Mascaró


Alea jacta est

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viernes, febrero 22, 2008

Los fines de semana de Crab


Las ramitas (se pueden observar las puntas, secándose apuradas)

Un día a Crab le sobraba algo de guita y, a instancias de su entonces mujer, decidió comprar un terreno para hacer alguna vez una casa de fin de semana.
Eligió un barrio llamado Parque Leloir, a un costado de Castelar, donde iba de chico en bicicleta.
El terreno estaba pelado, y por eso lo pudo comprar. Los terrenos en esa zona se cotizan por la arboleda que tienen. Y ese no tenía ni un árbol.
Crab, con tiempo y paciencia, fue plantando cada uno. Ése es su orgullo. Cada árbol.

La araucaria de Crab

Como hacía su abuelo, a los noventa años, mientras Crab lo miraba y pensaba en la "abeja, haces la miel, no para ti, sino para los otros", de Hesíodo (Los trabajos y los días).
Poco tiempo después, los préstamos para edificar se hicieron accesibles y Crab se hizo su casa.
Los árboles todavía eran pequeños, pero iban creciendo...
Con los años, hubo que empezar a podarlos. Otro tanto con los cercos de grateuse, que dan esos frutitos de varios colores que tan lindos son. Pero que tienen unas espinas que se te clavan como puñales y que hay que mantener a raya, porque crecen, crecen...
Uno de los grandes orgullos es la araucaria. Crab, viejo frecuentador del Delta, siempre las admiró en lo de su amigo Haroldo, y decidió tener una en su casa.
Crecen diez milímetros por año, dijo un día un amigo que vivía en Zapala, y conocía de maderas y árboles. Fue así. Los primeros años... Después, el crecimiento se hizo exponencial.
Hoy Crab se rindió. Ya casi no poda. Deja que crezcan, y cada tanto, cuando se convierten en un peligro, llama a alguien con su motosierra a que les dé una lección de humildad.
Pero hay algo que no se puede evitar: a la araucaria se le secan las ¿ramitas? que tiene y se caen en el suelo, sobre todas las demás plantas, sobre todo el terreno, y se convierten en una obsesión de Crab, que debe ir todos los fines de semana, ponerse unos gruesos guantes, y juntarlas una por una, en una tarea monótona, interminable (¿de dónde sale tanta energía en forma de ramitas secas?) e inútil, porque la semana que viene todo estará como entonces.
Me hace recordar a Simone de Beauvoir, en el Segundo Sexo, cuando habla de las tareas de las mujeres en el hogar: limpiando esas motas de polvo que mañana volverán a estar, lavando esos platos que mañana se volverán a ensuciar.
Amigos, sólo puedo dejarles este legado espiritual:
1) No compren casa de fin de semana: se llenará de amigos que vienen sólo a la pileta, pero que no ayudarán a recoger ni una ramita de araucaria.
2) Si la compran, no planten una sola araucaria. Y si hay ya una plantada, denle con el hacha sin piedad.

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3 Comentarios:

A la/s 10:07 a. m., Anonymous Anónimo dijo...

Hola Crab, me encantó tu araucaria desprejuiciada que tanto trabajo te da! jajajaja
Sinceramente creo que debe ser hermoso tener un refugio para el finde lleno al árboles y verdes aunque te hagan putear un poco!
Felicitaciones!
Luna

 
A la/s 11:36 a. m., Anonymous Anónimo dijo...

Yo tambi� tuve una araucaria. Se hizo inmensa y levantaba la vereda de la pileta. Cuando me divorci� y dej� entre otras cosas mi
casa, mi ex lo primero que hizo fue arrancarla. Peque�as venganzas que no me importan. La libertad es m�s que una araucaria. Que tal si dej�s que se amontonen en el parque esas ramitas secas? Animo Crab, S�sifo y las mujeres saben lo que es la repetici�n uno y otro d�a hasta la muerte , de la misma in�til tarea. Lograste sacarme del ostracismo.Beso.

 
A la/s 12:15 p. m., Blogger Mascaró dijo...

Ambas dos, como decía un redundante (chiste con el que nos acosaba diariamente nuestro profe de castellano de 1er año):
Los árboles (sobre todo cuando uno los plantó) son como los hijos.
Uno los ama a pesar de sus defectos.

 

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