Crab en Río II (sobre autores de diccionarios)
En el post anterior, hablé al pasar del diccionario Aurelio y su autor, Aurelio Buarque de Holanda, tío de Chico. Como la hija de Crab también anda en el mundo de las palabras, y tiene en su casa el Aurelio, se me dio por echarle un vistazo, para saber qué era eso de Diccionario Lexicográfico.
Pero me encontré con un interesante prólogo de Aurelio, que además de escribir bien, tiene sentido del humor.
Comienza quejándose de la poco (en todo sentido) gratificante tarea de ser autor de un diccionario. Es cierto, pobres tipos, como dice Aurelio, no cosechan ni gloria ni guita. Como creo que tiene interés general, se los hago conocer en mi ripiosa traducción:
"Más de treinta años llevó a Littré terminar su famosísimo Dictionaire de la langue française, aún cuando le dedicó sus buenas catorce horas diarias. En medio de tan copiosa tarea, comió, a la hora de acostarse (cuatro de la mañana) dos frascos de dulce, en vez de uno, como hacía de ordinario. Le sobrevino una indigestión y recién entonces, por miedo de morir y dejar su obra inconclusa, decidió recurrir a la ayuda de su hija.
"Duele pensar que el por veces sobrehumano esfuerzo de un diccionarista puede terminar con las más indeseables consecuencias físicas, recompensa intelectual bien poco compensatoria y resultados financieros no demasiado expresivos. Así sucedió con los tres organizadores del Dicionário da Língua Portuguesa (1793) de la Academia de Ciencias de Lisboa, el cual, se sabe, se detuvo en la letra A, en azurrar, hecho glosado por el sarcasmo de Herculano en una de sus Leyendas y Narraciones(1). De estos académicos, uno, José Fonseca, murió, según Ramalho Ortigão, "de lentas y dolorosas enfermedades contraídas en la opresiva tarea", y Bartolomeu Inãcio Jorge y Agostino José da Costa Maceo, los otros dos, quedaron ciegos. El público les brindó "el más ingrato olvido"; y la Academia ofreció a cada uno de los tres mártires de la lexicografía -"como suprema y única remuneración por sus poco gloriosas fatigas"- un ejemplar del Diccionario.
"Al narrar el hecho -desea Aurelio-, más que llamar la atención sobre los dolores de los lexicógrafos, los cuales, al fin de cuentas, tal vez no hayan sino esas veces llegado a tanto, distraer al lector con algo ameno, aun cuando triste, y atraerlo a la lectura del prefacio, tipo de lectura, sin duda, poco apetecido. Un poco de paciencia: procuraremos ser objetivo y sintético: daremos informaciones, sin divagaciones."
Y luego cita las fuentes de información que tuvo en cuenta para confeccionar su diccionario.
1) El lenguaje usado por los escritores, especialmente los modernos, sin desprecio de los clásicos; 2) el lenguaje de los diarios y revistas, del teatro, la radio y la televisión; 3) el habla del pueblo; 4) los lenguajes diversos: regionales, jocosos, profesionales, lunfardescos.
Y termina con unos versos de Drummond de Andrade, uno de los poetas brasileños favoritos de Crab:
Luchar con palabras
Es la lucha más vana
En tanto luchamos
Rompe la mañana
(1) Tal vez no todos se acuerden de la leyenda ni de la glosa. La leyenda es La dama con pie de cabra, donde se lee: "El ogro paró las orejas y... comenzó a zurrar (azurrar, en portugués); comenzó por donde, a veces, las academias acaban".
Etiquetas: Un cacho de cultura.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal