugar a otro sangriento dictador, Pinochet.

En Bolivia, derrocan a los presidentes democráticos Paz Estensoro y Siles Suazo.

En Cuba, apoyaron a Batista hasta la llegada de Castro, a quien hostilizan desde entonces, intentando invadirlo en Bahía de los Cochinos, fracasada misión organizada por la CIA.

Invaden Granada con 7.000 marines para derrocar y asesinar a su presidente democráticamente elegido Maurice Bishop.

ídem en Guayana, contra el presidente Cheddi Jagan.

En Haití, apoyan el sanguinario Duvalier, quien es reemplazado a su muerte por Raúl Cedrán, elegido democráticamente. Lo derrocan.

La aburrida y reiterada lista sigue con Honduras, Méjico (al que le robaron medio país), Paraguay, Perú, Dominicana, Venezuela…

Y esto comprende tanto a sus presidentes republicanos como a los demócratas, lo que demuestra su coherencia en cuanto a sus apetencias imperiales y a sus creencias respecto a su misión en el mundo.

Todo esto acompañado siempre por su cinismo. Foster Dulles denomina a Centro y Sudamérica como “su patio trasero”.

Ahora, Hillary, en una declaración increíble, sostiene, entre otras cosas:

“No es un ataque a la política exterior de EEUU, es un ataque a toda la comunidad internacional”. “Pedimos disculpas por la divulgación de informaciones confidenciales”. “Desearía que seamos capaces de ir más allá de todo y volver a trabajar juntos en nombre de nuestros objetivos comunes”.

“Nuestra política es un asunto público, como se demuestra en nuestras declaraciones y en nuestros actos”.

Lo que, bien entendido, quiere decir: Ojo: no nos atacan sólo a nosotros, nos atacan a todos (o sea, el clásico “matemos al mensajero”). No pedimos disculpas por las cosas que dijimos, pedimos disculpas por su divulgación. No les den importancia a esas boludeces, tenemos miras superiores (¿todos nosotros, o sólo ustedes?). Nuestra política es un asunto público. Claro, de nuestro público, no del de ustedes. Y sí, se demuestra en nuestras declaraciones y en nuestros actos.

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lunes, noviembre 29, 2010

Muñecas inflables

Hace unos 40 años, comenzó a hablarse de las muñecas inflables.

Primero eran materia de chistes, luego de ficciones. Por fin, comenzaron a aparecer en películas, siempre como objeto de broma.

Crab no conoce a nadie que tenga una de esas muñecas. O por lo menos, no conoce a nadie que se atreva a confesarlo, y eso que tiene montones de amigos que son capaces de cualquier cosa con tal de tener sexo.

Hay un gran variedad de desviaciones sexuales (si no, preguntar al papa, que tiene flor de lío con los paidófilos), algunas buenas y aceptables, y otras decididamente repugnantes (la zoofilia, p.e.); las muñecas, aunque más benigna, no nos engañemos, sería una de ellas. Crab personalmente prefiere las mujeres de carne y hueso, y piensa que ha sido una gran idea eso de que existan los hombres y las mujeres.

Pero no obstante parece que existe bastante clientela para las muñecas. La suficiente como para que los suecos hayan decidido diseñar y fabricar una high tech, con asombrosas cualidades.

Como éste sitio no se dedica a la pornografía, lamentamos no publicar las atractivas y detalladas fotos que acompañan su descripción, nos limitamos a reproducir una modosamente vestidita. Pero nada nos impide señalar algunas (lo confieso, muy atrayentes) características.

De origen sueco y hechas en silicona, sus tamaños varían entre 1,50 y 1,75 cmts. La textura es un 99,8 similar a la piel humana, y tienen una durabilidad de dos años de uso constante y diario.

Son completamente regulables: basta colocarla en la posición adecuada y ella se acomoda sola.

Tiene 100 sensores a través de todo el cuerpo, 30 de ellos ubicados en las zonas erógenas. Cada censor hace que se mueva de alguna forma, y pueden existir hasta 20 combinaciones simultáneas.

Al ser penetrada, emite un leve sonido de placer. Viene con un receptor de sonido en las orejas que reconoce hasta 16 comandos (español incluido). Posee una personalización extrema, ya que escuchará sus órdenes a 2 mm. de distancia.

De cualquier modo, cuando le haga cualquier pulsación en sus zonas erógenas, emitirá dulces quejidos de placer.

Además de eso, se humedece solita con toda facilidad: basta un suave masaje por cualquiera de sus sensores.

Y lo más importante: viene con una contraseña de uso (ver instrucciones). La misma es personal e intransferible, a menos que usted quiera compartir su uso.

Sus principales características:

3 entradas operacionales (vagina, poto y boca).

Posibilidad de girar en 360º la cabeza (para variar un poco).

5 modelos de nacionalidades (japonesa, latina, sueca, africana y americana)

Las medidas de: pecho, cadera, color de piel, de ojos, de cabellos, son a pedido. Los pelos del pubis pueden ser afeitados o recortados a modelo cero, punk, rasta, etc.

Ventajas adicionales:

No es eléctrica (¡Qué alivio!, ¿no? Seguro pensó que podría tener un cortocircuito).

No falla nunca.

No menstrúa.

No se enferma.

No es celosa.

No mira novelas, y no se incomoda si uno mira fútbol.

No se compra ropa ni zapatos.

