Mascaró


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martes, mayo 26, 2009

Los mitos urbanos

Crab recuerda haber leído hace años un libro titulado Psicología del Rumor, que detallaba las estrategias utilizadas por los servicios británicos para crear rumores y contrarrestar los utilizados por los alemanes durante la segunda guerra mundial.

Según el libro, el rumor debía reunir una serie de ingredientes que lo hicieran creíble, como ser: quien lo contaba debía mencionar que le había sucedido a una persona cercana, por ejemplo un vecino, o un familiar, pero de manera vaga, no identificable. Debía referirse a un acontecimiento actual y en discusión. Y por último debía ser una explicación plausible y verosímil, aunque no verificable, de algo sobre lo que hubiera dudas.

El libro, interesante por cierto, sostenía que además el hecho de que un rumor se encarnara y difundiera, dependía de motivos como el componente ético o las creencias religiosas de la personas.

Describía una experiencia interesante. Se tomaba un grupo de, digamos, veinte personas, y se mostraba a una de ellas, separada de los demás, una fotografía de una escena con un grupo de personas, que presenciaban un incidente de variados componentes. Se hacía pasar a otra persona, a quien la primera relataba la escena que había visto. La segunda volvía a relatarlo a la tercera, y así hasta llegar a la última.

Finalmente, se mostraba la foto a todo el grupo.

Ahí se advertía cómo cada uno, contaminado por sus creencias, sus prejuicios, su ideología, etc., había introducido elementos inexistentes. La descripción iba cambiando en cada relato, hasta llegar a un final que no tenía nada que ver con la escena original.

Se me ocurre que la leyenda urbana tiene mucho de los componentes sobre el rumor que he relatado. Por ejemplo, que la mayor parte de las veces es imposible saber si esas historias son verdaderas o no. Otra cosa en común es que son historias escritas por muchas manos, ya que cuando uno construye una buena historia, siempre hay otro que se siente obligado a rellenar los huecos y resueltan, al final, casi perfectas. Además, no tienen derechos.

Circunstancia que las hace muy apetecibles para ser usadas y plagiadas por escritores, incluidos los artífices de superventas como Dan Brown, o guionistas de cine o series de televisión. Los profesionales suelen explotar el filón de las historias relacionadas con lo sobrenatural (fantasmas, apariciones) y de las conspiraciones y versiones no oficiales, en las que no es raro toparse con servicios secretos, masones, Iluminatis, el Grupo de Bilderberg, los Sabios de Sión, el Nuevo Orden Mundial o, ya en el vértice, los extraterrestres. Historias sobre enterrados vivos, secuestros para extirpar órganos o el devastador terremoto que provocarían los chinos si saltasen todos a la vez. La leyenda que cuenta que Walter Elias Disney, creador del ratón más famoso del mundo, fue congelado tras su muerte y que su cuerpo está debajo del juego de 'Piratas del Caribe' en Disneylandia.

Acaba de aparecer en España un libro sobre las leyendas urbanas, que según el autor, agrupa unas quinientas.

"Crímenes de leyenda", "El enemigo extranjero", "Lo sobrenatural", "Conspiraciones y versiones no oficiales", "La cosa de la muerte", "Nuestros amigos los animales", "La loca academia", "La salud es lo primero", "Comer, beber", "El precio de la fama", "La magia del cine", "Errar es humano" y "Monstruos y rarezas", son los capítulos en que el autor divide y agrupa las historias.

La leyenda urbana casi siempre se pone en el peor de los casos, porque se fundamenta en el miedo, sea a lo desconocido o a lo diferente, al extranjero. Que el famoso cantante norteamericano Elvis Presley está vivo, que el hombre nunca pisó la Luna, que hay cocodrilos en las alcantarillas de Nueva York, que las pirámides de Egipto, México o Perú las construyeron los extraterrestres, la muerte de Lady Di, los atentados del 11-S o del 11-M, el origen del sida, el secreto de las pirámides de Egipto, México (Chichén Itzá, Teotihucán, Palenque), Perú (Machu Picchu) y Bolivia (Tihuanaco) o los círculos en campos de maíz.

