Siempre el amor
Un blog forma parte de nuestra vida: lo mimamos, lo queremos, lo nutrimos con lo mejor que tenemos (lo que no siempre es así para los demás)... Pero no es el amor. Al blog podemos abandonarlo. En cambio, un amor...
¡Ah, un amor es otra cosa! Un amor es todo. Inluso más de lo que imaginamos. Nos saca de adentro cosas que ni sabíamos que teníamos. Hace aflorar lo mejor, lo más puro, lo más intenso de nosotros.
Pido perdón a los tres o cuatro fieles seguidores de este blog. Estoy entregado al amor. Mi indeciso amor, que durante tiempo me tuvo en ascuas, con sus idas y venidas, con sus negativas y aceptaciones, parece haber decidido permanecer. No sé porqué equivocado y en el mejor de los casos provisorio designio me ha elegido. Y estoy disfrutando plenamente de ésta su elección. Eso sí: el vacilante aleteo siempre continúa. Más lento, casi imperceptible, como una advertencia siempre latente. Pero casi no hago caso.
Me pregunto ¿será ahí cuando perdemos lo que tanto nos costó? ¿Será cuando nos confiamos en que ya conquistamos después de tan arduo afán ese espléndido territorio, que por dejadez lo perdemos?
No lo sé: en todo caso prometo cuidarlo.
Pero claro, uno conversa con los amigos. Quiere compartir con otros su felicidad, pero no. Este recorrido, que hacemos casi a diario, parece la revista de un campo de batalla: heridos y muertos a montones, adornan el paisaje.
¿Qué pasa, por dios, con el amor? ¿Quejas por doquier (hombres y mujeres)? ¿Porqué a todos les va tan mal? Y lo que es tan poco auspicioso ¿sólo a mí me va bien? ¿sólo yo amo y soy amado?
Si uno oye a los hombres, la queja es unánime: las mujeres son seres perversos, imprevisibles, incomprensibles, generalmente arteras y traicioneras, y casi imposibles de entender. Nada que hagamos habrá de conformarlas. Lo único que claramente persiguen y en lo que son coherentes, es el afán de perpetuarse. Pero... ¡Qué podemos hacer! ¡Son divinas!
Ellas se quejan de que somos inconstantes, que nos ocupamos de cosas nimias, en lugar de preocuparnos de ellas, que es lo que realmente debiera preocuparnos, que somos sucios, torpes, groseros y desordenados, y en general, carentes de ternura y delicadeza.
Claro, a mí me parece oyendo a habitantes de otro planeta. Vivo en el mundo del amor. Amo y me aman. No me importa ni entiendo nada más.
Ahora, el persistente aleteo sigue advirtiéndome que todo fluye, que nada permanece.
En un tiempo quizás volvamos a hablar. Por ahora soy feliz.
Y sé que el blog siempre está acá.
Etiquetas: Mundo interior
2 Comentarios:
Crab y el mundo del amor. Nunca habrá un otro del todo perfecto para cada uno, pero mientras exista esa esperanza, habrá que seguir apostando siempre, siempre, al amor.
Me encantó este post.
Saludos!
Gracias, Estrella.
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