Mascaró


Alea jacta est

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martes, diciembre 16, 2008

El Ulyses


Este es parte del famoso monólogo final del Ulyses, que siempre es bueno volver a leer (no sé si todo, pero al menos este final):

Dónde es que las vi no hace mucho me gustan las flores me gustaría tener toda la casa nadando en rosas Dios del cielo no hay nada como la naturaleza
las montañas salvajes después el mar y las olas precipitándose luego el campo encantador con sembrados de avena y trigo y toda clase de cosas y toda la preciosa hacienda paseándose por ahí eso debe de ser bueno para el corazón de una ver ríos y flores de todas las formas y perfumes, y colores brotando hasta las zanjas primaveras y violetas es la naturaleza en cuanto a los que dicen que no hay Dios no daría un chasquido de mis dos dedos por toda su ciencia por qué no van y crean algo yo a menudo se lo he dicho ateos o como sea que se llamen y vayan y pongan en orden sus remiendos primero después van lanzando alaridos clamando por un sacerdote cuando se están muriendo y por qué por qué porque tienen miedo del infierno debido a su conciencia acusadora ah sí yo lo conozco bien quién fue la primera persona en el universo antes de que hubiera nadie que lo hizo todo quién ah ellos no saben ni yo tampoco así que ahí tienes podrían igualmente tratar de impedir al sol que saliera por la mañana el sol brilla para ti me dijo el día que estábamos acostados entre los rododentros sobre la puerta de Howth con el traje de tweed gris y sombrero de paja el día que conseguí que se me declarara si primero le pasé el pedacito de pastel que tenía en mi boca y era año bisiesto como ahora sí hace 16 anos mi Dios después de ese beso largo casi me quedé sin aliento sí me dijo que yo era una flor de la montaña sí entonces somos flores todo el cuerpo de una mujer sí ésa fue la única verdad que me dijo en su vida y el sol brilla para ti hoy sí por eso me gustaba porque vi que él entendía lo que era una mujer y yo sabía que siempre podría hacer de él lo que quisiera y le di todo el placer que pude llevándolo a que me pidiera el sí y primero yo no quería contestarle sólo miraba hacia el mar y hacia el cielo y estaba pensando en tantas cosas que él no sabía de Mulvey del señor Stanhope y de Hester y de papá y del viejo capitán Groves y de los marineros que juegan al todos los pájaros vuelan y al salto de cabra y al juego de los platos como lo llamaban en el muelle y el centinela frente a la casa del gobernador con la cosa alrededor de su casco blanco pobre diablo medio asado y a las chicas españolas riendo con sus chales y sus peinetones y las griterías de los remates por la mañana los griegos y los judíos y los árabes y el diablo sabe quién más de todos los extremos de Europa y Duke Street y el mercado de aves todas cloqueando delante de lo de Larby Sharon y los pobres burros resbalando medio dormidos y los vagos tipos dormidos con las capas a la sombra en los escalones y las grandes ruedas de las carretas de toros y el viejo castillo de edad milenaria sí esos hermosos moros de blanco y con turbantes que son como reyes pidiéndole a una que siente en su minúscula tienda y Ronda con las viejas ventanas de las posadas los ojos que espían ocultos detrás de las celosías para que su amante bese los barrotes de hierro y las tabernas de puertas entornadas en la noche y las castañuelas y la noche que perdimos el barco en Algeciras el guardia haciendo su ronda de sereno con su linterna y oh ese horroroso torrente profundo oh y el mar el mar carmesí a veces como el fuego y las gloriosas puestas de sol y las higueras en los jardines de la Alameda sí y todas las extrañas callejuelas y las casas rosadas y azules y amarillas y los jardines de rosas y de jazmines y de geranios y de cactos y Gibraltar cuando yo era chica y donde yo era una Flor de la Montaña sí cuando me puse la rosa en el cabello como hacían las chicas andaluzas o me pondré una colorada sí y cómo me besó bajo la pared morisca y yo pensé bueno tanto da él como otro y después le pedí con los ojos que me lo preguntara otra vez y después el me preguntó si yo quería sí para que dijera sí mi flor de la montaña y yo primero lo rodeé con mis brazos sí y lo atraje hacia mí para que pudiera sentir mis senos todo perfume sí y su corazón golpeaba loco y sí yo dije quiero sí.

