Mascaró


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sábado, abril 07, 2007

Damon Runyon


Otro de mis escritores de humor favoritos, y también poco conocido, es Damon Runyon. Nació como Alfred Damon Runyan en Manhattan, Kansas, y creció en Pueblo, Colorado.
Pertenecía a una tercera generación de periodistas, y se inició bajo la guía de su padre en Pueblo. Trabajó para varios diarios en el área de las Montañas Rocallosas, y en uno de estos, le cambiaron su apellido de Runyan a Runyon, cambio que adoptó. Luego de un notable fracaso al tratar de organizar una liga menor de béisbol en Colorado, se mudó New York en 1910. Los próximos diez años cubrió a los New York Giants y el boxeo profesional para el New York American. En su primer artículo, el editor del American eliminó el Alfred, y el nombre Damon Runyon apareció por primera vez.
Damon Runyon es a New York (específicamente a Broadway) con sus cuentos, lo que Woody Allen a New York con sus películas. Un poco son prueba las más de diez películas que se hicieron con sus cuentos. (Lady for a Day (1933), The Lemon Drop Kid (1934), Little Miss Marker (1934), A Slight Case of Murder (1938), The Big Street (1942), Butch Minds the Baby (1942), It Ain't Hay (1943), Money From Home (1953), Guys and Dolls (1955), A Pocket Full of Miracles (1961)).
Sus relatos siempre se desarrollan en un ambiente de jugadores (a cualquier cosa: ruleta, naipes, lotería, dados, carreras de caballo), en el mundo del deporte y todo el mundo de tramposos a su alrededor, gente de la noche: bailarinas, comediantes, dandys, ladronzuelos y gangsters, gangsters sobre todo. Y los cafés que frecuenta la gente de este ambiente. Él mismo era gran jugador, bebedor y fumador (murió de cáncer a la garganta). Una de sus frases favoritas era "Las carreras no las gana siempre el más ligero, ni el combate el más fuerte, pero esa es la forma de apostar."
Las historias están siempre contadas en primera persona. Están escritas en un muy distintivo estilo vernáculo, una mezcla de habla formal y colorido slang, casi siempre en tiempo presente, y exento de contracciones. El que cuenta tiene (se supone que es Runyon) siempre un papel secundario, incidental: los protagonistas son otros. Sólo que como es siempre testigo presencial de los hechos, su testimonio es confiable. Generalmente transcurren de noche. El ambiente que más conocen y en el que se desenvuelven con más comodidad sus personajes. Los sucesos que no son nocturnos, son contados como referencias ajenas, no presenciados. La noche, sabemos, constituye un mundo propio. En ella se mueven personajes especiales, que tienen otra psicología, otra manera de pensar.
A medida que la historia progresa, van apareciendo nuevos personajes, que dan lugar a explicaciones sobre su ocupación, y las vicisitudes por las que son introducidos en la historia. En muchas ocasiones son personajes plenos de ternura, que necesitan alguna ayuda para realizar alguna acción benéfica, y nuestro anfitrión está siempre dispuesto a ser de la partida. Otras veces son el planeamiento y ejecución de proyectos alocados, o grandes estafas. Otras, historias de amor plenas de ternura y romanticismo. Casi siempre los personajes son nombrados por su apodo (Madame La Gimp, Harry the Horse, Sam the Gonoph, Nathan Detroit, Big Jule, Harry the Horse, Good Time Charlie, Dave the Dude) o en otros casos por su nombre y el apodo. Pero siempre hay un apodo presente. Farsantes que usurpan personalidades, falsos jueces, falsos millonarios, falsos senadores, falsos nobles...
Cuando el cronista de deportes devenido reportero-escritor murió en 1946, sus cenizas fueron esparcidas sobre Times Square por su viejo amigo, el Capt. Eddie Rickenbacker, desde un aeroplano volando en lo alto, sobre las luces y resplandores de Broadway. Damon Runyon quiso que así fuera.

Runyon no está demasiado traducido. Entre otras razones, por su estilo, que presenta especiales escollos para la traducción. Hay traducciones que da verdadero horror leer. Incluso la que les presento, que me pertenece, no me satisface plenamente, a pesar del cariño con que la hice.


LA NAVIDAD DE DAN, EL BAILARÍN


Un buen día estamos en Navidad, o para ser más precisos, la noche anterior a Navidad, y estoy en el pequeño barcito de Good Time Charley Bernstein, en la calle 48 Oeste, deseando a Charley una feliz Navidad y tomando algunos Tom y Jerrys con él. Este Tom y Jerry es una vieja bebida usada alguna vez por unos y otros para celebrar Navidad, y es de hecho tan popular que mucha gente piensa que la Navidad se inventó sólo para tener una excusa para tomar Tom y Jerry, lo que por supuesto no es totalmente cierto.

Pero cualquiera puede decirle que no hay nada que haga aflorar el verdadero espíritu navideño como un buen Tom y Jerry, y he oído también que desde que el viejo Tom y Jerry dejó de tomarse, el espíritu navideño ya no es lo que solía ser.

La razón por la que el Tom y Jerry dejó de tomarse es porque se necesita usar ron y una y otra cosa para preparar un buen Tom y Jerry, y naturalmente, cuando el ron se hace ilegal en este país, el Tom y Jerry pasa también a estar fuera de la ley, porque el ron es algo muy peligroso conque andar por estos días.

Por un tiempo, algunos tratan de preparar el viejo Tom y Jerry sin ponerle ron, pero de cualquier forma nunca tiene el viejo espíritu navideño, de modo que casi todo el mundo termina finalmente defraudado, lo cual no es sorprendente, ya que preparar un buen Tom y Jerry no es de ningún modo un juego de niños. En realidad, es necesario ser todo un experto para preparar un buen Tom y Jerry, y en los tiempos en que no era ilegal, un buen preparador de Tom y Jerrys podía ganar buen dinero y muchos amigos.

Ahora, por cierto, Good Time Charley y yo no estamos usando ron en los Tom y Jerrys que estamos preparando, ya que no queremos hacer nada ilegal. Lo que estamos usando es whiskey de centeno, que Good Time Charley consigue de una droguería con la receta de un médico, porque estamos bebiendo personalmente estos Tom y Jerry, y naturalmente no somos tan tontos como para poner en ellos ninguno de los whiskeys de centeno de Charley.

La receta para el whiskey de centeno proviene del Doc Moggs, quien la extendió para el reumatismo de Good Time Charley, en caso de que Charley llegue a tener alguna vez reumatismo, ya que el Doc Moggs dice que no hay nada mejor para el reumatismo que el whiskey de centeno, especialmente si forma parte integrante de un viejo Tom y Jerry. De hecho, el viejo Doc Moggs se da una vuelta y se toma unos cuantos viejos Tom y Jerrys con nosotros para su propio reumatismo.

Viene durante la tarde, porque Good Time Charley y yo comenzamos a preparar bien temprano estos viejos Tom y Jerrys, de modo de asegurarnos de tener los suficientes como para que duren hasta la Navidad, y ahora ya son alrededor de las seis, y nuestro espíritu navideño funciona prácticamente al ciento por ciento.

Bien, cuando Good Time Charley y yo nos estamos expresando uno al otro nuestros sentimientos navideños con nuestros viejos Tom y Jerrys, y estoy tratando de pensar en ese poema acerca de la noche anterior a Navidad y todo eso a través de la casa, que sé que habrá de interesarle bastante a Charley, de pronto se oye un gran golpe en la puerta de adelante, y cuando Charley la abre, ¿quién entra, llevando un gran paquete bajo el brazo, sino un tipo llamado Dan el Bailarín?

Este Dan el Bailarín es un tipo joven, buen mozo, que siempre anda bien vestido, a quien se llama Dan el Bailarín porque es muy diestro para andar bailando con muñecas en los nights clubs, y en cualquier lugar donde se baile. De hecho, Dan nunca parece estar haciendo nada más, aunque he oído rumores de que cuando no está bailando, se conduce de una manera muy ilegal en una cosa y otra. Pero por supuesto, uno puede escuchar en esta ciudad rumores sobre cualquiera, y personalmente me agrada Dan el Bailarín porque parece siempre estar sacando buen provecho de la vida. Cualquiera en la ciudad podrá decirle que Dan el Bailarín es un tipo sin dobleces, y de hecho tiene mucho más agallas que cualquiera, aunque me gustaría decir que siempre cuestiono su buen juicio en bailar tanto con Muriel O’Neill, que trabaja en el night club Media Luna. Y la razón por la que cuestiono su buen juicio en este respecto es porque todo el mundo sabe que Muriel O’Neill es una muñeca a la que ha echado el ojo Heine Schmitz, y Heine Schmitz no es un tipo que vaya a tomar amigablemente a nadie que baile más de una vez y media con una muñeca a la que él haya echado el ojo.

Este Heine Schmitz es un ciudadano muy influyente en Harlem, que tiene amplios intereses en la cerveza y otras empresas, y no es de ningún modo violar ninguna confidencia si le digo que Heine Schultz hará volar instantáneamente su cerebro con solo mirarlo. En realidad, he oído que más rápido. De todos modos, no es un tipo del cual burlarse, y muchos ciudadanos se han tomado el trabajo de advertir a Dan el Bailarín que no sólo está un poco fuera de línea al bailar con Muriel O’Neill, sino que está haciendo bajar su propio precio muy bajo, a un nivel en el que ya no existe siquiera precio.

Pero Dan el Bailarín sólo se ríe ja-ja, y sigue bailando con Muriel O’Neill cada vez que tiene oportunidad, y Good Time Charley dice que no lo culpa en absoluto, ya que Muriel O’Neill es tan linda que él mismo bailaría con ella a pesar de todo, si tuviera diez años menos, y pudiera sacar un Roscoe tan rápido como en los días en que andaba con Päddy Cadena, y otros tipos rápidos.

Bien, de todos modos, cuando Dan el Bailarín entra echa una rápida mirada por todo el salón, y luego arroja el pesado paquete que lleva a un rincón, donde hace plum, como si contuviera algo muy pesado, y luego camina hacia el bar hasta encontrarse con Charley y yo, y quiere saber qué estamos bebiendo.

Naturalmente, comenzamos a ofrecer Tom y Jerrys a Dan el Bailarín, y él dice que tomará unos tragos con nosotros, y luego de un trago, Dan el Bailarín dice que tomará otro, y que Felices Navidades a nosotros, y lo primero que sabemos es que un par de horas más tarde, estamos todavía tomando tragos del viejo Tom y Jerry con Dan el Bailarín, y Dan dice que nunca tomó nada tan reconfortante en su vida. De hecho, Dan el Bailarín dice que recomendará el viejo Tom y Jerry a todos los que conoce, sólo que no conoce a nadie lo suficiente bueno como para recomendarle el viejo Tom y Jerry, excepto quizás Muriel O’Neill, y ella no bebe nada que tenga centeno de droguería.

Bien, varias veces mientras estamos bebiendo estos Tom y Jerrys, los parroquianos se llegan a la puerta del pequeño bar de Good Time Charley y golpean, pero para entonces Charley está comenzando a tener miedo de que quieran también los Tom y Jerry, y piensa que no habremos de tener suficiente para nosotros, de modo que cuelga fuera un cartel que dice: “Cerrado por Navidad”, y al único que deja entrar es a un tipo llamado Ooky, quien no es nada más que un viejo atorrante, que anda por todos lados durante la semana vestido como Santa Claus y llevando por toda la Sexta Avenida un cartel de publicidad de la tienda de ropa de Moe Lewinsky.

Este Ooky está todavía usando su ropa de Santa Claus cuando Charley lo deja entrar, y la razón por la cual Charley permite entrar a su negocio a un personaje como Ooky es porque Ooky hace el trabajo de portero para Charley cuando Ooky no trabaja para Moe Lewinsky, barriendo el piso y lavando las ventanas, y una cosa y otra.

Bueno, son cerca de las nueve y media cuando entra Ooky, y sus pies están doloridos, muy cansado generalmente de andar caminando de arriba a abajo y de aquí para allá con su cartel, ya que cuando un tipo es Santa Claus para Moe Lewinsky deberá ganarse cada peso. De hecho, Ooky está tan fatigado, y sus pies le duelen tanto que Dan el Bailarín, Good Time Charley y yo nos sentimos muy afligidos por él, y lo invitamos a tomarse unos jarros del viejo Tom y Jerry con nosotros, y le deseamos gran cantidad de Felices Navidades.

Pero el viejo Ooky no está acostumbrado al Tom y Jerry y luego de alrededor del quinto jarro se echa en un sillón, y se queda dormido. Lleva puesto un hermoso atuendo de Santa Claus, con un traje rojo acicalado con algodón blanco, y una peluca, una falsa nariz, y largas barbas blancas, y una gran bolsa llena con viruta en su espalda y si no supiera que Santa Claus no podría ser un tipo capaz de roncar de modo de hacer temblar las ventanas, pensaría que Ooky podría llegar a ser seguramente Santa Claus.

Bien, olvidamos a Ooky y lo dejamos dormir, y seguimos con nuestros viejos Tom y Jerry, mientras tratamos de pensar en algunas pocas canciones apropiadas para Navidad, y Dan el Bailarín finalmente canta My Dad’s Dinner Pail con una hermosa voz de barítono y muy alto, en tanto que yo hago una buena performance con Will you love me in December as you do in May? Pero personalmente siempre pensaré que Good Time Charley Bernstein está un poco fuera de línea tratando de cantar un himno judío en esa ocasión, lo que produce un cambio de palabras entre ambos.

Mientras estamos cantando, muchos parroquianos llegan a la puerta y golpean, y entonces leen el cartel de Charley, y esto causa un poco de inquietud entre ellos, y algunos permanecen fuera diciendo que es un gran ultraje, hasta que Charley asoma su nariz por la puerta y los amenaza con aplastar algunas narices si no siguen con sus cosas y se dejan de perturbar el festejo de pacíficos ciudadanos. Naturalmente, los clientes se van, ya que no desean ver sus narices aplastadas, y Dan el Bailarín y Charley y yo continuamos bebiendo nuestros viejos Tom y Jerrys, y con cada Tom y Jerry nos deseamos unos a otros una muy Feliz Navidad y a veces un muy Feliz Año Nuevo, aunque por supuesto esto no va todavía para Good Time Charley, porque Good Time Charley tiene su Año Nuevo separado del de Dan el Bailarín y yo.

De tanto en tanto vamos hasta donde está Ooky disfrazado de Santa Claus y le ofrecemos más viejos Tom y Jerrys, y le deseamos Feliz Navidad, pero Ooky sólo sigue roncando y llamándonos nombres, de modo que podemos ver que no tiene consigo el correcto espíritu navideño, y lo dejamos solo hasta alrededor de la medianoche, cuando Dan el Bailarín quiere ver cómo luciría como Santa Claus. Entonces Good Time Charley y yo ayudamos a Dan el Bailarín a sacarle a Ooky su disfraz y ponérselo a Dan, lo cual es muy fácil porque Ooky tiene su disfraz de Santa Claus sobre sus ropas ordinarias, y ni siquiera se despierta cuando le sacamos el uniforme de Santa Claus. Bien, me gustaría decir que he visto muchos Santa Claus en mis tiempos, pero nunca uno tan buen mozo como Dan el Bailarín, especialmente luego que se pone correctamente la peluca y la barba, y luego que le ponemos bajo los pantalones un almohadón de sofá que Good Time Charley suele tener a mano para que duerma el gato, para dar a Dan el Bailarín el simpático estómago gordo que se supone debe tener Santa Claus.

