Mascaró


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viernes, marzo 30, 2007

El amor otra vez

Un amigo (http://cancerdeque.blogspot.com) , a propósito de mi post Quién entiende a las mujeres, y para darme una respuesta fundamentada, se tomó el trabajo de leerse los tres tomos de Historia del amor en Occidente de Irving Singer. Me parece que sus investigaciones y conclusiones son interesantes, aunque están contaminadas por el ámbito de pertenencia. Pero como acá han opinado mucho las mujeres (bienvenidas y benditas sean), oigamos un poco lo que tiene que decir un hombre, ya que no siempre nos lo dejan decir.
Cedo la palabra.
Querido Crab: Para comentarte este post me tuve que leer toda la Historia del amor en Occidente cuyo resumen se cifra en la fórmula económica siguiente: el amor es una atribución gratuita de valor.
Contra esa gratuidad está el consabido apotegma la mujer más cara es la que no cobra. Dentro de Psicología de las masas en el inciso "Enamoramiento e hipnosis", Freud señala la suspensión involuntaria del espíritu crítico. Si te enamorás de una mujer la considerás una santa porque introyectás como ideal del yo a tu objeto de deseo (igual, siguiendo el ejemplo que puse, si sos mujer lo que realmente buscás en el hombre es el hijo -otros dicen similarmente que el hombre desea directamente a la mujer, pero que lo que desea la mujer no es al hombre, sino a su deseo: la mujer desea el deseo del hombre...
Bernard Shaw se oponía a esta concepción de pasividad recordando que aunque se mueva la mosca desesperada en la telaraña y la araña esté quieta, no es la mosca la que decide.
Ortega y Gasset no cree como Stendhal que el amor nazca de la admiración y cristalice una bella y feliz imagen idealizada, cree que es nula la instantánea real y que el amor más que ciego es visionario. Lo resume su dolida frase: El amor es un accidente de la atención.
Voltaire comulga con tu manera de brindarte: Soy yo quien te lo debe todo, porque soy yo quien te ama. Al celebérrimo amar es nunca tener que pedir perdón del Love Story de Erich Segal se contrapone el la eyaculación precoz es siempre tener que pedir perdón.
Leonard Cohen, como Unamuno, juzga al amor la resultante del pensamiento ocioso: ámame porque no pasa nada.
Schopenhauer entiende que el más glance/fancy de los amores a primera vista no es otra cosa que genes pronunciándose a favor de la compatibilidad reproductiva.
Denis de Rougemont es escéptico después de analizar a los cuáqueros, pero no llega a los extremos involuntariamente paródicos del amor cortés en Historia de la estupidez humana de Paul Tabori, ni a la escéptica conclusión de La Rochefocault: si nadie hubiera oído hablar del amor, no habría ni cuatro enamorados sobre la faz de la Tierra.
Los sajones hablan de tres fases o anillos amatorios: engagement-ring, marriage-ring y por último sobreviene el suffering.
Aristóteles define el matrimonio como aquella jaula en la que los que están adentro se quieren ir y los que están afuera quieren entrar.
Nadie considera menos platónco al amor que Platón en el Fedro: dice que tendemos a confundir profusamente una particular sombra o copia de la amorosidad con el amor mismo (pero Ludwig Feuerbach afirma que quien teme la finitud teme a la vida tal como se nos presenta y que sólo podemos amar a una mujer finita... cuanto más finita y culona mejor).
Lacán dice que enamorarse es pedirle un imposible a alguien que no existe. Marina Mariasch atea e izquierdista lo retradujo a creer en el amor es como creer en Dios. El mecanismo de idolatrar una nada que se ajusta a nuestra imaginería y a la que hacemos receptáculo hermoso de nuestras atribuciones de virtud es ciertamente homólogo.
Heidegger, el laddri, miente la etimología de filosofía y dice que no es el amor a la sabiduría, sino la sabiduría para con el amor, pero su genial maestro, Nietzsche, dice que ningún enamorado puede hacer filosofía, porque es un estado de imbecilidad insufrible.
Proust dice que el amor celoso es la ironía de pretender que nos libere del yugo precisamente la exacta persona que nos tiene estaqueados (también Arlt repetía tú que me metiste en esto, tú me sacarás como si Videla fuera el insustituiblemente idóneo solucionador del retardo en la Cámara de Casación).
Oscar Wilde asegura que la experiencia romántica no existe, es tan sólo un remedo pergeñado con el sucedáeo de recuerdos y expectativas.
Alejandro Agresti dice que el amor es una mujer gorda.
La definición más lamentablemente cierta es self-love a deux (porque no tuvo tanta razón ni Nietzsche postulando la voluntad de poder, ni Marx poniendo a nuestra consideración las condiciones materiales exteriores, ni Freud ensayando el instinto de reproducción como fundamental motivación humana como Dale Carnegie y su lema "mímele el ego al Papa y obtendrá el anillo de pescador in no time").

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1 Comentarios:

A la/s 12:30 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

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