Mascaró


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domingo, julio 08, 2007

Fiestas brasileñas

En Buenos Aires, leí un aviso de la lectora de un diario, en el que comunicaba que no iba a aceptar más de dos invitaciones de casamiento por mes, creo, porque alteraban por completo su rutina. Le hicieron un reportaje, donde explicó que esas fiestas alteraban por completo su vida, que el día siguiente quedaban destrozados y no podían cumplir sus actividades habituales: deportes, etc.
Sonaba razonable. Aquí, en Río, debería extenderse la prohibición a las fiestas que se organizan cuando los universitarios terminan su carrera.
En la fiesta que cuento, se alquiló un salón en un yatch club, junto a la playa, cercano al Santos Drummond, para 2.000 personas. (Se recibían unos 100 médicos, cuenten promedio unos 20 invitados, entre familiares y amigos, cuenten que Crab se fue a Río especialmente...)
Bueno, la fiesta mezclaba todo lo que nosotros hacemos en un casamiento, con más la entrega de los diplomas por parte del profesor que elegía a sus alumnos preferidos, discursos de los profesores, discursos de alumnos especialmente distinguidos, etc. Mientras el alumno llegaba al estrado se proyectaban en grandes pantallas su fotografía de niño y una foto actual, con una síntesis biográfica debajo. A dos minutos por cada uno, cronometrados por el minucioso Crab, sólo eso tomó tres bien aburridas horas.
La comida, por supuesto, pantagruélica. La bebida de todos los colores, con prevalecencia de vodka y gin, en grandes cantidades. Ni decir, a la hora estábamos todos debajo de la mesa.
Crab fue unas horas después al baño, y un perfecto desconocido se le unió en un estrecho y cordial abrazo palmeándolo larga y afectuosamente en la espalda, que las reglas de etiqueta obligaron a devolver. Si no logro irme, creo que hubiéramos llegado a los besos.
Obvio, las chicas con vestidos largos y todo eso. Pero un detalle macaco: las mesas tenían un largo mantel de voile que se extendía más allá del piso, formando una especie de gran telón. Debajo, cada chica tenía un par de hawaianas, que cambiaba por sus largos y puntudos zapatos de fiesta, para bailar a lo locas y sin escollos.
El champagne, bebida preferida de Crab, corría en abundancia, para su deleite. Sin excepción, todos los champagnes brasileños (bien mediocres, por cierto), se llaman "Conde de..." o "Barón de...", pero las distinciones dinásticas no ennoblecen su mediocridad.
Un detalle: en Brasil, como en tantos lados, existen diferencias sociales, no solo entre blancos y negros, sino también entre negros y negros. Una muestra:
El consuegro de Crab es de color, aunque fino. Es médico también, como su nieta. Su mujer no es universitaria, es una persona sencilla, de gran cultura, con la que es un gusto hablar. Pero llega un mozo recogiendo los platos. Crab alcanza el suyo, para evitar que tenga que pasar por encima de los invitados. Su consuegra amaga hacer otro tanto, pero el marido la detiene con un gesto de su brazo, como indicando que es un sirviente, y que no valía ser gentil con él, ya que después de todo esa era su tarea. Porque hay negros y hay negros, pero no todos son iguales.
La fiesta terminó, como siempre, con gran desayuno. Crab, muerto de sueño, se retiró antes, una vez que su nieta recibió su diploma. Cuando Crab se fue, todavía faltaban entregar unos 30.
Cada invitado pagó 150 reales (doscientos veinticinco pesos, por supuesto el seco de Crab fue invitado).
Este es un filón que todavía no han descubierto los giles relacionistas públicos argentinos. Lástima que no se pueda patentar, pero el que adopte la idea deberá acordarse de Crab cuando se llene de guita.

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4 Comentarios:

A la/s 8:32 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

Crab, que alegría volverte a encontrar y una delicia tus crónicas cariocas. Cuidado con la bici y las garotinhas.
Te mando un beso patrio.

 
A la/s 11:47 p. m., Blogger Mascaró dijo...

Me alegra tu alegría. Prometo cuidarme (al menos con la bici). Retribuyo tu beso.

 
A la/s 10:33 a. m., Anonymous Anónimo dijo...

Acuerdo en un todo con la addenda publicada hoy en el encabezamiento del blog.
As� es Crab, tenemos que querernos un poco y sobre todo respetar nuestras disidencias.
Aunque no lo crea trato de practicarlo, (soy contestataria y agresiva) predicando la no violencia y proponi�ndome ser cada vez m�s tolerante
Necesito este espacio de ideas todos los d�as.�Aguante Crab todav�a!!!

 
A la/s 2:53 p. m., Blogger Mascaró dijo...

Ruibarbo: Estoy pensando también en eliminar a los incondicionales.
¿Qué pasa con tus acentos?

 

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