No tiene madre (esto es importantísimo).

No va a salones de belleza.

No pide dinero para ir de Shopping.

No tiene dolores de cabeza.

No engorda ni envejece.

Usted nunca tendrá suegra ¡piense en eso!

El único inconveniente es que cuesta 50.000.- dólares

Crab quiere señalar una ventaja que no se ha enumerado: NO HABLA. Por lo tanto, se quedará callada una vez que todo ha concluído.

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viernes, noviembre 19, 2010

El corazón verde - Felisberto Hernández

Hoy he pasado, en esta pieza, horas felices. No importa que haya dejado la mesa llena de pinchazos. Lo único que siento es tener que cambiar el diario que la cubre; hace tiempo que está puesto y le he tomado simpatía; es de un color verdoso, las letras grandes de los títulos son de color naranja y tiene la fotografía de unos quintillizos. Cuando la tarde estaba terminando y se apagaba un poco el gran calor, yo venía hacia mi pieza cansado de caminar. Había ido a pagar una cuota de un sobretodo comprado en invierno. Estaba un poco decepcionado de la vida pero tenía cuidado de que no me pisaran los vehículos; pensaba en mi pieza y recordé las cabecitas peladas de los quintillizos como si fueran las yemas de cinco dedos. Cuando ya estaba en mi cuarto con los brazos desnudos sobre el diario verde y un pequeño círculo de luz daba sobre los libros de colores, abrí una caja de lápices y saqué mi alfiler de corbata. Lo di vuelta entre mis manos hasta que se me cansaron los dedos y distraídamente pinchaba el diario en los ojos de los quintillizos.

Primero ese alfiler había sido una pequeña piedra verde que el mar había desgastado dándole forma de corazón; después la habían puesto en un prendedor y el corazón había quedado emplomado entre el cuadrilátero del tamaño de un diente de caballo. Al principio, mientras yo le daba vuelta entre mis dedos, pensaba en cosas que no tenían que ver con él; pero de pronto él me empezó a traer a mi madre, después a un tranvía a caballos, una tapa de botellón, un tranvía eléctrico, mi abuela, una señora francesa que se ponía un gorro de papel y siempre estaba llena de plumitas sueltas; su hija, que se llamaba Ivonne y le daba un hipo tan fuerte como un grito, un muerto que había sido vendedor de gallinas, un barrio sospechoso de una ciudad de la Argentina y donde en un invierno yo dormía en el suelo y me tapaba con diarios, otro barrio aristocrático de otra ciudad donde yo dormía como un príncipe y me tapaba con muchas frazadas, y, por último, un ñandú1 y un mozo de café.

Todos estos recuerdos vivían en algún lugar de mi persona como en un pueblito perdido: él se bastaba a sí mismo y no tenía comunicación con el resto del mundo. Desde hacía muchos años allí no había nacido ninguno ni se había muerto nadie. Los fundadores habían sido recuerdos de la niñez. Después, a los muchos años, vinieron unos forasteros: eran recuerdos de la Argentina. Esta tarde tuve la sensación de haber ido a descansar a ese pueblito como si la miseria me hubiera dado unas vacaciones.

En muchos años de mi niñez nosotros vivíamos en la falda del Cerro. La gente que subía la calle de mi casa llevaba el cuerpo echado hacia adelante y parecía que fuera buscando algo entre las piedras; y al bajar llevaban el cuerpo echado hacia atrás, parecían orgullosos y tropezaban con las piedras. De tarde mi tía me llevaba a unos morros que estaban cerca de la fortaleza. Desde allí se veían los barcos del dique, con muchos palos grandes y chicos con espinas de pescados. Cuando en la fortaleza tiraban el cañonazo de la entrada del sol, mi tía y yo empezábamos a bajar.

Una tarde mi madre me dijo que me llevaría a casa de una abuela que vivía en la dársena y que vería un tren eléctrico; sin embargo esa mañana yo me había portado mal; me habían mandado a buscar almidón en caja; pero yo lo traje suelto y me retaron; al ratito me mandaron a buscar yerba y como yo la quería en caja, los almaceneros, que eran amigos de casa, me la pusieron en una caja de botines; pero yo había cometido otra falta: me volví a casa con "la plata" y me retaron porque no había pagado; al rato me mandaron a buscar fideos con un peso; yo traje los fideos pero no quise traer el cambio porque eso era traer la plata y me retarían; en casa se alarmaron porque no había traído el cambio y me mandaron a buscarlo; entonces los almaceneros escribieron en un papelito algo que tranquilizó a mamá. Decía: "El cambio está entre los fideos."

Esa tarde todas las mujeres de casa quisieron ponerme un gran cuello almidonado que iba prendido a la camisa con botones de metal; la única que pudo fue otra abuela -ésta no vivía en la dársena ni llevaba en el pecho el corazón verde-; ésta tenía los dedos rechonchos y calientes y al metérmelos en el pescuezo para prenderme el cuello me había pellizcado la piel; yo me ahogué dos o tres veces y me habían venido arcadas.

Cuando salimos a la calle el sol hacía brillar mis zapatos de charol y a mí me daba pena tropezar con todas las piedras del camino; mi madre me llevaba de la mano y casi corriendo. Pero yo estaba contento y, cuando ella no contestaba a mis preguntas, me contestaba yo. De pronto ella me dijo:

-Cállate la boca; pareces el loco de siete cuernos.

