Mascaró


Alea jacta est

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viernes, junio 22, 2007

El dinero y los amigos (hay que elegir mejor los amigos)

Antes las cosas eran sencillas, había cuatro clases, perfectamente identificables:


La clase alta: terratenientes, empresarios, quizás algún gobernante.

La clase media alta: profesionales, gerentes de banco o empresas, profesores universitarios, comerciantes importantes, artistas famosos.

La clase media baja: empleados de empresas, maestros, pequeños comerciantes.

La clase baja, por último: los peones y obreros.

A pesar de lo que se habla de la permeabilidad, esta no era tan sencilla: cada clase era perfectamente identificable por la manera de vestir, por tener o no auto, por las casas en que vivían. Y el que quería ascender a una clase superior, debía realmente esforzarse, y mucho, para lograrlo.

Crab perteneció en sus orígenes a la media alta, luego cuando muere su padre lo mandan a la B, y luego, tras muchos esfuerzos, volvió a la superior, a la que ahora no está muy seguro de seguir perteneciendo (aquello de los ámbitos de apetencia y los de pertenencia).

Las cosas, claro han cambiado mucho. Las clases siguen siendo las mismas, pero no quienes las integran. Ahora están, como diría Guillén "todos mezclados, todos mezclados".

Si bien antes, como dije, las clases altas y media alta se distinguían entre otras cosas por sus viviendas, estas no eran insultantemente ostentosas, como ahora. Estaban diseñadas conforme a las familias que moraban en ellas.

Ahora han aparecido por un lado nuevas profesiones: dirigentes y jugadores de fútbol, deportistas en general, lobbista, dirigente sindical, comunicador (lo que quiera que esto sea) modelos (¡modelos!) que, todos ellos, sin distinción, quieren ostentar, gran característica común del argentino chanta.

Conforme con esa inquietud, han aparecido productos que satisfacen ese afán de ostentación.

Vinos de cien dólares, restoranes con platos de cien pesos, televisores y sillones de masajes que cuestan casi lo que un auto, autos que cuestan lo que un departamento: la lista sería larga.

Y uno se pregunta: ¿pero hay alguien que compra estas cosas? La respuesta es: si se ponen a la venta, debe ser porque hay gente que las compra. ¿Y dónde están, que yo no los conozco? Y la respuesta: si no los conocés, por eso es que estás donde estás...

En los de muy arriba, la ostentación se da en otros niveles: los finos (Amelita, y sí, algún sindicalista también), compran Picassos, los grasas compran caballos de carrera. ¿Sabían que todo dirigente sindical que se precie tiene caballos de carrera? ¿Porqué? Porque exige cuantiosos gastos todos los meses, y no depara, salvo rarísimas excepciones, ninguna ganancia (requisito esencial del consumo ostentoso). Ahora, eso sí, la ostentación en sus viviendas es común a todos ellos.

Crab tuvo sus buenas y sus malas. Esta idea de querer vivir de la cultura es seductora pero no retributiva: la cultura no paga. Y aunque Crab se vende bien, a veces no tiene quien quiera comprarlo. Por lo tanto, ha pasado tiempos muy buenos y tiempos muy malos.

Todo el período del presidente capicúa (algún día hablaré de las supersticias respecto de nombrar a alguien: es un tema muy interesante), Crab las pasó mal. Muy mal. Y cuando digo muy mal, significo muy mal. Eso no quiere decir que lo odie porque las pasó mal. Las razones son más profundas.

Ahora las cosas han mejorado. Lo que no quiere decir que por eso vaya a ser hincha de Kirschner (a quien todavía y por ahora se puede nombrar): la objetividad es la objetividad.

Pero en el período malo, pasaron cosas tristes. Hubo gente (entre ellas algunos amigos) a las que las cosas les fueron muy bien, y que cambiaron sus formas de vida: empezaron a tener, además de sus trabajos, inversiones en distintos emprendimientos, a tener mejores autos, a comprarse casas en countrys, empezaron a conocer de marcas de vinos, cuando antes bastaba con que fuera de tres cuartos. Crab, que se pone contento cuando a sus amigos les va bien, se alegraba.

Pero ineludiblemente, llegaba el momento de hacer inventario. El amigo comenzaba a hacer un listado de sus realizaciones, de sus logros, de sus inversiones, de los progresos que iba haciendo en todos los órdenes. Cuando le llegaba el turno, Crab, que en otro tiempo había sido su igual, y que le había dado la firma para alquilar el departamento, no tenía nada que decir sobre el tema. Esbozaba tímidamente (porque no está en sus principios inspirar lástima) que no le estaba yendo bien, y ahí dejaba reposar sobre lecho de espinas, en medio de oprobioso silencio, su confesión.

Esto se repitió muchas veces, y con varios amigos.

Hasta que paulatinamente, Crab se dio cuenta de que las invitaciones a comer se reducían, de que a veces se olvidaban de invitarlo a algún cumpleaños, que la relación se mantenía gracias a los llamados de Crab, que el otro, siempre ocupado, a veces respondía y a veces no. Y finalmente dejó de llamar.

Entonces se dio cuenta de que el desgraciado inspira desprecio (o al menos rechazo) al que está en buena situación. Que el otro siente como una molestia, quizás como un reproche, que a su amigo no le vayan bien las cosas cuando a él le van tan bien, y que quizás está temiendo que en cualquier momento le salga con algún pechazo, que nunca se produjo, ¡boludo!

Así, Crab perdió algunios amigos. Pocos, en realidad, porque la mayor parte de sus amigos, por suerte, pertenecen al mundo de la cultura en serio, son tan tirados como él, no compran helados en Freddo, no toman vinos de más de diez pesos (y eso en las grandes fiestas) y no compran ropas, zapatillas, repostería, ni chocolates ni otras exquisiteces de marcas prestigiosas.

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5 Comentarios:

A la/s 1:20 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

Problema para el que tiene muchos "amigos".
Crab, tengo tres amigos en los que puedo confiar totalmente. Todo terreno como los llamo yo. Los otros son conocidos sociales con los que uno intimida ocacionalmente con intensidad quizá y después se enfría y chau.
El dinero ha hecho diferencias al revés en mi caso. Mis amigos siempre fueron desde chicos, los de siempre, los que jugábamos y nos invitábamos a los cumple. Las bases siempre me respondieron. Los dineros de unos y otros me jodieron la vida, porque siempre me pedían y no me devolvían, esos "amigos" sociales como les llamo. Y han pasado épocas en las que no tenía y como no lo creían pasaba por miserable. Como ud. Crab bajé y bajé al proletariado más choto que es el de la docencia.Pero la docencia ejercida por una clase media alta que antes no se diferenciaba culturalmente y ahora sí. Tendría mucho para decirte. Pero cuente conmigo, como dice Benedetti, no tengo, pero podemos compartir la nada con un vino de $6. Le parece?

 
A la/s 1:23 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

Crab no me mates, ocasionalmente lo puse con c por error de tipeo. Perdón..perdón...

 
A la/s 3:32 p. m., Blogger Mascaró dijo...

Ruibarbo: te conozco bien y sé que sólo podés errar por meter mal el dedo.
Cuento con tu vino de $ 6.- buscando bien se pueden encontrar algunos buenos.
Me alrega que tengas amigos buenos. Los míos también lo eran, pero hicieron plata. Y la plata, ya sabemos...

 
A la/s 3:38 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

¿y no había clase media media?

 
A la/s 12:52 p. m., Blogger Mascaró dijo...

Casi no.

 

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