El bufón de la corte
Todo gobierno tiene su bufón. A pesar de sí mismo (salvo el caso del turco, que los necesitaba). Son generalmente personajes secundarios, pero como son ridículos, no tardan en ponerse en evidencia.
Generalmente desaparecen cuando lo hace el gobierno que los prohijaba. El caso de Asís parece destinado a perdurar.
Como hay cosas de las que Crab, que cree haberlo vivido todo, aún se sorprende, es bueno repasar un poco su historia.
Un día Haroldo Conti me dice que había ido a verlo un escritor joven (-más o menos de tu edad, -me dice) que le había llevado un par de cuentos que pensaba publicar -Fe de ratas- y que le había dedicado uno, para lo cual le pedía permiso. A Haroldo los cuentos no lo habían convencido demasiado, pero le gustaba el fervoroso izquierdismo del joven escritor, que había terminado pidiéndole un prólogo.
Como un prólogo, el premio Kónex y la Faja de Honor de la Sade no se le niegan a nadie, H. accedió.
Era y sigue siendo la clásica: arrimarse a un escritor ya consagrado, elogiarlo, elogiarlo mucho (¡quién, por dios, se resiste al elogio, si hasta Crab abdica ante su poder de seducción!), ofrecerle la dedicatoria de un cuento o más aún de una novela, y pedirle un prólogo.
Bien, Asís cumplió con el ritual y obtuvo su prólogo.
Poco a poco fue construyendo su modesta fama, con algunos escritos en Clarín, refugio de esta clase de filibusteros de la palabra, y no supe mucho de él por años. Siempre sonaba con declaraciones insólitas y altisonantes, buscando desesperadamente trascender con sus intrascendencias.
Hasta que viene el turco. Por supuesto, como un montón de fervorosos izquierdistas, Asís, que también es turco y como todos ellos son una luz cuando ven la posibilidad del negocio, se prende.
Consigue un "puestito" como agregado cultural en la Unesco, en París -creo, siempre cito de memoria-. Claro, el gran turco de cultura no entendía nada. Recordemos que leía los libros de Sócrates y le gustaban las óperas de Bach. ¡Mi dios, qué presidentes tenemos!
En ese tiempo, Francia, que siempre, y bajo cualquier signo, tuvo notables ministros de cultura (¡envidiable coherencia!), luchaba por defender su industria cinematográfica y tomaba medidas contra la invasión yanqui.
Asís, a quien le gustó la idea, y creyendo que la Argentina era Francia, vino en una de sus visitas, y quiere imponer una ley prohibiendo que los negocios utilicen palabras como: sale, retail, delivery, discount, etc. Por supuesto, tuvo sus quince minutos de fama, pero en seguida el turco lo echó a la mierda.
Era la época en que ya destruídos nuestros ferrocarriles, M. se dedicaba a vender las joyitas de esta abuela, que las había: por ejemplo, las Galerías Pacífico, que pertenecieron al ex Ferrocarril San Martín. Entonces, junto con Julio Bárbaro, José Pablo Feinmann y Fernando Solanas (fíjense qué banda se juntó), concibieron un negocio: crear ahí una "Casa de la cultura argentina", que dirigirían. Como Bárbaro era Secretario de Cultura, tomaron provisoriamente posesión de la sede y comenzaron a poner en marcha la idea. Un adefesio. Alcanzaron a exponerse unos cuadros y unas esculturas mandados por algunas provincias. Malos, además.
Pero el gran turco, que no era tonto, ya estaba detrás de la joyita, y tenía su candidato. Otro turco con mucha, mucha guita, cuyo nombre no recuerdo ahora, y fueron, como era clásico (¿entonces?) mita y mita.
A partir de ahí, claro, el cuarteto, que hasta ahí se desgañitaba elogiando al turco, se hizo acérrimo opositor, y volvió al tradicional refugio de los canallas desairados: el izquierdismo.
Y ahí están (algunos: Feinmann es el filósofo favorito de Cristina, que por lo visto, de filosofía...) Asís, el más payaso de todos, da un giro de 180, o de 360 grados, no sé , y me entero es candidato a vicepresidente de ¡Sobisch!
Claro, ganarle a Patricia Bullrich, otra gran coherente, le va a costar, pero que se esfuerza, se esfuerza.
Etiquetas: El mundo es ancho y ajeno.
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