Hilda Molina, tal como había amenazado, fue a visitar a Cristina. Para agradecerle y pedirle que interceda por una mayor democracia en Cuba. La otra -que tampoco es boluda-, rápida de reflejos, le recomendó quince lugares (¡quince, nada menos) para que lleven a Hilda a conocer el país. Y de paso, que se deje de hinchar las pelotas.
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