Y enseguida pasamos por lo del loco. Era una casa sin revocar y muy vieja. En la reja de una ventana había latas atadas con alambres y detrás gritaba continuamente el loco llamando a la gente que pasaba. Él era grande, gordo y tenía una camisa a cuadros. A veces venía la mujer, que era chiquita y flaca, para hacerlo callar; pero enseguida él seguía gritando y de pronto los gritos eran roncos.

Después cruzamos frente a la carnicería: yo pasaba allí mañanas enteras esperando que me despacharan; la gente estaba callada; pero un mirlo cantaba fuerte, siempre el mismo canto, y yo me aburría mucho.

Al pie del Cerro estaba la calle donde pasaba el tren de caballos; primero se oía la corneta y después el ruido de los caballos, las cadenas y el látigo largo para alcanzar al cadenero. Yo me hinchaba en uno de los dos asientos largos para estar frente a la ventanilla. Y mucho rato después me tenía que tapar las narices porque pasábamos por los frigoríficos que había cerca de un arroyo. A veces, cuando el tren y los caballos hacían ruido sobre el puente, yo me olvidaba de taparme la nariz y enseguida sentía el olor. Esa tarde nos bajamos en el Paso Molino y mi madre entró en una confitería a conversar con la dueña. Pasado un largo rato, la confitera dijo:

-Su niño mira los caramelos.

Y señalando los boyones me preguntaba:

-¿Quieres de éstos?... ¿De estos otros?

Yo le dije a mi madre que quería la tapa del boyón. Se rieron y la confitera me trajo la tapa de otro que se había roto hacía poco. Mi madre no quería que yo fuera con aquello por la calle; pero la confitera lo envolvió, lo ató y le puso un palito para agarrarlo.

Cuando salimos era de nochecita y yo vi en medio de la calle un zaguán iluminado; mientras mi madre me llevaba hacia él yo miraba los vidrios de colores. Ella me decía que era un tren eléctrico. Pero como yo lo veía de la parte de atrás seguía pensando que era un zaguán. En ese instante tocaron un timbre, el "zaguán" soltó un suspiro fuerte y empezó a resbalar despacio hacia adelante. Al principio apenas se movía y las personas que alcancé a ver dentro de él iban quietas como muñecos dentro de una vidriera. Nosotros no llegamos a tiempo y al ratito el zaguán iba lejos y dio vuelta por entre unos árboles.

La casa de mi abuela quedaba en una calle cerca del puerto. Se entraba por un patio largo y teníamos que subir escaleras. Después pasamos por un comedor donde había una mesa con una fuente de pasteles. Mi madre me había encargado que no pidiera; entonces yo le dije a mi abuela:

-Si me dan, pido; si no, no.

A mi abuela le hizo mucha gracia y en una de las veces que me fue a besar le vi el corazón verde, se lo pedí y ella no me lo dio. Antes de cenar me dejaron jugar con una chiquilina que se llamaba Ivonne. La madre tenía en la cabeza un gorro de papel de diario y toda la cara y la pañoleta llenas de plumitas blancas muy chiquitas.

Esa noche antes de dormir vi en la pared una escalerita de luces que eran reflejo de las persianas. Después no me desperté a pesar de que todos se levantaron por el ruido que hizo la tapa del boyón cuando se resbaló de abajo de la almohada y se cayó al suelo. Al otro día, cuando tomaba el café con leche, sentía a cada momento un grito raro y me dijeron que era el hipo de Ivonne; parecía que ella lo hiciera por gusto. Esa mañana ella me convidó para ir a ver un muerto en las piezas del fondo. La madre no quería dejarla ir porque tenía hipo. Yo miraba el gorro de papel de la madre y esa mañana el color de las plumitas era violeta. Enseguida pensé en el muerto. Ivonne le decía a la madre:

-Mamá, es un muerto de confianza; es aquel viejito que vendía gallinas.

Ivonne me dio la mano y me llevó; yo tenía miedo y no soltaba la mano. El viejito estaba solo y tapado con un tul. Ivonne no sólo soltaba los gritos del hipo sino que quería apagar todas las velas que había alrededor del cajón. De pronto entró la madre, la agarró de un brazo y la sacó corriendo; y como yo estaba fuertemente agarrado a la mano de Ivonne, a mí también me llevaron.

Aquella misma mañana mi abuela me regaló el corazón verde; y hace pocos años, nuevos hechos vinieron a juntarse a esos recuerdos.

Yo estaba en una ciudad de la Argentina donde el encargado de arreglar mis conciertos había cometido errores desde el principio y al final no se había podido hacer nada. Mientras tanto tuve tiempo de ir descendiendo por todas las categorías de los hoteles del centro y al fin había caído en un barrio sospechoso de los suburbios, donde un amigo alquiló una pieza. A él los padres le habían mandado una cama y él me cedió un colchón. Hacía mucho frío y yo había gastado la mayor parte de mi dinero en comprar diarios viejos: los ponía abiertos encima de una cobija fina y arriba de ellos un sobretodo que me había prestado el encargado de mis conciertos. Una noche desperté a mi amigo con un grito feroz; yo también me desperté y me encontré poniendo una almohada en la pared: estaba soñando que allí había un agujero donde aparecía sonriendo un loco que tenía en la cabeza un gorro de papel de diario. Y después de pensar mucho en eso -no quería volver a dormirme porque tenía miedo de repetir la pesadilla- recordé el gorro de la mamá de Ivonne.

