Mary (en realidad María) vive en la Villa 31, proveedora, entre otras, de todo el servicio doméstico que surte a la ciuad de Buenos Aires. Quizás en ese detalle resida la razón por la cual a pesar de todo lo que se dice, las villas nunca son erradicadas.
Mary es la encantadora persona que viene dos veces por semana con la misión de desordenar el ordenado kilombo que dispone Crab los días restantes. Los dos días que la postceden, la paso intentado hallar las cosas que nunca están en el lugar en que no debían estar -según mi sentido del orden- y que Mary pone en el lugar en que no deben estar -según mi sentido del desorden-.
Con el paso de los años, se fue formando una relación diría de intimidad. En el mejor de los aspectos, ya que aunque no tengo prejuicio ninguno en ese sentido, Mary es demasiado gordita para mis estándares.
Mary es una persona inteligente, tenemos a veces conversaciones nada convencionales, que cuido no pasen de determinado espacio de tiempo, porque en definitiva no soy su psicoanalista, con el agravante de que además le pagaría por analizarla.
Un ejemplo de esas conversaciones ocasionales, mientras yo leo y ella plancha:
Crab: -¿Qué pasa, Mary, hoy te encuentro seria?
Mary: -Este hijo de puta, me la volvió a hacer. Y eso que me lo prometió.
C. (Un poco interesado, ahora): -¿Qué te había prometido?
M. -Que no iba a andar más con otra...
C. (Dejando de lado definitivamente el libro) -¿Y vos cómo te enteraste?
M. -Porque la otra empezó a llamar a casa...
C. -¿Y qué te decía?
M. -Que quería hablar con Juan.
C. -¿Y vos?
M. -Que Juan no estaba, que era mi marido, que si quería dejarle dicho algo, pero me decía que iba a volver a llamar. Y volvía a llamar, y yo le preguntaba para qué quería hablar con él, pero nada, me cortaba. Y entonces, un día, me dijo que era enfermera, y compañera de trabajo de Juan.
M. -Entonces se lo dije a él, que había una mujer que era enfermera, que lo estaba llamando seguido, y que le dijera que no llamara más. Entonces me dijo que no la conocía, que no sabía quien era, entonces yo le dije que era una enfermera, como él, y que seguramente lo conocía, porque si no ¿quién lo había dado el número de la casa?
Y ahí volvió a negar todo, que no la conocía, que no sabía quién era, siempre igual.
C. -¿Y vos?
M. -Ahí le dije: está bien, si vos procedés así, te voy a pagar con la misma moneda.
C. -¡Bien, Mary! ¿Y qué hiciste?
M. -Bueno, el miércoles salimos con las chicas.
C. -¿Con las chicas? ¿Solas las chicas?
M. -Los miércoles salimos solas. Los hombres salen también solos los jueves. Bueno, entonces salimos, y fuimos a un bar, que también se baila, y tomamos unas copas, y después las chicas salieron a bailar. Y un tipo con el que estábamos intercambiando miradas disimuladas, me invitó a salir, y yo salí. Y ahí empezamos a charlar, y a bailar otra pieza, y después nos quedamos a un lado charlando, nada más. Y yo sentía que con lo que había tomado, y con el perfume que tenía el tipo, y con la charla, me estaba entrando una especie de calorcito, y cuando él me dijo de seguirla en otro lado, ni dudé, y así terminamos en el hotel.
C. -¿Y cómo siguió la historia?
M. -Me pide de seguirme viendo, pero le digo que no, que soy casada, y que a mi casa no se me puede llamar. Entonces combinamos ahí mismo para vernos la próxima vez. Y la próxima vez me dice que no puede ser, que tenemos que buscar una forma de poder comunicarnos. Entonces quedamos en volver a vernos otra vez en el mismo bar, y él me trae un celular, y me dice: "este celular es sólo mío. Siempre que suene sabrás que soy yo, ya que soy el único que tiene el número. Llevalo siempre con vos, así cada vez que quiera hablar con vos, podrá hacerlo, y combinar para verte".
(Sigue mañana)
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