De hecho, cuando Dan el Bailarín se contempla a sí mismo en el espejo se sorprende gratamente con su apariencia, mientras que Good Time Charley está prácticamente histérico, aunque personalmente estoy comenzando a resentir este interés de Charley por Santa Claus, y por la Navidad en general, ya que él de ningún modo tiene ningún vínculo especial con estos asuntos. Pero entonces recuerdo que Charley suministra los viejos Tom y Jerrys, y me vuelvo más tolerante con él.

Bueno, dice Charley finalmente, es una gran pena que no sepamos dónde hay algunas medias colgadas por alguna parte, porque entonces, dice, podríamos ir por ahí y poner algunas cosas en esas medias, como he oído siempre que es la idea fundamental de Santa Claus. Pero, dice Charley, no supongo que nadie por estos alrededores tenga alguna media colgada, y en caso de que la tenga, dice, todas las chances son que esté llena de agujeros, de modo que no podríamos llenarla con nada. Además, dice Charley, aún si hubiera alguna media colgada no tendríamos nada para poner dentro, aunque personalmente, dice, yo gustosamente donaría algunas medidas de whiskey.

Bueno, señalo que no tenemos ningún reno, y que Santa Claus probablemente luzca como un terrible bobo si anda por ahí sin un reno, pero la observación de Charley le da a Dan una idea, porque de repente dice lo siguiente:

Bien, dice Dan el Bailarín, conozco dónde hay una media colgada. Está colgada en el departamento de Muriel O’Neill, aquí cerca, en la calle 49 Oeste. Esta media está colgada por una persona llamada Gammer O’Neill, que es la abuela de Muriel O’Neill, dice Dan. Gammer O’Neill está por cumplir noventa, dice, y Muriel O’Neill me contó que no habrá de durar mucho, con una cosa y la otra, incluyendo ciertas conductas infantiles. Ahora bien, dice Dan, recuerdo que Muriel O’Neill me contó justamente la otra noche que Gammer O’Neill colgó sus medias las vísperas de Navidad toda su vida y, dice, a juzgar por lo que me dijo Muriel O’Neill la vieja muñeca siempre cree que Santa Claus vendrá alguna Navidad y llenará sus medias con hermosos regalos. Pero, dice Dan el Bailarín, Muriel O’Neill me contó que Santa Claus nunca lo hizo, aunque Muriel O’Neill siempre pone personalmente algunos pequeños regalos y chucherías dentro de la media para hacer sentir mejor a Gammer O’Neill.

Pero, por supuesto, dice Dan, esos regalos no son demasiado, porque Muriel O’Neill es muy pobre y orgullosa, y también muy buena, y no tomará un centavo de nadie, y puedo liquidar a cualquier tipo que diga lo contrario, aunque, entre yo, Heine Shmitz, y un montón de otros tipos que puedo mencionar, Muriel O’Neill podría juntar un montón. Bien, yo sé que lo que dice Dan acerca de Muriel O’Neill es cierto, y de hecho es un asunto discutido a menudo en Broadway, porque Muriel O’Neill no gana más de veinte dólares por semana trabajando en el Media Luna, y es bien conocido para unos y otros que no es un ingreso adecuado para una muñeca tan hermosa como Muriel O’Neill.

Bien, sigue Dan el Bailarín, parece que en tanto que Gammer O’Neill está muy contenta con cualquier cosa que encuentra dentro de su media en la mañana de Navidad, no alcanza a entender porqué Santa Claus no es un poco más liberal y, agrega, Muriel O’Neill me dice que lo único que desearía es poderle dar a Gammer O’Neill un verdadero gran regalo de Navidad antes de que la vieja muñeca esté en el cajón.

Así, dice Dan, aquí tenemos un trabajo para nosotros. Muriel O’Neill y su abuela viven solas en ese departamento en la calle 49 Oeste y a esta hora Muriel está trabajando, y todas las probabilidades son que Gammer O’Neill esté profundamente dormida, y nosotros nos caeremos por ahí y Santa Claus llenará sus medias con hermosos regalos.

