Mascaró


Alea jacta est

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domingo, octubre 05, 2008

Lydia Davis


Los cuatro o cinco lectores que me siguen desde hace un tiempo saben que Crab se dedica, entre otras muchas cosas que tampoco le dan guita, a la traducción.
Hace poco, un editor español me dió a traducir un libro de relatos breves de una buena escritora norteamericana, no muy conocida acá: Lydia Davis.
Es una cosa bastante extraña, que se parece un pocos a todo los grandes escritores que he leído, por momentos a Kafka, otros a Joyce, Proust, Faulkner (sin duda tiene buen gusto con las influencias). Y otras veces se parece, quizás, a sí misma, o a algún escritor que Crab no conoce.
De todos modos, como encontré algunos relatos que juzgué interesantes, y el editor me dio permiso para publicar unos pocos, aquí les voy presentando el primero.

EL CONCURSO DE BUEN GUSTO
Un matrimonio compite en un Concurso de Buen Gusto. El jurado está compuesto por sus pares, hombres y mujeres que profesan una estética adecuada. Dicho grupo incluía a un diseñador industrial, un comerciante de libros raros, un cocinero repostero y un librero. Juzgaron que la mujer tenía mejor gusto en muebles, especialmente en los antiguos. La estética del marido era insuficiente en temas de iluminación, vajilla y cristalería. Las ventanas que ella eligió fueron de una elegancia bastante dudosa, pero el estilo de ambos era bueno en recubrimientos de pisos, ropa de cama y de baño y en pequeños y grandes aparatos domésticos. Las preferencias del marido se hicieron manifiestas en alfombras, pero su gusto era solamente correcto en tapizados, así como también en comidas y en bebidas alcohólicas. La esposa, en tanto, tenía un paladar de inconsistentemente bueno a pobre en materia de alimentos. Él se distinguió en la selección de ropas, en tanto que ella exhibía un estilo endeble en perfumes y colonias. El jurado estimó, de todas formas, que ambos tenían una estética apenas correcta en diseño de jardines, tanto en número como en variedad de arbustos de hojas perennes. Él hombre tenía una excelente afición por las rosas, pero su desempeño con los bulbos era paupérrimo. Allí, precisamente, se destacaba la elegancia de la mujer en la elección no solo de bulbos, sino también de plantas para sombra, con excepción de las hostas. El estilo del marido se encontró más que aceptable en lo que respecta a ornamento de jardines, pero solo correcto en tanto se trataba de elegir las plantas adecuadas para su decoración. Asimismo, las preferencias de la esposa fueron consideradas consistentemente pobres en la estatuaria del parque. Luego de una breve discusión, los jueces decidieron que el ganador era el marido porque en términos generales, su puntaje fue mayor.

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