Por lo demás, los taxis -ocupados o vacíos-, dueños de la ciudad, se siguen enseñoreando en ellos, molestando a todo el mundo, no permitiendo que los ómnibus se acerquen a las paradas donde esperan sus pasajeros, y perturbando y demorando todo.
Así es obvio que el tiempo social desperdiciado viajando mal y lento, no se recuperará.
No es lo que había prometido Macri, que terminó por fin cediendo a la prepotencia y el malandrinaje.
¿Pero con qué cosa que prometió ha cumplido? Y, lo más importante, ¿a quién le importa la gente que viaja en ómnibus?
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