Mascaró


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lunes, mayo 07, 2007

Susana III

El caso es que mi deseo de recuperar un amigo, de saber qué había sido de él durante esos largos años de separación, de compartir, ya en una etapa avanzada de nuestras vidas, experiencias buenas y malas, se veía de repente frustrado por la fatalidad.
Pensé entonces que una buena manera de rescatar al amigo perdido sería escuchar a quienes habían compartido con él todos estos años e intentar reconstruir parcialmente la historia a través de los retazos, necesariamente, inconexos, parciales y subjetivos.
Sara
Poco es lo que mostró Sara, excepto afán de impresionar al alguna vez dilecto amigo de su esposo. Pero no tenía demasiado con qué impresionar. Más bien de tipo vulgar, nada hermosa (aún haciendo uno una recomposición de lo que podría haber sido treinta años atrás), la pregunta era porqué Ricardo, porqué precisamente Ricardo, la había elegido, a no ser por la soledad. La soledad.
Hicimos con Ricardo un largo viaje. Recorrimos toda la provincia de Misiones. La verdad es que la pasamos muy bien. Hasta que al final, sucedió lo que ya te conté.
A pedido de Ricardo, lo cremamos. Traje sus cenizas a Buenos Aires, y las esparcimos en el Río de la Plata, en una ceremonia muy íntima, en la que estuvimos Juan, González, Remigio y yo.
Lo cierto es que Ricardo había cambiado mucho desde la muerte de Guillermo, su hijo, que murió de SIDA, tras una larga y dolorosa enfermedad.
Durante meses estuvimos junto a él, en el sanatorio primero, y luego en el hospital. Con Ricardo, con Remigio, y muchas veces con Susana, su primera mujer.
Si, con la ex-mujer, a pesar de todo lo que pasó, nos seguimos viendo.Yo con el jazz no tengo mucho que ver. A mí me gusta la ópera, que a Ricardo no le gustaba. A Remigio en cambio sí, y muchas veces vamos a ver alguna ópera juntos.
Con González y la señora hemos ido muchas veces de vacaciones, a distintos lugares. Nos llevábamos muy bien, y éramos muy amigos.
Y con Susana y su marido, que también murió hace unos años, poco antes de la muerte de Guillermo, también nos veíamos, a veces comíamos juntos los cuatro.
Yo al principio no me di cuenta de nada, pero un par de meses después de la muerte de Ricardo, reventó todo. Caí en una gran depresión, que me atacó también el hígado, me hinché toda, y estuve durante unos meses así, en tratamiento médico, hasta que hace poco comencé a recuperarme.Yo ya te voy a llamar para entregarte los discos. No por ahora, ya que el departamento es un quilombo, y está muy sucio, pero dame un poco de tiempo: yo te voy a llamar.
Al tiempo me llamó. Fueron unos pocos CD, ya que Ricardo no se había actualizado y tenía casi todo en vinílico, cuando ya los mismos CD presgiaban ponerse viejos.
Sara al poco tiempo se volvió a casar, me contó después Susana.
González
González seguía siendo el mismo tipo insignificante que había conocido en mi adolescencia, y que nunca supe explicarme porqué integraba, siquiera esporádicamente, nuestra barra selecta. González era la formalidad, el tipo cuidadoso en la indumentaria y el lenguaje, el tipo que nunca estaba fuera de lugar dondequiera uno fuese, pero que tampoco estaba dentro.
Desde el principio, como era de temer, expuso un catálogo de sus realizaciones materiales, de sus propiedades, de sus autos, y de su maravillosa familia, además de su traje con camisa al tono y corbata italiana.
La verdad es que Ricardo no tuvo suerte con ninguna de sus dos mujeres. La primera, Susana, una loca, pero de veras, le metió los cuernos al poco tiempo de casados. Un día, Ricardo me viene a pedir ayuda. Estaba casi convencido de que Susana le era infiel y quería que yo le ayudara a seguirla, para poder obtener evidencias, poder divorciarse y quedarse con los hijos. Como yo tenía un coche, me puse a su disposición. Y ahí estábamos ambos, convertidos en dos Sherlock Holmes, agazapados en el auto esperando que ella saliera para seguirla. Parecía que la cosa era con un médico que la había tratado de un problema que tenía. Pero no pudimos obtener nada.
Susana tenía muy mal carácter, y la verdad es que lo tenía cagando. Presencié escenas en las que nunca me hubiera gustado participar. Pero él, a pesar de todo, la adoraba.
La cuestión es que unos pocos años después, se separaron. Ricardo se fue a vivir un tiempo solo, hasta que conoció a Sara, que había enviudado y se había mudado a la misma casa de departamentos. Y se casa con ella.