A los pocos días paseaba con tristeza entre las luces del centro de la ciudad, y de pronto decidí empeñar el corazón verde para ir al cine. Esa noche, después de la función me animé a pedirle dinero a otro amigo que tenía en Buenos Aires; ya le debía mucho, pero ahora me arriesgaría porque tenía casi arreglado un concierto en una ciudad vecina. Esa misma noche volví a pensar en el gorro de la mamá de Ivonne y decidí mandarle preguntar a la mía qué hacía aquella señora con las plumitas y el gorro de papel de diario. Es posible que mi madre lo hubiera sabido. También le dije que yo recordaba haber visto que la señora tironeaba algo que tenía en las faldas y yo había pensado que desplumaba a un animalito.

Cuando vino el dinero, rescaté el corazón verde y me fui a la ciudad vecina. Allí todo fue bien desde el principio y pude hospedarme en un hotel cómodo. Me habían dado una pieza con tres camas, una de matrimonio y dos de una plaza. Yo quería una pieza para mí solo y yo podía elegir la cama que quisiera. A la noche, después de una cena más bien exagerada, elegí la cama de matrimonio y puse en ella las frazadas de todas las camas. Los muebles eran de una vejez muy oscura y los espejos eran borrosos y veían mal la luz.

La tarde que di el primer concierto, tuve tiempo -antes que se cerraran los negocios- de comprar libros, lápices de colores para subrayarlos y un índice muy lindo al que después le buscaría aplicación. Apenas cené y me metí con los libros en la cama de matrimonio, pensé en el cine y no pude resistir a la tentación: me vestí de nuevo y fui a ver una película vieja en que unos enamorados se daban besos largos. Era muy feliz y no quería acostarme; fui a un café donde había un ñandú muy manso que vagaba a pasos lentos entre las mesas. Yo estaba distraído mirándolo y dando vuelta entre los dedos al alfiler de corbata cuando el ñandú vino apresuradamente hacia mí, me sacó de un picotón el corazón verde y se lo tragó. Mis ojos miraban con desesperación el alfiler bajando, como un bulto dentro de una media, por el cuello del ñandú; hubiera querido hacerlo correr hacia arriba; pero llegó el mozo del café y me dijo:

-No se preocupe.

-¡Pero, señor! ¡Si es un viejo recuerdo de familia!

-Escuche, caballero -me decía el mozo levantando una mano como el vigilante que detiene un vehículo-: el ñandú se ha tragado muchas cosas y siempre las ha devuelto. Quédese tranquilo, que mañana o pasado yo le entregaré su alfiler como si nada hubiera ocurrido.

Al otro día vi en los diarios las crónicas de mis conciertos. Pero uno de ellos traía en primera plana un título que decía: "La estadía del pianista depende del ñandú." Y el artículo estaba lleno de bromas.

Ese mismo día recibí carta de mi madre en que me decía que la mamá de Ivonne hacía cisnes de polvera, que los hacía de todos los colores y que los tironeos serían para sacar las plumitas del paquete, porque a veces venían muy apretadas.

Al otro día el mozo del café me trajo el alfiler y me dijo:

-Ya le había dicho yo, señor; el ñandú es muy serio y devuelve todo.

Para otra vez que vaya a descansar a ese pueblito de recuerdos, tal vez me encuentre con que la población ha aumentado; casi seguro que allí estará aquel diario verde y los quintillizos a quienes les pinché los ojos con el alfiler.

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miércoles, noviembre 17, 2010

Un poco conocido ensayo de Borges

COMO NACE UN TEXTO - por Jorge L. Borges


Empieza por una suerte de revelación. Pero uso esa palabra de un modo modesto, no ambicioso. Es decir, de pronto sé que va a ocurrir algo y eso que va a ocurrir puede ser, en el caso de un cuento, el principio y el fin. En el caso de un poema, no: es una idea más general, y a veces ha sido la primera línea. Es decir, algo me es dado, y luego ya intervengo yo, y quizá se echa todo a perder.

En el caso de un cuento, por ejemplo, bueno, yo conozco el principio, el punto de partida, conozco el fin, conozco la meta. Pero luego tengo que descubrir, mediante mis muy limitados medios, qué sucede entre el principio y el fin. Y luego hay otros problemas a resolver; por ejemplo, si conviene que el hecho sea contado en primera persona o en tercera persona. Luego, hay que buscar la época; ahora, en cuanto a mí "eso es una solución personal mía", creo que para mí lo más cómodo viene a ser la última década del siglo XIX. Elijo "si se trata de un cuento porteño", lugares de las orillas, digamos, de Palermo, digamos de Barracas, de Turdera. Y la fecha, digamos 1899, el año de mi nacimiento, por ejemplo. Porque ¿quién puede saber, exactamente, cómo hablaban aquellos orilleros muertos?: nadie. Es decir, que yo puedo proceder con comodidad. En cambio, si un escritor elige un tema contemporáneo, entonces ya el lector se convierte en un inspector y resuelve: "No, en tal barrio no se habla así, la gente de tal clase no usaría tal o cual expresión."