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9 Comentarios:

A la/s 8:47 a. m., Anonymous Anónimo dijo...

No es casual que vuelva a comentar una entrada tuya Crab. Tus temas coinciden con mis gustos.
Primero ha sido para glosar a Audrey y a mi propio entorno emocional.

Esta segunda nota apunta hacia el escritor irlandés.
A lo mejor Joyce era una persona antipática y de difícil encaje en la sociedad. A lo mejor tenía un carácter difícil y era duro de pelar. Quizás, de haberlo conocido personalmente, de haber sido vecino suyo o algo así, quizás –digo- le tendría una inquina mortal.

Pero el caso es que empecé a leer el Ulysses y me encajó perfecto, y no pude parar de leer hasta el final. Y lo aprecio como creativo y diría que le amo como abuelito escribidor y cuentacuentos.
En la primavera de 1994 fui con mi esposa hasta Dublin para encontrarnos con nuestra hija que trabajaba en Dalky, un pueblito de allá cerca.
Justo en la costa estaba la Martello Tower, una construcción del siglo 19 que es el lugar físico donde arranca la trama del libro, y que ahora es un pequeño museo Joyce y se puede visitar. Para mi fue como entrar en la cueva de Altamira: nunca más volveré a ser el mismo. Me inculcó un efecto civilizador.

Cada año, cuando llega junio, saco el libro de su estante y lo manoseo un poco y -solito en casa- sueño con volver un día a Dublín para celebrar el “Bloom’s day”.

Cuando me toque la Lotería, seguro que voy.
En Barcelona (Spain) –ya sabes- tienes un hincha.
Recibe mi cordial saludito.
Joan Marrugat – Lletraferit
lletraferit @ telefonica.net

 
A la/s 12:01 p. m., Blogger Mascaró dijo...

Joan:
Siguen las coincidencias. No hay muchos, en efecto, que hayan leído el Ulyses por entero. Es un poco como el Quijote, o En la búsqueda del tiempo perdido, ¿no? Todos hablan de ellos pero pocos los han leído.
Creeme, te envidio mucho (y no precisamente con sana envidia) por haber conocido esos santuarios.
A mí ni siquiera me queda la esperanza de visitarlos sacando la lotería, pues abomino de los juegos de azar.
Te recomiendo sigas la serie "Los grandes amores de mi vida". Seguramente volveremos a coincidir.
Un abrazo.

 
A la/s 12:41 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

Espero tus nuevas entregas de “Los grandes amores de…”

Respecto a los libros que mencionas, supongo que cada lector tiene sus preferencias y sus odios.
Soy lector enfermo del Quijote. Los dos tomos los he leído a lo largo de mi vida no menos de tres veces de cabo a rabo –la proeza me lleva no menos de seis gozosas semanas- y no menos de otras tres veces a trozos, por capítulos sueltos.
La segunda parte, la que desde el capítulo LX hasta el LXV transcurre en Barcelona, la he leído no menos de quince veces y algunos sábados de invierno he tratado de seguir -libro en mano- la ruta del Hidalgo por las calles de la ciudad.

«El mundo de la literatura está poblado con personajes de ficción ligados a ciudades o enclaves imaginarios: Ulises y Lestrigonia, Gulliver y Liliput, el capitán Nemo y la isla de Crespo, Alicia y el País de las Maravillas, Peter Pan y Nunca Jamás, Pedro Páramo y Comala, Aureliano Buendía y Macondo, el barón de Munchhausen y la isla de los Mentirosos, Belcebú y el Infierno...
También se da el caso de ciudades o lugares auténticos que sirven de marco a la aventura literaria de personajes de ficción: Sevilla y Don Juan Tenorio, Dublín y Leopold Bloom, Lisboa y Álvaro de Campos, Copenhague y la Sirenita, Nueva Orleans e Ignatius J. Reilly, Verona y Julieta Capuletto, la isla de If y Edmundo Dantés, Paris y Quasimodo, El Toboso y Dulcinea, la Barcelona actual y Pepe Carvalho, y en el caso que nos ocupa ahora, la Barcelona del siglo XVI y Don Quijote de la Mancha...»