Bien, digo yo, no sé dónde habremos de conseguir ningún hermoso regalo a estas horas de la noche, con todos los negocios cerrados, a menos que entremos en uno de esas farmacias abiertas toda la noche y compremos algunas botellas de perfume y un estuche de toilette como hacen los tipos cuando se olvidan de sus siempreamadas esposas luego de las horas en que cierran los negocios la víspera de Navidad, pero Dan dice que no nos preocupemos por eso, y tomemos unos cuantos Tom y Jerry primero. De modo que tomamos unos pocos Tom y Jerrys más, y Dan el Bailarín recoge el paquete que había dejado tirado en una esquina, y vacía la viruta que había dentro de la bolsa de Santa Claus de Ooky, y pone el paquete dentro, y Good Time Charley apaga todas las luces excepto una, y deja una botella de whiskey sobre la mesa frente a Ooky como regalo de Navidad, y ahí vamos.

Personalmente, resiento mucho dejar los viejos Tom y Jerry, pero luego estoy también muy entusiasmado acerca de andar por ahí ayudando a Dan el Bailarín jugando a Santa Claus, en tanto Good Time Charley está prácticamente enajenado, ya que es la primera vez en su vida que Charley ha compartido de tal manera el espíritu navideño. De hecho, no se le ocurre nada mejor que detenerse en un par de bares y tomar un par de tragos a la salud de Santa Claus, y esas visitas son un gran suceso, aunque todo el mundo está muy sorprendido de ver a Charley y a mí con Santa Claus, especialmente a Charley, si bien nadie reconoce a Dan el Bailarín. Pero por supuesto no hay Tom y Jerrys en los negocios que visitamos, y tenemos que tomar cualquier cosa que esté a la mano, y personalmente siempre pensaré que la resaca que tuve durante días provino de la mezcla que hicimos de esas bebidas con nuestros Tom y Jerrys.

A medida que avanzábamos por Broadway hacia la calle 49, Charley y yo vimos muchos ciudadanos que conocíamos, y les dábamos un caluroso ¡hola!, y les deseábamos una Feliz Navidad, y algunos de esos ciudadanos estrechaban las manos de Santa Claus, sin saber que no era otro que Dan el Bailarín, aunque más tarde oí que hubo muchos chismes entre esos ciudadanos porque se quejaban de que un Santa Claus con un aliento como el que tenía nuestro Santa Claus dejaba mucho que desear.

De repente pasamos un momento embarazoso cuando un grupo de muchachos que regresaban a sus casas con sus padres de una fiesta de Navidad, se amontonan alrededor de Santa Claus con gritos de júbilo infantil, y algunos de ellos quieren sentarse en las rodillas de Santa Claus. Naturalmente, Santa Claus se pone un tanto malhumorado, y los llama algunos nombres, y uno de los padres se acerca y pregunta cuál es la idea de Santa Claus usando ese lenguaje, y Santa Claus le pega una trompada al padre, todo lo cual resulta sin duda muy desconcertante para los chicos, que tienen una idea de Santa Claus como un viejo tipo muy afectuoso. Pero por supuesto no saben nada acerca de Dan el Bailarín mezclando el licor que tomamos en los bares que visitamos con el viejo Tom y Jerry, entonces podrían entender cómo incluso Santa Claus puede llegar a perder su templanza.

Bien, finalmente llegamos frente al lugar donde Dan el Bailarín dice que viven Muriel O’Neill y su abuela, y no es más que una casa de vecindad no lejos detrás del Madison Square Garden, y además es cuesta arriba, y para esta hora no hay luces en el lugar, excepto una de gas en el hall principal, y bajo esta luz vamos viendo los nombres en las casillas de correos, como se acostumbra encontrar en este tipo de casas, y vemos que Muriel O’Neill y su abuela viven en el quinto piso. Es el último piso, y personalmente no me gusta la idea de subir cinco pisos por las escaleras, y estoy pensando en dejar ir solos a Dan el Bailarín y a Good Time Charley, pero Dan insiste en que debemos ir todos, y finalmente estoy de acuerdo, porque Charley está comenzando a argumentar que la manera correcta de entrar es subir hasta el techo y dejar que Santa Claus se deslice por la chimenea, y está haciendo tanto ruido que me temo que despierte a alguien.