El escritor prevé todo esto y se siente trabado. En cambio, yo elijo una época un poco lejana, un lugar un poco lejano; y eso me da libertad, y ya puedo fantasear o falsificar, incluso. Puedo mentir sin que nadie se dé cuenta, y sobre todo, sin que yo mismo me dé cuenta, ya que es necesario que el escritor que escribe una fábula "por fantástica que sea" crea, por el momento, en la realidad de la fábula.

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domingo, noviembre 14, 2010

Modificación de algunas reglas ortográficas

Para aquellos que aún siguen empeñados en hablar el viejo y querido español, y peor aún, en escribirlo, Crab les comunica que la Academia ha dado a conocer nuevas reglas ortográficas que serán oficiales a partir de su publicación, antes de fin de año. Algunas no gozarán de consenso inmediato, pero con el tiempo nos iremos acostumbrando, y quizás, hasta adoptando. Personalmente no me gusta casi ninguna. Hélas aquí:

La nueva Ortografía de la Real Academia Española fija la denominación de algunas letras, cambia "quorum" por "cuórum" y elimina las tildes de "solo", "guion" y "o" entre números

La nueva edición de la Ortografía de la Real Academia Española, que se publicará antes de Navidad, trata de ser, como dice su coordinador, Salvador Gutiérrez Ordóñez, "razonada y exhaustiva pero simple y legible". Y sobre todo "coherente" con los usos de los hablantes y las reglas gramaticales. Por eso el académico insiste en que plantea innovaciones y actualizaciones respecto a la anterior edición, de 1999, pero no es, "en absoluto" revolucionaria. Gutiérrez Ordóñez se resiste incluso a usar la palabra "reforma".

Con todo, al director del Departamento de Español al Día de la RAE no se le escapa que los cambios ortográficos provocan siempre resistencias entre algunos hablantes. De ahí la pertinencia, dice, del consenso panhispánico que ha buscado la Comisión Interacadémica de la asociación que reúne a las Academias de la Lengua Española de todo el mundo. El miércoles, esa comisión, reunida en San Millán de la Cogolla (la Rioja) aprobó el texto básico de la nueva Ortografía de la lengua española. A falta de su ratificación definitiva el 28 de este mes en la Feria del Libro de Guadalajara (México) durante el pleno de las 22 academias, estas son algunas de las "innovaciones puntuales" aprobadas esta semana y destacadas por el propio Gutiérrez Ordóñez.

La i griega será ye. Algunas letras de nuestro alfabeto recibían varios nombres: be, be alta o be larga para la b; uve, be baja o be corta, para v; uve doble, ve doble o doble ve para w; i griega o ye para la letra y; ceta, ceda, zeta o zeda para z. La nueva Ortografía propone un solo nombre para cada letra: be para b; uve para v; doble uve para w; ye para y (en lugar de i griega). Según el coordinador del nuevo texto, el uso mayoritario en español de la i griega es consonántico (rayo, yegua), de ahí su nuevo nombre, mayoritario además en muchos países de América Latina. Por supuesto, la desaparición de la i griega afecta también a la i latina, que pasa a denominarse simplemente i.

Ch y ll ya no son letras del alfabeto. Desde el siglo XIX, las combinaciones de letras ch y ll eran consideradas letras del alfabeto, pero ya en la Ortografía de 1999 pasaron a considerarse dígrafos, es decir, "signos ortográficos de dos letras". Sin embargo, tanto ch como ll permanecieron en la tabla del alfabeto. La nueva edición los suprime "formalmente". Así, pues, las letras del abecedario pasan a ser 27.

Solo café solo, sin tilde. Hay dos usos en la acentuación gráfica tradicionalmente asociados a la tilde diacrítica (la que modifica una letra como también la modifica, por ejemplo, la diéresis: llegue, antigüedad). Esos dos usos son: 1) el que opone los determinantes demostrativos este, esta, estos, estas (Ese libro me gusta) frente a los usos pronominales de las mismas formas (Ese no me gusta). 2) El que marcaba la voz solo en su uso adverbial (Llegaron solo hasta aquí) frente a su valor adjetivo (Vive solo).

"Como estas distinciones no se ajustaban estrictamente a las reglas de la tilde diacrítica (pues en ningún caso se opone una palabra tónica a una átona), desde 1959 las normas ortográficas restringían la obligatoriedad del acento gráfico únicamente para las situaciones de posible ambigüedad (Dijo que ésta mañana vendrá / Dijo que esta mañana vendrá; Pasaré solo este verano / Pasaré solo este verano). Dado que tales casos son muy poco frecuentes y que son fácilmente resueltos por el contexto, se acuerda que se puede no tildar el adverbio solo y los pronombres demostrativos incluso en casos de posible ambigüedad", esto dice la comisión de la nueva Ortografía, que, eso sí, no condena su uso si alguien quiere utilizar la tilde en caso de ambigüedad. Café para todos. No obstante, la RAE lleva décadas predicando con el ejemplo y desde 1960, en sus publicaciones no pone tilde ni a solo ni a los demostrativos.

Guion, también sin tilde. Hasta ahora, la RAE consideraba "monosílabas a efectos ortográficos las palabras que incluían una secuencia de vocales pronunciadas como hiatos en unas áreas hispánicas y como diptongos en otras". Sin embargo, permitía "la escritura con tilde a aquellas personas que percibieran claramente la existencia de hiato". Se podía, por tanto, escribir guion-guión, hui-huí, riais-riáis, Sion-Sión, truhan-truhán, fie-fié... La nueva Ortografía considera que en estas palabras son "monosílabas a efectos ortográficos" y que, cualquiera sea su forma de pronunciarlas, se escriban siempre sin tilde: guion, hui, riais, Sion, truhan y fie. En este caso, además, la RAE no se limita a proponer y "condena" cualquier otro uso. Como dice Salvador Gutiérrez Ordóñez, "escribir guión será una falta de ortografía".

