jueves, mayo 01, 2008
Las alucinantes galaxias
Crab confiesa su interés por la matemática y por los números, con los que se maneja con cierta comodidad. Pero confiesa también su desapego por los grandes números. Es como algunos indígenas, que cuentan: uno, dos, y muchos. A partir de cierta cifra (digamos 100.000 millones) y esto un poco gracias a Bill Gates, Crab ya no entiende de qué se está hablando. Ni qué decir de cuando se mencionan años luz y esas cosas pavorosas.
Pero claro, ¿quién puede desatenderse de la misteriosa sugestión del alucinante espectáculo de las galaxias? Pero desafortunadamente también ¿quién es capaz de entenderlo? Sobre todo cuando casi todos los que escriben sobre el asunto no se privan de nada en cuanto a tratar de que la cosa sea lo más ininteligible posible, salvo para iniciados.
No obstante, Crab sigue insistentemente leyendo cuanto artículo se pone a su alcance, pensando que alguna vez se abrirá la luz y podrá entender un poquito del misterio.
Por eso, cuando leyó este artículo, escrito en lenguaje sencillo y comprensible por Marcelo Gleiser, un profesor de física teórica de Habover, autor del libro Una armonía del universo, pensó que podía ser de interés traducirlo para sus tres seguidores y amigos.
LAS PRIMERAS GALAXIAS
El nombre puede no ser muy inspirador: A1689-zDl. Pero sí lo que representa. No, no es el nombre de un robot de acciones estrafalarias. A1689-zD1 es el nombre de una galaxia muy especial. Según observaciones recientes, es la galaxia más distante jamás observada. Para ser preciso, su luz, extremadamente débil, viajó durante 13.000 años luz para llegar hasta nuestros telescopios. O sea, A1689-zD1 está aproximadamente a 13.000 millones de años luz de distancia, una reliquia de la infancia cósmica, de nuestros orígenes.
En 1929, el astrónomo norteamericano Edwin Hubble reveló al mundo un descubrimiento revolucionario: al contrario de lo que se pensaba desde la antigua Grecia, el cosmos no era estático, la encarnación del Ser eterno. Según sus observaciones, el Universo era una entidad dinámica, siempre en transformaciòn. En particular, sus datos indicaban que ese dinamismo cósmico se manifestaba en una forma de expansión muy particular. Todos los puntos del espacio se alejaban unos de otros. No solo eso: la velocidad de ese alejamiento, o retroceso, crece linearmente con la distancia: cuanto más lejos está un objeto de otro, más rápido se aleja de él.
¡Epa! exclama el lector indignado: si todos los puntos se están alejando, ¿como es que no me estoy expandiendo? ¿o que la distancia entre la Tierra y la Luna no aumenta, igual que la distancia entre la Tierra y el Sol?. Buena pregunta. Esa expansión no ocurre en las distancias mundanas de nuestro día a día, sino sólo en escalas de distancia intergalácticas, del orden de millones de años luz. Como referencia, nuestra galaxia vecina, Andrómeda, está a dos millones de años luz de la tierra.
La razón es que nuestros cuerpos, sistemas solares e incluso galaxias enteras, están sujetos a fuerzas de atracción más fuertes que las de la expansión espacial. Pero en los últimos 80 años, se hizo claro que la expansión cósmica es una realidad. Hoy, sabemos que ella comenzó con el famoso Bing Bang, el suceso que dio origen a nuestro Universo hace alrededor de 13.700.000.000 años luz. La Tierra tiene “sólo” 4.600.000.000 millones de años luz –alrededor de un tercio de la edad cósmica.
Estos datos colocan la formación de A1689-zD1 a menos de 700.000.000 de años luz luego del Big Bang. Ella y sus primas nacieron juntamente con las primeras estrellas. Observar objetos tan distantes es una hazaña increíble. Cuánto más lejos está una fuente de luz, más débil es. Por eso no conseguimos ver a Urano y Neptuno a simple vista. Los telescopios compensan eso, captando la luz y amplificándola. Aún así, objetos muy distantes como la A1689-zD1 son imperceptibles incluso para nuestros telescopios más avanzados. No sólo la distancia debilita la luz, sino que la expansión cósmica también ayuda.
Si imaginamos la luz como una onda, el efecto de la expansión es estirarla como el fuelle de un acordeón. Cuanto más distante está es, por lo tanto, más rápida la expansión, pero más estirada resulta la onda de luz y más débil su señal. Muchas veces, objetos distantes no son vistos por los telescopios comunes, que detectan la luz visible.. Son necesarios telescopios especiales, que detectan las ondas de infrarrojo o de radio, ambas más débiles que la luz.
En el caso de A1689-zD1, ayuda un efecto extra: la luz de un objeto distante que pasa cerca de una gran concentraciòn de masa puede ser amplificada. Es la llamada lente gravitacional. Una amplificación de diez veces fue lo que permitió el descubrimiento de esa galaxia, retrato de la infancia cósmica.
Es muy interesante Mr. Crabb y me quedo pensando cuán lejos están los secretos del universo de nuestro día a día
ResponderBorrarBesos de Luna para Usted.