El libro sobre el proceso
El jueves pasado prometí ocuparme in extenso de un libro citado al pasar, El dictador - La historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla, de María Seoane y Vicente Muleiro, editado por Sudamericana hace diez años.
Andaba por Villa Pueyrredón, y en Artigas 4927 (vale la pena la promoción, y aprovechen si andan por ahí) encontré una librería, Cahlu, que tiene una mesa de libros en liquidación. Èste era imperdible, de Sudamericana, una editorial que tiene su prestigio (un tanto alicaído últimamente), de una autora que es una periodista conocida (al co-autor no lo conozco) y por 6-pesos-6. Increíble, hice la cuenta (el libro tiene más de 600 páginas) y salía un centavo por página.
Pero hablando en serio, sólo la tapa del libro, con Videla retratado con una cara realmente siniestra, que no es la acostumbrada (ya que en sus fotos solía poner cara de lo que realmente era: cara de nada), incitaba a comprarlo.
Y traslucía a la vez, junto con el nada disimulado título, las intenciones de los autores: darle con todo.
Crab, que tenía desaparecido a uno de sus mejores amigos, siguió siempre las alternativas de todo ese maldito proceso, y debe confesar que pese a haber devorado todo lo que se escribió sobre el tema, nunca leyó un libro tan completo y tan documentado como éste.
Siempre que se escribe un libro de este tipo se formula una tesis, y luego se acumula toda la documentación posible que justifique la tesis enunciada. Éste no es excepción: los autores pretenden demostrar que pese a que siempre se justificaba con "no soy yo sólo quien gobierna", Videla estaba al conocimiento de todo, era en la mayor parte de los hechos quien disponía sobre todo lo que se hacía, y nada se hacía sin su conocimiento y aquiescencia.
Pero lo que es increíble es de qué manera siguieron el recorrido de la vida de Videla: sus padres y su casa en Mercedes, cuando era niño; luego, sus estudios secundarios en el Colegio San José de Once, y finalmente sus estudios en el Colegio Militar, y luego de egresado, su vida militar en su primer hogar conyugal en Hurlingham. Se entrevistó a una increíble cantidad de personas: condiscípulos de ambos colegios, eventuales servidores, vecinos, proveedores.
Se destacan estos rasgos: era un fanático religioso, de pocas palabras, y no se le conocieron casi amigos. Carecía de sentido del humor, y pocos lo oyeron reír a carcajadas. No bebía, ni mucho menos se le conocieron aventuras amorosas. Era de una honradez total. Un día un vecino lo vio cortando el cerco de su casa y le preguntó: "¿porqué no trae un soldado para hacer ese trabajo?", y le contestó: "los soldados están para servir a la patria". ¿Se imaginan a Menem, por ejemplo, contestando algo así?
De modo que finalmente, la figura de Videla como persona sale bien librada, y uno queda perplejo cuando se detallan minuciosamente todas las canalladas que consintió o contribuyó a perpetrar.
Incluso cuando los autores -que lo entrevistaron en un par de oportunidades-, le preguntan cómo es que él no aprovechó las oportunidades que le daba el poder para enriquecerse, cuando tantos de sus camaradas lo habían hecho, él contesta: "lo permití para no perturbar la unión de los que participábamos".
Las últimas cien páginas del libro están dedicadas a informar sobre entrevistas realizadas, documentación consultada, y especialmente, y esto es muy interesante, la composición de todos los elencos gobernantes durante las diferentes etapas y presidencias del proceso. Esta detallada lista es muy interesante, ya que es dable encontrar muchos nombres insospechados.
También se van insertando dentro del relato, distintas acciones realizadas por las tres armas en la lucha antisubversiva, extractadas del libro "Nunca más" de la Conadep.
En resumen, el proceso hizo de todo: mató indiscriminadamente: a gente que integraba organizaciones comprometidas, (lo cual tampoco hubiera sido excusa, de todos modos) y a mucha gente que no tenía nada que ver con la subversión (muchas veces por el sólo hecho de figurar en una agenda), y en muchos casos, por enconos o venganzas personales de sus integrantes o colaboradores; robó, se apoderó de bienes de los desaparecidos, se torturó hasta la muerte en muchos casos, se mintió descaradamente a autoridades religiosas y políticas, del país y del extranjero. Sus líderes -con la única excepción, quizás de Videla- llevaban una vida licenciosa, con amantes por las cuales se mandaba matar (caso Branca con Massera).
Todo eso por personas que iban a misa y comulgaban todos los domingos, quebrantaron los diez mandamientos y alguno más, si hubiera existido, con la única justificación de que salvaron a la patria. ¡Por dios, no me salven más!
En resumen, un libro ciertamente recomendable a quienes les interese el tema. Sobre todo a muchos adolescentes que saben bien poco al respecto.
Etiquetas: Mi País.
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