Así empezaba el largo folleto que escribí en septiembre de 2004 para divulgar y comentar la visita que el bueno de Don Quijote hizo a la ciudad de Barcelona.
La publicación trataba de ayudar a los lectores para rastrear “de manera muy documentada”, la presencia del Hidalgo en la Ciudad Condal.
Mi crónica de encargo estaba dirigida a un público extranjero, mayormente holandeses estudiantes de español, poco avezados a la lectura de Cervantes, y poco conocedores de la dimensión del mito quijotesco.
En mi exposición no podía dar por sentado que supieran un ápice del tema, tal como lo suelen conocer nuestros listos colegiales patrios, pongamos por caso.
El documento era tan compacto y aportaba tantas pruebas de “fe de vida”, que me vi obligado a añadir unas líneas que dejaran muy claro que Don Quijote era un personaje de ficción.

Respecto al libro de Proust, mira que he tratado de empezarlo y seguir, pero no puedo. No consigo sintonizar y que me guste.

He leído –más de una vez- El Gatopardo, La conjura de los necios, El nombre de la rosa, El libro del desasosiego y cosas de Borges, García-Márquez, Benedetti, Wolf, Kazandzakis o Lezama, pero con Proust no sé qué me pasa que no le puedo hincar el diente… y eso que he leído mucho a Verne en francés.

Muchacho, ya veo que no puedo dejar de enrollarme como una persiana. Debe ser cosa de la falta de ignorancia…
En vez de una notita de blog me vuelve a salir un articulito culturoso, y no quiero, Mascaró, pisarte la página.

Un nuevo y cordial saludito desde Barcelona.
Joan Marrugat – Lletraferit
lletraferit @ telefonica.net

 
A la/s 8:14 p. m., Blogger Mascaró dijo...

Ya que mencionas a Borges (uno de mis favoritos, de paso), recuerdo algo que él aconsejaba: "si un libro que te hayan recomendado como esencial no te gusta, puede ser que no sea el momento adecuado para que lo leas, o puede que no seas el lector que ese libro busca. Un libro debe gustarte, y no leerse a la fuerza, por muy famoso que sea el autor".
No quiero mencionar la cantidad de autores y libros famosos que empecé a leer y nunca terminé, porque un montón de gente que me considera un poco culto cambiaría de opinión. Por ejemplo alguno de los que citas (que no mencionaré, claro)
Creo que la lectura debe ser un placer. Que uno debe disfrutar del estilo del autor, de la belleza de su escritura, de las palabras que usa, de su humor (si lo tiene). Que debe dejar a un lado la trama (algunos muy bellos libros no la tienen), que es secundaria, y que es una manera de confundir las cosas.
Pero bueno, como dices, el tema da para largo, y ya que me has hecho llegar tu e-mail, te contestaré personalmente.

 
A la/s 3:14 a. m., Anonymous Anónimo dijo...

Frederic Mistral, un literato provenzal (sur de Francia) que en 1904 obtuvo el premio Nobel, afirmaba que «Mi padre, en toda su vida, sólo leyó tres libros: el Nuevo Testamento, la Imitación de Jesucristo i el Quijote, que le recordaba su campaña por España y lo distraía los días de lluvia. Con esta dosis de literatura ya tuvo suficiente para ir por la vida»

Joan Marrugat - Lletraferit - Barcelona

 
A la/s 9:43 a. m., Blogger Mascaró dijo...

Bueno, ni tanto ni tan poco, aunque, claro, hay gente que prefiere la acciòn a la reflexión (que no otra cosa, entre otras, es un libro). Cada quien elige su camino.
En este fin de semana te haré llegar la nota prometida

 
A la/s 1:04 p. m., Blogger Joan M. dijo...

¿Te percatas, Mascaró, que cuando esos muchachos (Mistral, su padre...) vivieron, no se habían publicado muchos de los libros que nos han hecho vibrar a nosotros?

¿y lo mucho que se perdieron por haber nacido antes?

[estoy celebrando que ya no soy 'anónimo']

 
A la/s 4:57 p. m., Blogger Mascaró dijo...

Sí, en ese sentido creo que nos ha tocado vivir una buena época. No sé si los que nacen ahora pueden decir lo mismo.

 
A la/s 6:50 p. m., Blogger Joan M. dijo...

Espero que los niños actuales, cuando sean viejitos como nosotros, puedan seguir diciendo eso mismo...

Queda mucho jamón por cortar, queda mucha creatividad del hombre humano por desvelarse en los quinquenios futuros.
Amen.

 

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