Con Sara le fue peor, porque además de tener también un carácter de mierda, y tenerlo completamente dominado, tomaba. A veces se ponía borracha de una manera lastimosa, y hacía cosas que uno quería que lo tragara la tierra para no tener que presenciarlas.R
icardo cambió sin duda con la muerte del hijo. El hijo tenía SIDA. No sé si era o no homosexual. La verdad es que si lo era, no era muy ostentoso, pero es cierto que era un poco raro, y que no se le conocían relaciones con mujeres. Fue un largo proceso, que Ricardo se bancó a su lado, compartiendo hasta el fin su larga agonía. También solía estar Susana, que a veces venía también con su marido, con lo cual eso por momentos eso parecía un gallinero. El marido de Susana era un tipo bastante pelotudo y elemental (¡para que Fernández dijera eso!): un vendedor de pollos.
Con Sara y Ricardo fuimos sólo una vez de vacaciones juntos, pero el comportamiento de Sara era tan lastimoso que juré no repetir la experiencia. Ricardo me pedía que nos adelantáramos, camináramos juntos y las dejáramos solas, así no tenía que aguantarla. Lástima que la que se la tenía que bancar era mi mujer.
En fin, que Ricardo no fue muy feliz con las mujeres. Y por otra parte, al parecer no tenía demasiado criterio para elegirlas, se enamoraba con mucha facilidad, y desesperadamente.
Con los hijos no le fue mejor. El más chico murió, como te conté. La hija es una loca, casi igual que la madre. El mayor es también un tipo raro, que vive solo, que no se sabe muy bien lo que hace ni de qué vive.
Nos volvimos a encontrar una vez más con Fernández y Sara, a instancias de esta. La tercera vez, la entrega de los discos, le pedí a Sara con la excusa de que era una ceremonia íntima, que no lo invitara.
Susana
Susana era sin dudas la más interesante del trío. En sucesivas reuniones, me di cuenta de al menos dos cosas: de primera intención me mentía, para posteriormente rectificarse. Parecía como si su intención fuera no develar la verdad de entrada -quizá le fuera doloroso hacerlo- sino llegar por fin a ella a través de sucesivas aproximaciones. Era una cebolla a la que había que ir despojando de las sucesivas capas, hasta llegar a la sustancia. En segundo lugar, planteada frente a una pregunta que le resultaba difícil contestar, se escapaba, bifurcando los temas casi hasta el infinito. Era muy difícil seguirla, y sobre todo reconstruir un relato a través de los sucesivos e intrincados meandros por los que se internaba. Era, sin duda, el jardín de los infinitos senderos borgeanos. A pesar de su actitud autoindulgente y autoexculpatoria (como la de todos los demás, por otra parte) parecía sin duda la más honesta de todos.
Eso que me contás de que yo te haya dicho que estaba enamorada de vos, ¿sabés que no lo recuerdo para nada? En realidad yo era una chiquilina alocada y no recuerdo demasiado las locuras que hacía en esa época.
Volví de mi luna de miel virgen, como había salido. Todos los esfuerzos que hicimos para que dejara de serlo fueron vanos. Al parecer había algo raro en mí. Lo cierto es que todo ese tiempo, que para mucha gente es motivo de regocijo y agradables recuerdos, fue para nosotros un tiempo que pasamos bastante desconcertados y aburridos. Al regreso consulté un médico y me diagnosticó una vagina flexible. Pero en forma inversa, en vez de abrirse, se cerraba. Recién después de un prolongado tratamiento pude llegar a la normalidad y a un normal disfrute de la relación sexual, pero ya para entonces, nuestras relaciones con Ricardo estaban infestadas por esta iniciación antinatural y que tanta culpabilidad de ambas partes ocasionó.

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2 Comentarios:

A la/s 10:37 p. m., Blogger defecto föhn dijo...

muy interesante esta serie, don crab, me deja pensando. sobre todo en cuanto lealtades y deslealtades, un tema muy en boga en mi entorno hoy por hoy. hay que tener cuidado.
un placer leerlo; por lo general lo hago en forma silenciosa, los comentarios no son lo mío (bah, nada es lo mío salvo la pelota paleta).

 
A la/s 9:22 a. m., Blogger Mascaró dijo...

Sí, es todo un tema. Es uno de los tantos donde se manifiesta o no nuestra coherencia.
En cuanto a tu falta de comentarios; mal hecho. Lo que a uno le estimula a seguir con esto, que lleva por cierto su tiempo, es precisamente comprobar que resulta de interés para alguien.
Aunque sea para decir que no le gustó.
Y vos bien que lo sabrás, con tu blog por veces hermético para mí, y que no me da para comentarlo, quizás por excesiva humildad.

 

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