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jueves, mayo 10, 2007

Woody Allen, el jazz, el psicoanálisis y la vanidad



Mi amigo Martín Brauer cita en su blog una película sobre Woody Allen (no de), Blues del hombre salvaje.
La película -que no está dirigida por W.A.- está al parecer concebida ad maiorem gloriam Dei (siendo Dios, obviamente, W.A.), pero su egocentrismo es tan grande, que no advierte que en realidad sobrepasa la medida y queda más bien en ridículo.
El filme relata una gira de su banda por las principales capitales europeas, con sus interioridades y exterioridades.
La cámara se concentra casi exclusivamente sobre W.A., lo que hace y lo que dice, sin reparar en que a veces lo último es para nada correctamente político. Parecería como que el director del supuesto documental quiso jugarle una mala jugada, contando con que W.A., en su megalomanía, no se daría cuenta. Y así fue.
Después hablaremos un poco del jazz (materia de la que Crab conoce un poco) y de las supuestas bondades (Martín -que no conoce- dixit) de W.A. en el clarinete.
Antes quiero destacar insólitos pasajes del filme:
La constante es que Woody rehúye en lo posible todo contacto con el público. No quiere homenajes, no quiere que lo estrujen, no quiere que lo toquen, no quiere que le digan que lo admiran y han visto todos sus filmes. Ni siquiera cuando se lo dicen alcaldes, rectores de universidades, gobernadores. Ni siquiera cuando le otorgan las llaves de importantes ciudades europeas. Él desprecia todo y a todos. No hay hotel que le parezca adecuado para su grandeza, a pesar de que se le otorgan las habitaciones más lujosas de los mejores hoteles del mundo. Siempre desprecia algo, siempre le falta algo.
La única vez que recibe una humillante lección es cuando va a visitar una legendaria fábrica de clarinetes en París. Ahí, como atención especial, se le concede tocar un famoso e histórico clarinete que está celosamente guardado en una vitrina especial, que quiere tocar a toda costa porque está buscando un sonido de un matiz especial. Cuando escucha el sonido del clarinete en cuestión, dice de inmediato: "éste es", y ofrece comprarlo. El titular le dice que no es posible, que el instrumento forma parte del museo familiar, y que es todo un símbolo para la fábrica. Woody que cree, como buen yanqui, que todo es cuestión de dinero, dobla su oferta. No. Entonces juega todas sus fichas: "estoy dispuesto a pagar un millón de dólares". Y el titular le contesta que no importa la oferta que haga, no se trata de una cuestión de dinero, sino de un símbolo que tiene un valor afectivo, del que la fábrica no se desprenderá por ningún concepto.
Todos tenemos una mala imagen de su actual mujer Soon Yi Previn, la oriental hijastra de Diane Keaton y André Previn (gran pianista de jazz francés, luego compositor y director de orquesta, radicado en EEUU) a quien sedujo y toda esa historia. Pensamos en ella como una seductora, y por supuesto, toda seductora que roba un marido no es buena persona, y peor aún, si el marido que roba es el de su madrastra. Curiosamente, sin embargo, la chica muestra sus firmes principios, y está continuamente discutiendo las erróneas decisiones de Woody respecto a saludar o no a determinadas personas, a no querer estrechar manos ni firmar autógrafos, etc.
Al concluir la gira, es tan grande la cantidad de objetos acumulados: plaquetas, bandejas, pergaminos, medallas, llaves de ciudades, etc., que es necesario deshacerse de parte del equipaje. Se pasa lista a cada regalo para que Woody decida. Nuevamente el desprecio total por TODOS los obsequios recibidos, que se manifiesta por el destino que les da: "tiralo a la basura, regaláselo al portero, regaláselo a la mucama, etc.
Al llegar a casa, en Nueva York, se repite la escena. Pocos recuerdos de la gira permanecen, y gran parte es regalado a los padres, en la escena que Martín cita.
En fin, conocemos a un héroe verdaderamente despreciable en sus valores humanos, y la película, en un Buenos Aires gran admirador de Allen (quizás por ser una de las ciudades que cuenta con mayor cantidad de shrinks por habitante en el mundo, y que comparte por lo tanto con él una de sus mayores aficiones), pasó justa y curiosamente inadvertida.
En cuanto a los valores jazzísticos del sujeto, un poco de historia. El jazz nació en los albores del siglo XX, y sintetizando (porque serían necesarios varios "post" para esbozar siquiera una historia) comprende en rasgos generales cinco estilos o movimientos: el new orleans, el chicago, la era del swing, el be-bop, y el jazz moderno (actual). El estilo new orleans, con el que se origina el jazz, nace del acompañamiento musical que se hacía a los funerales en New Orleans, con un conjunto formado por tres instrumentos que tocaban la melodía: trompeta, clarinete y trombón, y dos rítmicos, banjo y washboard, tabla de lavar que era realmente una tabla de lavar -a la que a veces se agregaban tiras metálicas para enriquecer su sonido- con la que el músico, con dedales en los dedos, formaba un entramado rítmico. Obviamente, estos instrumentos estaban limitados por la necesidad de ser portátiles (acompañaban un funeral).
Posteriormente, en los salones, el washboard pasa a ser una batería y se agrega el piano. Uno de los primeros famosos conjuntos new orleans de salón, fueron los Hot Five, de Armstrong, que estaba formado justamente por: trompeta, clarinete y trombón, piano y batería, donde tocaba el piano ¡oh sorpresa, para aquellos tiempos! una mujer, excelente pianista, Lil Hardin, que fue la segunda esposa de Armstrong, y que integró, junto con él, el primer conjunto new orleans famoso, el de King Oliver.
Bien, el conjunto de Woody toca esa arqueológica que es el new orleans. Con el agregado de saxofones, que lo hace inauténtico, y que es en realidad más bien característico del Chicago. Hace 30 o 40 años hubo una serie de conjuntos así, generalmente europeos, que se llamaban revivals y que tuvieron su momento. Aquí teníamos el Buenos Aires Jazz Hot, que los boppers de entonces (entre los que Crab se contaba) contemplábamos con piadosa y burlona ironía. Pero que actualmente haya gente que toque new orleans, realmente...
W.A. es un correcto instrumentista, pero sin duda un pésimo jazzista. Un músico que pretenda tocar jazz debe tener sonido propio, ataque, matices, ideas, y sobre todo swing. Hay una frase famosa de Ellington: it doesn't mean a think, if ain't got that swing (no significa nada si no tiene swing). Allen ni lo tiene ni entiende nada de eso.
Para colmo de torpezas, quiere llevar la voz cantante. El new orleans era una música polifónica, en la que la trompeta llevaba la voz melódica, el clarinete bordaba fiorituras en su torno, y el trombón subrayaba acompasadamente los tiempos débiles. Así comenzaban y finalizaban las ejecuciones. En medio, cada instrumento tocaba un solo.
W.A. no, él quiere llevar la voz cantante, y por supuesto, el trompetista se niega, y tienen largas discusiones sobre el tema, que finalmente gana W.A., porque como dice el trompetista, él es el patrón.
Ese es el verdadero W.A., que ni me emocionó ni me hizo reír, y que me costó una seria discusión con mi hija, que lo adora.

