Los diarios traen, como sabemos, noticias y notas de interés general (o al menos eso es lo que piensa el secretario de redacción).
Estas últimas, se entreveran con las noticias para no hacer al diario tan solemne, y se tienen reservadas para cuando aquellas no abundan.
El Azor en su esplendor
Generalmente son asuntos que, por obvios, no interesan demasiado, como "un estudio realizado por la Universidad de Stanford reveló que a la mayoría de los hombres les gustan las mujeres", o "el 25,6 de los españoles del sector antitaurino aficionados al paddle prefiere las croquetas de jamón en las celebraciones posteriores al bautismo por inmersión de la rama evangelista baptista".
Eran aquellos artículos que el viejo diario La Razón rotulaba de forma supuestamente original, con títulos que comenzaban siempre "Ahora resulta que..." Generalmente uno los saltea.
Pero éste que encontró Crab es verdaderamente curioso, y le hizo acordar a Fitzcarraldo, de Herzog:
Franco tuvo desde el año 1949 y durante 26 años un yate, bautizado Azor, que usaba principalmente para pescar, y para gozar a sus colaboradores poniendo a prueba su resistencia al mareo. Su primo y secretario, el general Franco Salgado, solía decir que con el costo
del petróleo que gastaba y el del buque escolta, con comandante, segundo, maquinista, tres suboficiales, tres cabos y 32 marineros, se conseguían los atunes más caros del mundo.
A partir de la muerte de Franco quedó anclado y fue usado sólo una vez por el Rey y luego por Felipe González que, ante las críticas tanto de la derecha como de la izquierda, no volvió a insistir. No tenía buena prensa, obviamente.
En un dique del Cantábrico quedó el Azor, durante años. Se hicieron algunas tentativas de venderlo, pero ¿a quién podía interesarle un yate completamente
anticuado, cuando por el precio que se pedía se podía adquirir uno moderno, con condiciones de
navegación mejores, más estable y con menos dificultades para la pesca?
Por fin, salió, a precio de liquidación. Ahí lo compró Lázaro González, con la idea de convertirlo en
un restorán o discoteca flotante en Marbella. La Marina no accedió, pero el obstinado Lázaro, les
pagó los seis millones de pesetas que pedían, lo cortó en tres pedazos y se lo llevó en varios camiones hasta un campo de trigo que tenía en Cogollos, un pueblito
burgalés donde tenía una
El Azor en la actualidad
parrilla, para que sirviera de
anuncio visto desde la carretera.
Ahí está todavía.
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