De modo que subimos por las escaleras y finalmente llegamos a la puerta del último piso, que tiene una pequeña tarjeta en la ranura que dice O’Neill, así que sabemos que llegamos a destino. Dan el Bailarín intenta primero con el picaporte, y la puerta se abre, y estamos en un departamento de dos o tres habitaciones, con no mucha decoración en él, y la poca que hay es bien pobre por cierto. Una sola luz a gas arde cerca de la cama en un cuarto al lado del que se abrió la puerta, y por esta luz vemos una muy vieja muñeca que está durmiendo en la cama, de modo que juzgamos que no es otra que Gammer O’Neill.

En su rostro hay una amplia sonrisa, como si estuviera soñando con algo muy placentero. En una silla, en la cabecera de la cama está colgada una larga y vieja media negra, y parece ser una media tan remendada y emparchada, que puedo ver que lo que Muriel O’Neill dijo a Dan el Bailarín sobre su abuela colgando su media es verdad, aunque hasta este momento tenía mis dudas. Bien, estoy deseando llenarla, luego de una mirada a la vieja muñeca, especialmente cuando Good Time Charley comienza a rondar alrededor del departamento para ver si hay alguna chimenea desde la cual pueda descolgarse Santa Claus, pero Dan el Bailarín permanece mirando a Gammer O’Neill por un largo rato.

Finalmente descuelga la bolsa de su espalda, saca su paquete, lo desata, y surge de repente un montón de brazaletes de diamante, y anillos de diamante, y broches de diamante, y gargantillas de diamante, y no sé qué más dentro de la línea de diamantes, y Dan el Bailarín y yo comenzamos a llenar la media con estos diamantes y Good Time Charley se nos une y ayuda. Hay suficientes diamantes como para llenar la media hasta el hocico, y no es una media pequeña, por cierto, y juzgo que Gammer O’Neill tenía un lindo par de piernas en su juventud. Por cierto, hay tantos diamantes que tuvimos suficientes como para formar una simpática pequeña pila sobre la silla una vez que llenamos la media, dejando un hermoso estuche forrado de diamantes encima de todo, donde supusimos que se fijaría la mirada de Gammer O’Neill cuando despertara.

Y no fue sino cuando estuve fuera, nuevamente al aire fresco, cuando repentinamente recuerdo haber visto grandes titulares en los periódicos de la tarde acerca de un asalto de quinientos mil dólares a un comerciante en diamantes de Maiden Lane, mientras estaba sentado en su oficina, y también recuerdo haber oído alguna vez rumores acerca de que Dan el Bailarín es uno de los mejores asaltantes solitarios del mundo.

Naturalmente, comienzo a preguntarme si estoy en la compañía adecuada mientras estoy con Dan el Bailarín, aún cuando él sea Santa Claus. De modo que lo dejo en la esquina siguiente, arguyendo con Good Time Charley acerca de dónde debieran ir y encontrar más regalos en alguna parte, y buscar otras medias para llenar, y me precipito a mi casa, y me voy a la cama. El día siguiente me encuentro con una resaca tal que no me preocupa ir a ningún lado, y de hecho no ando por ningún lado por un par de semanas.

Entonces, una noche me caigo por el bar de Good Time Charley, y le pregunto a Charley cómo anda todo.

Bien, dice Charley, muchas cosas han pasado, y personalmente, dice Charley, estuve muy sorprendido de no verte cuando Gammer O’Neill despertó. Sabrás que Gammer O’Neill dejó este débil viejo mundo un par de días después de Navidad, dijo Charly, y Muriel O’Neill sostiene que el Doc Moggs proclamaba que fue por lo menos un día más de lo debido, pero estaba sostenida, dice Charley, por la gran felicidad de encontrar su media llena con hermosos regalos en la mañana de Navidad.

