Mascaró


Alea jacta est

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miércoles, enero 12, 2011

La cagada del perro


En China, ambas Coreas, entre otros países asiáticos, el perro es parte del menú.

Muchas veces, cuando encuentro en esos restoranes chinos de autoservicio, esas tentadoras fuentes con presitas de (según el letrero) pollo, asado o en estofado, me pregunto qué estaré en realidad comiendo. Pero no hay que preguntarse. Como dicen los yanquis: "no quieras saber cómo se hacen las leyes ni las salchichas".
Al mismo tiempo, curiosamente, los perros son extrañamente aceptados en el transporte público de Corea del Sur.
Abusando de ese derecho, en junio de 2005 el perrito de una universitaria conocida como Gae-Ttong-Nyue, liberó sus deyecciones en el piso del vagón del metro de Seúl.
Como la moza no hizo la menor señal de limpiar la basura, los demás pasajeros comenzaron a reclamar. Berreando algo parecido a un "jódanse", esquivó la tarea. Un anciano, también pasajero del subterráneo, se hizo cargo de la tarea ayudado por otra joven más civilizada.
Todo estaba dado como para ser apenas un insignificante caso más de incivilidad.
Pero en el tren había alguien con un celular equipado con cámara. Lo que cambió todo en la vida de la universitaria.
Las fotos fueron enviadas a un blog sudcoreano de chimentos. Con ayuda de comentarios y averiguaciones voluntarias, en pocas horas fueron a parar a la red su identidad, su domicilio, partes de su biografía, nombre de sus familiares, lugar donde estudiaba, compañeros de clase, y otros detalles íntimos.
Se juntaron multitudes para protestar frente a la casa de la joven. Pastores coreanos hablaron de ella en sus sermones.
Divulgada en los noticiarios de la TV sudcoreana, la historia llamó la atención de muchos blogueros en los EEUU.
Eventualmente, debido a la merecida humillaciòn sufrida, debió abandonar la universidad en la que estudiaba.
Luego, jornales y sitios de todo el planeta discutieron el episodio de "la muchacha de la cagada del perro", que eso significa Gae-Ttong-Nyue en coreano.

Esta es una contribución más.
Fuente: Daniel J. Solove
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