Mis quince minutos de fama en Internet
Hay días en que uno no tiene qué hacer. Ni tampoco ganas de hacerlo.
Estaba en uno de esos días, cuando leo en el diario que se había creado un nuevo vicio: el de buscarse en Google.
Como, insisto, no tenía ganas de hacer nada, excepto huevear, me dije: ¿y por qué no? y puse manos a la obra.
No tengo un nombre muy común, de modo que hay en la Argentina sólo una persona con mi mismo nombre y apellido, un cura de Mendoza, con quien compartimos menciones.
Lo curioso son las razones por las que uno puede salir en Google.
Aparte de mis trabajos como traductor, figuro por un montòn de comentarios que he hecho en diarios: deportivos, sobre cine, breves notas que me han hecho por motivos que no tenían nada que ver con nada, adhesiones a publicaciones políticas, etc.
Incluso una Universidad de Salamanca, publica una tesis de una alumna con su bibliografía, y da la casualidad que incluyó un libro traducido por Crab: ¡adentro!
O sea, como conclusiòn, este Google es un alcahuete peligrosísimo, y les hubiera venido bárbaro a los del proceso para buscar a la gente que pensaba raro.
Así que ya saben: a cuidarse (o en todo caso, si se expresan opiniones peligrosas, a usar un seudónimo).
Etiquetas: El mundo es ancho y ajeno.
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