De acuerdo con Muriel O’Neill, dijo Charley, Gammer O’Neill murió prácticamente convencida de que Santa Claus existe, aunque por supuesto, dice, Muriel O’Neill no le contó acerca del dueño real de los regalos, un correcto tipo llamado Shapiro que le dejó quedarse con ellos luego de que Muriel O’Neill lo notificó de su hallazgo. Parece, dice Charley, que Shapiro es un tipo de corazón tierno, deseoso de que Gammer O’Neill permaneciese unos días más con nosotros luego de que el Doc Moggs dijera que dejarle los regalos un tiempo más lo lograría. Así, dice Charley, todo resultó bien, ya que la policía no se imaginó nada, excepto que el delincuente que le robó los diamantes a Shapiro tuvo un cargo de conciencia y dejó los regalos en el primer lugar que encontró, y Muriel O’Neill recibió una recompensa de 10.000 dólares por encontrar los regalos y devolverlos. Y, dice Charley, he oído que Dan el Bailarín está en San Francisco, pensando en reformarse y convertirse en un maestro de baile, para casarse con Muriel O’Neill, y por supuesto, dice, todos esperamos y creemos que nunca sabrá ningún detalle de la carrera de Dan el Bailarín.

Bien, es víspera de Navidad un año más tarde, cuando me encuentro con un tipo llamado Shotgun Sam, quien está vinculado a Heine Schmitz en Harlem, quien es un muy, pero muy detestable sujeto, por cierto. Bueno, bueno, bueno, dice Shotgun, la última vez que te vi fue en otra víspera de Navidad como ésta, y estabas saliendo del bar de Good Time Charley y, dice, estabas ciertamente con unas copas de más.

Bien, Shotgun, digo, siento que tuvieras esa mala impresión de mí, pero lo cierto es que, digo, en la ocasión de que estás hablando yo tenía un terrible dolor de cabeza que no me dejaba pensar.

Está bien conmigo, dice Shotgun, yo tenía el dato de que ese tipo Dan el Bailarín estaba en el bar de Good Time Charley la noche en que te vi, y Mockie Morgan, y Gunner Jack y yo estábamos vigilando el lugar, porque, dice, Heine Schmitz estaba muy preocupado con Dan acerca de una muñeca, aunque, por supuesto, dice Shotgun, todo está bien ahora, porque Heine tiene otra muñeca. De todos modos, dice, nunca pudimos ver a Dan el Bailarín. Vigilamos el lugar desde las seis de la tarde hasta la mañana de Navidad, y nadie entró en toda la noche, salvo el viejo Ooky, el tipo que hacía de Santa Claus con su traje de Santa Claus y, dice Shotgun, nadie salió, excepto vos y Good Time Charley y Ooky. Bueno, dice Shotgun, es una gran cosa para Dan el Bailarín que nunca haya entrado ni salido de lo de Good Time Charley porque, dice, estábamos esperándolo en el segundo piso del edificio de enfrente con algunos simpáticos proyectiles, y las órdenes de Heine eran no fallar.

Bueno, Shotgun, le digo, Feliz Navidad.

Bueno, dice Shotgun, Feliz Navidad.

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2 Comentarios:

A la/s 10:08 a. m., Blogger Risingson Carlos dijo...

Gracias! Estaba leyéndome el único libro en castellano de Runyon ("Incidente en Broadway y otros relatos" de la prematuramente desaparecida colección Humorismos de Versal) y en una colección de Connie Willis mencionaba varios relatos de Runyon - y de Woodehouse - que no encontraba en castellano. Este lo tomaba como el mejor de todos para las navidades. Gracias, again.

 
A la/s 7:47 p. m., Blogger Mascaró dijo...

Yo te agradezco tu visita y que te haya gustado Runyon. Es cierto, es difícil encontrar algo de él, y como él mismo dice, hay que conpenetrarse con su espíritu (aunque hablando de los Tom and Jerry).

 

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