Primero drogadicto, luego obeso, ahora borracho ¿qué viene después?
Es cierto que le debemos a Maradona una dudosa popularidad mundial.
Uno va a cualquier país y cuando dice que es argentino, le contestan: "Ah, argentino, ¡Maradona!".
Personalmente pienso que tenemos mejores y más valiosas razones para enorgullecernos que un buen jugador de fútbol: científicos, artistas, músicos, directores de teatro, la lista es larga y numerosa.
Que Maradona nos haya hecho famosos es un poco culpa de nuestra mediocridad, de los medios, y del negocio que se ha armado en torno de los espectáculos populares, especialmente los deportes: fútbol, tenis, boxeo, etc.
Le hablaba a una hija de cuánto me apenaba ese poco meritorio reconocimiento de una cuestionable gloria, y me dijo: "Ah, en cambio, yo en París le dije a una señora que era argentina, y me contestó «¿argentina?, ¡ah: Marta Argerich!»". Claro, una excepción, válida sobre todo en París.
Pero yo estaba en el único bar de un pueblo perdido a 40 kms. de Ouro Preto, Brasil, y en la mesa de al lado había dos paisanos mirándome con curiosidad, y al fin uno de ellos no pudo más y me preguntó de dónde era. Y obtuve la clásica: "Ah, argentino, ¡Maradona!".
Pero realmente, a pesar de esa dudosa popularidad, de la que todo el mundo saca tajada, pienso que lo mejor que se podría hacer con Maradona es ocuparnos menos de él.
Por nuestra salud mental, y por la suya, sobre todo.
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