martes, noviembre 20, 2007
La trompeta en el jazz III
Nuevamente se plantea cómo superar a ese nuevo monstruo, Dizzy Gillespie.
Después de él todos los caminos se cierran. Era imposible superarlo en lo que hacía a exploración de las posibilidades del instrumento. Esa maravillosa aparente sencillez conque recorría de arriba a abajo del pentagrama más de dos escalas como la cosa más natural del mundo y que cualquier trompetista podría hacer. Y sin la docena de pañuelos blancos que usaba Armstrong para secar su sudor después de cada solo.
Lo mismo sucedía con Charlie Parker y su saxo alto.
¿Que camino seguir después de ellos?
Un par de trompetistas y un saxo tenor comienzan a mostrar otro camino: Miles Davis, Chet Baker y Stan Getz, creando un nuevo estilo, que se daría en llamar cool (que Crab piensa es el origen del significado que por extensión se da ahora a la palabra).
Sus solos son todo lo contrario de Parker-Gillespie y sus discípulos: pausados, sin crispaciones, las ideas no fluyen al ritmo de la exasperación, sino que parecen elaboradas previamente, y que van saliendo en la medida y al ritmo que el ejecutante propone. Todo es más elaborado, más pautado, más sencillo, y también más refinado.
Esa es, precisamente, una de las características del jazz: nunca se detiene, nunca se repite. Cuando parece haberse hallado una fórmula, surge un nuevo artista que la hace a un lado y emprende nuevos caminos.
Pero alguien parece no haberse conformado con las dos soluciones propuestas. Dado a elegir entre la crispaciòn y la calma, decide que puede haber un camino intermedio.
Así, Clifford Brown decide que es injusto relegar a la trompeta, tan brillante como puede ser, a las tonalidades mates, a ese sonido casi dirty al que la condenan Miles Davis y Chet Baker, y se lanza con su propuesta.
Las características distintivas de su estilo son: un ataque enjundioso, un sonido y un fraseo claro, límpido, pero reposado, exponiendo clara y despaciosamente las ideas, sin enseñorearse en el agudo, tan grato a los trompetistas exhibicionistas, pero sin negarse a usarlo cuando lo cree necesario, sin internarse en jardines ocultos, despliega claramente sus ideas, sin subterfugios ni clisés. Demuestra que lo puede todo, pero nos dice a la vez que no necesita demostrarlo.
Clifford es para Crab el mejor trompetista de la historia del jazz, incluyendo a Marsalis.
Lastimosamente, murió joven en un accidente automovilístico sin haber tenido oportunidad de desplegar todo su talentoso potencial.
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