Luego hay otras que en vez de ser espontáneas, son historias que alguien inventa para perjudicar a una persona o una institución. Que Bill Gates es el Anticristo, que la Coca-Cola sirve para desatascar cañerías o que Mc'Donalds o los restaurantes chinos usan carne de dudosa procedencia son algunos de los ejemplos que entran en esa categoría, según el autor.

Hay también quienes aseguran que Elvis Presley está vivo y cuentan múltiples avistamientos del legendario rockero, mientras que otros sostienen, por lo contrario, que Paul McCartney está muerto y fue sustituido por alguien idéntico.

Intentar lanzar una leyenda urbana está ahora, con internet, al alcance de cualquiera.

Las leyendas urbanas son un poco el reverso tenebroso de los chistes, tienen interés social, son historias que casi siempre incluyen un giro final sorprendente, tienen una estructura, y son infalibles para acaparar la atención social.

Funcionan muy bien, se puede dejar a la gente bastante boquiabierta. Esa es una de las claves del éxito de estas historias. Por eso, las leyendas urbanas viajan por donde tengan que viajar.

Así la famosa historia de "la chica de la curva" que da el alto a los automovilistas para advertirles del peligro y desaparecer inmediatamente, se puede encontrar en multitud de pueblos.

El autor refiere un relato sobre Ricky Martin y la mermelada en "Sorpresa Sorpresa" y lo califica como un relato malicioso, aunque se puede dar por ahí con gente que afirma haber visto el dichoso programa (tal es el poder de la imaginación y la fuerza de sugestión de las leyendas urbanas) es imposible que una cosa así supere los filtros de la emisión televisiva señala, y concluye con una reflexión: "Sorpresa, sorpresa” no era (cree recordar) un programa en directo. Además, ¿si eso se hubiera emitido, no estaría colgado en miles de sitios en Internet? Esto hace acordar a una conocida conductora de un programa local de lo que ahora se conoce como pilates, de la que se dijo que se había tirado un pedo en el momento en que hacía un movimiento esforzado. La pobre, aunque difundió el correspondiente desmentido, nunca más volvió a actuar en TV.

El autor también hace referencia a la historia del implante explosivo de Ana Obregón, lo que supuestamente le sucedió en un vuelo aéreo. Una leyenda sin base real, y lo comparó con otras versiones de pechos explosivos protagonizadas por Brigitte Nielsen y otras pechugonas célebres. Por este motivo se trata de leyendas urbanas formada en los años de implantación (nunca mejor dicho) de la cirugía estética, y tiene una moraleja muy clara: no metas en tu cuerpo cosas extrañas.

Otra de las personas aludidas es Anne Igartiburu y su posible hermafroditismo. El autor del libro El libro negro de las leyendas urbanas, los bulos y los rumores maliciosos dice que no lo es ("supongo que no"), y lo compara con el caso de Jamie Lee Curtis en EEUU, aunque en ese caso la historia tiene más verosimilitud ya que se dice que la actriz tiene dos nombres, uno de mujer (Jamie) y otro de hombre (Lee). La explicación de esto sería que sus padres (los famosos actores Tony Curtis y Janet Leigh) la bautizaron así para que pudiera elegir, cuando llegara la operación en la que se descartara uno de los dos aparatos genitales (uno de cada clase) con los que había venido dotada la recién nacida criatura concluye.

Pese a la rumorología, Tomas Hijo, el autor salmantino del libro distingue dos tipos de rumores, los 'espontáneos', que surgirían por pura necesidad, para cubrir una zona misteriosa o desconocida de la realidad, y los 'maliciosos', que alguien inventa para dañar la reputación de una persona o institución.

Traficantes de órganos, maldiciones cinematográficas, fantasmas en la carretera, reencarnaciones, productos alimentarios con propiedades alucinógenas… son algunas de los sucesos, relatos o simples rumores que se recogen en este trabajo.

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2 Comentarios:

A la/s 5:54 p. m., Blogger Stratego dijo...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

 
A la/s 12:24 p. m., Blogger Mascaró dijo...

El comentario anterior fue suprimido sólo porque era una repetición del primero.

 

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