4 o 5 y no 4 ó 5. Las viejas ortografías se preparaban pensando en que todo el mundo escribía a mano. La nueva no ha perdido de vista la moderna escritura mecánica: de la ya vetusta máquina de escribir al ordenador. Hasta ahora, la conjunción o se escribía con tilde cuando aparecía entre cifras (4 ó 5 millones). Era una excepción de las reglas de acentuación del español: "era la única palabra átona que podía llevar tilde". Sin embargo, los teclados de ordenador han eliminado "el peligro de confundir la letra o con la cifra cero, de tamaño mayor".

Catar y no Qatar. Aunque no siempre lo fue, recuerda el coordinador de la nueva ortografía, la letra k ya es plenamente española, de ahí que se elimine la q como letra que representa por sí sola el fonema /k/. "En nuestro sistema de escritura la letra q solo representa al fonema /k/ en la combinación qu ante e o i (queso, quiso). Por ello, la escritura con q de algunas palabras (Iraq, Qatar, quórum) representa una incongruencia con las reglas". De ahí que pase a escribirse ahora: Irak, Catar y cuórum. ¿Y si alguien prefiere la grafía anterior: "Deberá hacerlo como si se tratase de extranjerismos crudos (Qatar y quorum, en cursiva y sin tilde)".

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miércoles, noviembre 10, 2010

Sarmiento y el Censo

El primer censo en el país, lo hizo Sarmiento en el año 1869. A los 6 meses de haber asumido la presidencia.

Un asistente le dice: “permiso señor presidente: aquí tiene los datos del censo” Sarmiento lee con atención:

POBLACIÓN: 1.830.000 HABITANTES

ANALFABETOS: 87%

Llama a su secretario y le da la orden:

Esta tarde, reunión de gabinete de ministros.

En la reunión: “Señores ministros. Ante los primeros datos del censo voy a proclamar mi primera política de estado por un siglo: ¡¡¡escuelas, escuelas, escuelas!!!"

Y en su gestión de gobierno construyó 1.117 escuelas (una cada 2 días, contando sábados y domingos). Más la escuela naval, más el colegio militar, más la compra de la flota de mar, más los rieles, que eran en longitud más que la suma de todos los rieles de América, más el telégrafo a Chile, más el código civil redactado por Vélez Sarsfield, más el banco nacional (así se llamó al principio).

Más... más tres detalles que quisiera agregar:

1- Cuando lo entierran en la recoleta el 21 de septiembre de 1888, al despedir sus restos, Carlos Pellegrini dice:

“Se va el cerebro mas poderoso que haya producido la América”.

2.- En la Universidad Nacional de Córdoba, cuando inauguraban la Academia Nacional de Ciencias dispuesta por Sarmiento en su presidencia, el presidente Avellaneda lo invita a hablar. Ya estaba medio sordo, lo primero que dice es:

“Señores, veo en este salón de grado repleto, que no hay una sola mujer que nos acompañe, pero yo les auguro que dentro de un siglo, la Argentina en sus universidades , va a tener más mujeres que hombres”.

3- Cuando deja la presidencia en el año 1874 se da cuenta que no tiene casa propia. Se va a vivir con su hija Faustina mientras piensa como resolver su situación. El problema era que no tenía medios para comprar una vivienda.

Había estado tan ocupado en hacer la grandeza del país, que se había olvidado de sí mismo.

n En el año 2011 hay elecciones...

¿Alguien sabe en qué lista figuraría Sarmiento?

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lunes, noviembre 08, 2010

Marx Twain y el sexo

Aunque Mark Tawin no muestra en general en sus escritos una especial predilección por el tema sexual, a no ser al pasar, y siempre al servicio de su humor, en este ensayo (Cartas de la Tierra) se ocupa en particular de él:


Tomemos dos extremos de temperamento: la cabra y la tortuga. Ninguna de esas dos criaturas hace su propio temperamento, sino que nace con él, como el hombre y como el hombre, no puede cambiarlo. El temperamento es la Ley de Dios escrita en el corazón de cada ser por la propia mano de Dios, y debe ser obedecido, y lo será a pesar de todos los estatutos que lo restrinjan o prohiban, emanen de donde emanaren.
Muy bien, la lascivia es el rasgo dominante del temperamento de la cabra, la Ley de Dios para su corazón, y debe obedecerla y la obedece todo el día durante la época de celo, sin detenerse para comer o beber. Si la Biblia ordenara a la cabra: “No fornicarás, no cometerás adulterio”, hasta el hombre, ese estúpido hombre, reconocería la tontería de la prohibición, y reconocería que la cabra no debe ser castigada por obedecer la Ley de su Hacedor. Sin embargo cree que es apropiado y justo que el hombre sea colocado bajo la prohibición. Todos los hombres. Todos de igual modo. A juzgar por las apariencias esto es estúpido, porque, por temperamento, que es la verdadera Ley de Dios, muchos hombres son cabras y no pueden evitar cometer adulterio cuando tienen oportunidad; mientras que hay gran número de hombres que, por temperamento, pueden mantener su pureza y dejan pasar la oportunidad si la mujer no tiene atractivos. Pero la Biblia no permite el adulterio en absoluto, pueda o no evitarlo la persona. No acepta distinción entre la cabra y la tortuga, la excitable cabra, la cabra pasional que debe cometer adulterio todos los días o languidecer y morir; y la tortuga, esa puritana tranquila que se da el gusto solo una vez cada dos años y que se queda dormida mientras lo hace y no se despierta en sesenta días. Ninguna señora cabra está libre de violencia ni siquiera en el día sagrado, su hay un señor macho cabrío en tres millas a la redonda y el único obstáculo es una cerca de cinco metros de alto, mientras que ni el señor ni la señora tortuga tienen nunca el apetito suficiente de los solemnes placeres de fornicar para estar dispuestos a romper el descanso por ellos. Ahora, según el curioso razonamiento del hombre, la cabra gana su castigo y la tortuga encomio. (…) Durante veintitrés días de cada mes (no habiendo embarazo) desde el momento en que la mujer tiene siete años hasta que muere de vieja, está lista para la acción y es competente. Tan competente como el candelero para recibir la vela. Competente todos los días, competente todas las noches. Además quiere la vela, la desea, la ansía, suspira por ella, como lo ordena la Ley de Dios en su corazón. Pero la competencia del hombre es breve (…) Después de los cincuenta su acción es de baja calidad, los intervalos son amplios y la satisfacción no tiene gran valor para ninguna de las partes; mientras que su bisabuela está como nueva. Nada le pasa a ella. El candelero está tan firme como siempre, mientras que la vela se va ablandando y debilitando por las tormentas de la edad, a medida que pasan los años, hasta que por fin no puede pararse y debe pasar a reposo con la esperanza de una feliz resurrección que no ha de llegar jamás.

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jueves, noviembre 04, 2010

Una hipótesis sobre el Graff Spee

Recibo esta historia, que aunque no sea verdadera, es interesante y creíble. Como dicen los tanos: Si non é vero...

PORQUÉ EL GRAF SPEE NO FUE ARREGLADO EN URUGUAY
Un aspecto nunca divulgado en la historia de la Batalla del Río de la Plata.
La verdadera razón por la que el capitán alemán nunca pudo reparar el acorazado en Montevideo y fue cercado por la Armada británica.
"Ponga usted el precio", dijo el capitán Hans Langsdorff en un perfecto francés y colocó sobre el escritorio de su interlocutor un cartapacio de cuero abierto, en cuyo interior se veía un cheque en blanco.
"De ninguna manera repararemos su barco en mi empresa", respondió enfático Alberto Voulminot, también en francés, el idioma de sus ancestros.
"Véndame entonces los materiales que necesito", pidió Langsdorff, vestido con su impecable uniforme blanco y haciendo gala de sus refinados modales.
"Capitán, es inútil, esta empresa no sólo no reparará al Graf Spee, sino que tampoco le venderá ni un solo elemento de los que está usted precisando", respondió.

"Ponga usted el precio, pida lo que quiera, no hay límite", insistió el marino alemán y con su mano derecha le señaló el cheque que minutos antes había colocado sobre la mesa del empresario uruguayo.
"No es cuestión de precio, ni de dinero, sino de dignidad", expresó cortante Voulminot.