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8 Comentarios:

A la/s 8:40 p. m., Blogger cronista sentimental dijo...

no tengo ningún sentimiento por Woody Allen pero algunas de sus películas me parecen maravillosas.

 
A la/s 8:20 a. m., Blogger Mascaró dijo...

Por supuesto. A mí también. Hablo tan solo de la ambivalencia entre el artista y el ser humano, el de todos los días. ¡Y a cuántos que se les aplica! Digo siempre: "para que no te exijan coherencia, no hay que predicar!

 
A la/s 2:10 p. m., Blogger EmmaPeel dijo...

Me gusta muuuucho el cine de WA
se ríe de sí mismo y le importa poco el resto me parece...

 
A la/s 5:26 p. m., Blogger Mascaró dijo...

Tenés razón, Emma, le importa bien poco el resto. Ve esa película

 
A la/s 7:06 a. m., Anonymous Anónimo dijo...

Hola, soy yo, Lorena.
No soy yo la que discutió con vos, pero podría haberlo hecho, dado que a mí también me encanta la obra de este notable producto norteamericano.
Es cierto, no toca bien jazz, pero tampoco afirma hacerlo.
No le importan sus fans ni lo que de ellos provenga, pero jamás lo escuché sostener lo contrario.
Es un verdadero genio del humor, de la ironía y de la autocrítica.
Algunas de sus películas son verdaderas obras de arte y en toda su obra nunca vi nada verdaderamente reprochable.
En definitiva, un hombre excepcional, que prácticamente inventó un género cinematográfico -o al menos un estilo muy especial- y que pasará a la historia como tal (no por su clarinete, ni por su relación con los fans).
Besos,
Lorena

 
A la/s 10:04 a. m., Blogger Mascaró dijo...

Insisto: hay que ver esa película. Conozcan al verdadero Woody.
Por algo la película fue un fracaso: claro, en un Buenos Aires fanático de W.A., ¿quién la iba a recomendar, sino (noten el correcto uso del sino) al riesgo de quedar mal?

 
A la/s 3:14 p. m., Blogger Satamarina dijo...

de W.A no debería hablarse, él habla de sí mismo, y es increíble.

 
A la/s 10:12 a. m., Blogger Mascaró dijo...

Marina: Mezclamos dos cosas: la ética y la estética.
Depende de qué priorices.
Para mí es fundamental la conducta de un ser humano. Por genial creador que sea, si es un h. de p. lo desprecio.

 

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