Mascaró


Alea jacta est

Crab no se responsabiliza por las opiniones vertidas en este blog, que a veces ni siquiera comparte.

No toda la información aquí publicada ha sido debidamente chequeada. Ley 23444.

La idea de este blog es crear un espacio amable y compartir recuerdos, puntos de vista o apreciaciones con gente amiga o en proceso de serlo. Por tal motivo queda prohibido el acceso de energúmenos, cuyos comments serán eliminados. Crab atenderá y contestará por línea directa (ver Perfil) a todos los que quieran insultarlo, amenazarlo, amedrentarlo, despreciarlo o menoscabarlo. Quienes busquen sus efímeros 15´ de fama aquí, no los encontrarán.

Los contenidos de esta página pueden afectar creencias tradicionalmente aceptadas respecto de cualquier institución, grupo o individuos, tales como el estado, el gobierno, la iglesia, el sindicalismo, las fuerzas armadas, la familia, el capitalismo, el imperialismo, las madres de Plaza de Mayo, la Asociación Argentina de Fútbol, el Ejército de Salvación, la Organización Scoutista Argentina, los homosexuales, los negros, los judíos y los chinos. El acceso a la misma por parte de menores de edad queda librado por lo tanto a la responsabilidad y vigilancia de los señores padres.

martes, octubre 07, 2008

Lo hicieron mierda a Javier Torre

En la generación anterior de críticos de cine, había una regla no escrita, que consistía en no darle con el caño al cine nacional, como una forma de no entorpecer su difusión y desarrollo. Todavía hay críticos que mantienen esa conducta. Sin ocultar su opinión cuando no era favorable, procuraban deslizarla con suavidad entre convencionalismos, elogiando aspectos menos destacables de la película: decorados, vestuarios, música, etc.
Pero algunos de la nueva generaciòn, como Diego Battle, parecen no estar de acuerdo con los eufemismos, y salen con los zapatos de punta, como demuestra la siguiente crítica en La Nación.

JAVIER TORRE NO LOGRÓ HACER ARTE CON SU FILM
Es una denuncia obvia y hasta risible
Nuestra opinión: mala

Situaciones escabrosas e inverosímiles descriptas con torpeza; decenas de planos incluidos de manera arbitraria (sin la más mínima justificación dramática o estética); diálogos que explican con un didactismo absoluto todo aquello que las imágenes son incapaces de hacerlo; un montaje que jamás le otorga fluidez ni sentido a la narración; actuaciones sin peso ni matices; personajes que aparecen y desaparecen como por arte de magia; una música ampulosa y omnipresente que intenta (y no logra) insuflarle algo de fuerza o de disimular los baches del relato; una denuncia obvia, burda y maniquea sobre el estado de las cosas (léase corrupción generalizada en la policía y en la Justicia, mafias, asesinatos, grandes negociados, marginales que se dedican a intrusar casas, vecinos y obreros que optan por la delación) en una pequeña ciudad como Necochea; y una resolución abrupta que está acorde con el resto de la propuesta.
La enumeración de carencias y problemas de esta película de Javier Torre podría continuar (el errático uso de la voz en off, la gran cantidad de subtramas que se abren y que nunca se resuelven, los diálogos risibles del tipo "acá con 10 pesos vivís una semana", los insólitos arranques románticos), pero no es cuestión de agobiar al lector.
Puede que algún sector del público se sienta identificado (y otro irritado) con las acusaciones del guionista y director contra las miserias y excesos de estos tiempos violentos, pero el principal problema del film no es ideológico sino estrictamente artístico. La única función de los personajes, la única razón que se percibe en cada una de las situaciones que se presentan es la de declamar frases altisonantes e impactantes sobre la injusticia, la bronca popular, el miedo colectivo y la impunidad a la que hace referencia el título. No está mal que las películas sirvan, a veces, como vehículos para la crítica y la denuncia (hay sobrados ejemplos de buen cine político), pero esa búsqueda debe estar sostenida por un andamiaje sólido construido con técnicas y herramientas propias de la narración audiovisual. Esa es, precisamente, la gran carencia de este film de Javier Torre.
DIEGO BATTLE

No vi la película, y después de esto, por supuesto que no me quedaron ningunas ganas de verla, pero lo que puedo asegurar es que después de tantos años vinculado con el cine nacional, y con el periodismo especializado, jamás había leído algo tan enconado y demoledor. Seguramente debe haber algún entresijo detrás. Prometo averiguar.

2 Comentarios:

A la/s 9:21 a. m., Anonymous Anónimo dijo...

Los talentos no se transfieren como el poder K. Javier debió dedicarse a otra cosa. No tiene ni vuelo poético como su padre ni talento para organizar un mediocre film. Por más argentino que sea.

 
A la/s 12:01 a. m., Blogger Mascaró dijo...

Tenés razón. Tanta, que me inspiraste escribir un post sobre ese gran farsante -como tantos que hay en nuestro cine- a quien conozco bien.
Te lo prometo para de aquì unos días.

 

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal

Adoos