"Señor, ¿usted sabe que yo tengo, en mi barco, armamento y fuerza suficiente para volar la ciudad de Montevideo?".
"Claro que lo sé capitán. Pero también sé que usted es un caballero y que no lo hará".
Voulminot se levantó de su silla y dio por terminada la reunión. Tomó el cartapacio, se lo entregó a Langsdorff y lo acompañó hasta la puerta de su empresa, por entonces ubicada en Rondeau y Nicaragua.
Palabras más, palabras menos este diálogo se produjo el 15 de diciembre de 1939, en horas de la tarde, en la oficina del dique Regusci y Voulminot
Desde hacía unos días, Montevideo se había convertido en epicentro de la Segunda Guerra Mundial, luego que el buque de guerra de la Armada alemana del Tercer Reich Admiral Graf Spee se enfrentó a los navíos de la Marina Británica Ayax, Achilles y Exeter, en lo que se denominó la Batalla del Río de la Plata. En el enfrentamiento, el Graf Spee sufrió importantes daños que le impedían navegar en alta mar, además de perder 37 tripulantes.
Luego de la reunión con el capitán Langsdorff, Alberto Voulminot ordenó redoblar la guardia del depósito del dique, temiendo que por la noche los alemanes intentaran robar los materiales que el Graf Spee necesitaba.
Desde entonces y hasta la partida del acorazado alemán, Carlos Alberto Voulminot, armado con un revólver y acompañado por el personal de la compañía, también armado, se mantuvieron custodiando la empresa.
Hay historias que la Historia no recoge. Los franceses la llaman la petite histoire. Ese es el caso del Graf Spee, de cuyo hundimiento en la costa de Montevideo se cumplieron 70 años. Las verdaderas razones por las que no fue reparado en Montevideo no figuran en los libros. Contrariamente a lo que hasta ahora hemos sabido, no fueron las presiones ejercidas por el
gobierno británico a través de su embajador Eugen Millington Drake ante las autoridades uruguayas, las que impidieron que el barco alemán pudiera ser reparado. Sin dudas que esas presiones existieron. Y que se tradujeron en que Uruguay, entonces neutral, conminara al Graf Spee a abandonar el puerto en pocas horas.
Pero para saber las verdaderas causas de porqué el dique uruguayo que tenía las posibilidades de realizar las reparaciones que necesitaba el Graf Spee se negó a hacerlas, hay que remontarse a 1870, cuando en medio de su proceso de unificación, Alemania invadió a Alsacia y en la pequeña localidad de Colmar, hoy territorio francés, el ejército germánico asesinó al padre de Albert Adolf Voulminot Sutter.
Fue la primera víctima de aquella guerra que costaría muchas vidas más.
Con una gran tumba esculpida por Fréderic Bartholdi (el mismo que construyó la Estatua de la Libertad de Nueva York) es recordado hoy como un héroe Voulminot en Colmar. Su hijo, por entonces un niño, emigró con algunos de los familiares que sobrevivieron a la masacre de Alsacia al Río de la Plata.
Primero se afincó en Buenos Aires donde se dedicó al negocio cervecero y años más tarde en Montevideo, donde fundó el dique. En 1939, si bien Voulminot Sutter aún vivía, quienes estaban al frente de la empresa eran su hijo Alberto Voulminot, su nieto Carlos Alberto Voulminot Bonomi, entonces un joven estudiante de Ingeniería, y el ingeniero Armando
Regusci; nieto del otro fundador de la compañía.
Cuentan que al escuchar la explosión que retumbó en todo Montevideo en el anochecer del 20 de diciembre de 1939, cuando Hans Langsdorff dinamitó su barco a poca distancia de la costa uruguaya, Albert Adolf Voulminot Sutter comentó: "la historia tiene sus vueltas". La vida le había dado la posibilidad de presenciar cómo su hijo, un nieto de la primera víctima alemana de la invasión a Alsacia, 70 años después, le había asestado la primera gran derrota a los nazis.
Fue posible armar este relato gracias al testimonio brindado por una testigo directa de aquellos episodios: la señora Elvira Iglesias de Voulminot.

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miércoles, noviembre 03, 2010

Otro tipo de duelo

Crab recibió este mensaje, atribuido a Alejandro Borenztein. Mas allá de que eso sea cierto o no (cualquiera puede adjudicar cualquier cosa a otro en Internet), es interesante, dentro de este torbellino de lamentos y duelos de estos días, escuchar otra opinión, para mostrar que las coincidencias no son tantas. Más allá de que no coincidamos enteramente con el tono despreciativo y casi insultante del mensaje.

Q.E.P.D por Alejandro Borenztein (hijo de Tato Bores)
Quiero aclarar que voy a escribir con las entrañas y que lo que voy a decir no es políticamente correcto. Es lo que siento y lo que alcanzo a razonar.
No voy a cambiar ahora mi punto de vista sobre NK.
Lo que pensaba el 26/10 lo sigo pensando hoy.
El tipo no me gustaba y por lo tanto sigue sin gustarme.
Que se haya muerto no agrega nada a la figura del sujeto.
Se murió, punto. Como nos vamos a morir todos.
Una muerte repentina no lo hace mejor.
No se murió Martin Luther King, ni Gandhi, ni la Madre Teresa.
Se murió un tipo que hizo de su vida política un enfrentamiento constante, que favoreció y estimuló las antinomias, que llenó de bronca, malos modos, desprecio, y falta de educación la sociedad argentina.
Se murió un tipo que se autodenominó como de la juventud revolucionaria y que en 1976 se escapó al sur ante el ruido del primer petardo, y fue amigo de los militares torturadores.
Se murió un tipo que se autoerigió como el defensor único de los derechos humanos, ignorando todo lo hecho por otros gobiernos, y al que nunca antes se le había conocido militancia social.
Se murió un tipo que cuando ardían los cuerpos de 200 personas en Cromagnon se escapó a refugiarse en su guarida sureña y que no apareció por la capital hasta tres días después.
Se murió un tipo que acrecentó su fortuna en 55 millones de dólares en dos años y que hizo desaparecer 500 millones de dólares.
Se murió un tipo que se agarró el testículo izquierdo cuando nombraron a un ex presidente en el congreso, dando muestras de su fascinante educación y que después negoció con el mismo ex presidente su voto en el senado.
Se murió un tipo que, lamentablemente, mostró lo peor de la sociedad en cuanto al respeto por el otro.
Se murió un tipo que nunca respetó a un porcentaje importante de la sociedad. A la que siempre hostigó. Y no hablo de los que tienen guita, ellos se defienden solos. Me estoy refiriendo a los que simplemente no pensábamos como él
Se murió un tipo que nunca debatió ideas. Cuya forma de ejercer la política era tirar a la banquina al que no pensaba igual.
Se murió un tipo que no respetaba al que no compartía su opinión.
Más cuando se trata de gente que ha influido o influye en las vidas de la gente común como nosotros, como son los políticos.
No me puse a llorar cuando me enteré, pero la verdad es que tampoco me entristecí.
No me conmueve ver a su esposa al lado del féretro, ni llorar a Hebe de Bonafini.
Se murió un tipo que a mí no me gustó nunca, a pesar que en algunos o muchos casos he estado de acuerdo con lo que hacía. Pero no en cómo lo hacía.
No estoy feliz, ni triste.

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Adoos