viernes, noviembre 28, 2008

El mundo es ancho y ajeno

Demetrio abandonó el caserío y anduvo al azar por el campo. Dio una vuelta por el maizal, escuchando la bronca y solemne música de las grandes hojas mustias batidas por el viento y luego fue hacia el trigo y oyó que la punzante crepitación gemia dentro de la noche como en una caja donde resonaran finos cordajes. Trepó un tanto y vio la sombra densa y boscosa de la quebrada, oscuridad que contenia el lamento de las aves muertas. Y se puso despues a mirar el pueblo y sus rojos fogones titilantes, que se iban apagando mientras en el cielo se encendian las estrellas. Despues asomó la luna, incipiente, recien formada, línea blanca y curvada como una flauta nueva. Demetrio sentóse en una eminencia preguntándose: ¿que tocaré?" No sabia que tocar ahora que ya tenia la flauta y estaba a punto de realizar sus deseos. Todos los yaravíes, tonadas, huainos y cashuas que habia aprendido se le antojaban inútiles. Su corazón sabría, pues. Comenzó a sonar lenta, blanda, indecisamente primero y despues fue levantandose la melodía, diríamos mejor la voz, y en el caserío los que estaban despiertos mantuvieron su vigilia y los que dormían tal vez se pusieron a sonar. Se decian unos a otros los oyentes en el recogimiento de sus habitaciones de sombra:
¿Oyes? Ha de ser el Demetrio...
Parece que cantara y llorara...
La madre, que velaba, despertó al marido y le dijo:
Si no supiera que es él, diria siempre que es el, el mesmo...
Crecia la voz, se levantaba clara y alta, poderosa y triste a un tiempo, envolviendo en sus notas algo como un himno a la tierra fecunda y un lamento por las aves vencidas. Una rara torcaz nocturna se habia puesto a cantar. Pero no, que temblaban lágrimas en esa melodia, que se alargaban humanos sollozos en las notas unidas, contimuas, llevadas y traídas por el viento. Más ya volvian a los primeros ritmos, ya se calmaban con la placidez de la tierra fructificada, ya tomaban serenidad en la existencia permanente que va de la raiz a la semilla...
A ratos parecia que el flautista caminaba de un lado a otro y que dejaba de tocar, pero sucedía sólo que el viento cambiaba de dirección o se hacía más fuerte. La musica tornaba, renacía, se ampliaba como el agua derramada, y todo adquiría una actitud de encontrarse escuchando, y la pequeña luna trataba de destacar al tocador, solitario en una loma, solitario y acompañado de todo en la inmensa noche.
Asi hasta muy tarde.
El mundo es ancho y ajeno - Ciro Alegría

3 comentarios:

  1. Anónimo6:58 p. m.

    Felicitaciones Crab por sus visitantes entre las que me encuentro. Para mi es un placer entrar a su blog todas la mañanas y dejar que la música acompañe mi lectura. A veces, ya leido, en otras entradas durante el día lo pongo solo por su música. Gracias por hacer algo por los demás que produce felicidad.

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  2. Anónimo6:58 p. m.

    Felicitaciones Crab por sus visitantes entre las que me encuentro. Para mi es un placer entrar a su blog todas la mañanas y dejar que la música acompañe mi lectura. A veces, ya leido, en otras entradas durante el día lo pongo solo por su música. Gracias por hacer algo por los demás que produce felicidad.

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  3. Anónimo6:59 p. m.

    Crab, puede usted borrar los siameses que sin mi intención salieron. Disculpe.

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