Un amigo bloggero se queja de la falta de comentarios en su blog, pese a que lo visitan más de doscientas personas por día. Y amenaza con discontinuarlo, lo que dio lugar a setenta alarmados comentarios (con lo que de algún modo consiguió sus propósitos).
Crab confiesa que con el solo hecho de que su contador marcara doscientas visitas se daría por conforme y no pediría ningùn comentario.
Pero nuestro amigo es más exigente, y quizás tiene razón: su blog tiene calidad literaria, y merecería un reconocimiento especial -como muchos otros que Crab frecuenta, por otra parte (lo que no es su caso, claro)-.
Lo que nos lleva a la pregunta de porqué uno decide instalar un blog.
Cuando Crab decidió emprender el suyo -decisión basada en la desesperanza por un amor fracasado- su idea era escribir y hacer aflorar muchas cosas que tenía dentro, y que para él (y quizás para otros) tenían algún atractivo. Compartir, en suma.
Ése es un poco el tema: que los demás puedan interesarse en cosas que le suceden o sucedieron a uno. Que las emociones que alguna vez experimentó puedan ser compartidas.
La amistad, los amores, la felicidad vivida, el dolor padecido, los hijos, las injusticias que los demás nos obligan a sufrir -sin ninguna necesidad-, nuestros sueños, nuestras esperanzas, frustradas o realizadas, nuestras miserias, nuestro dolor frente a tanto inútil dolor, la injusticia... y a veces, pocas, la justicia.
Y así se forman lazos. Hay algún loco que de repente nos lee y alguna vez sintió o vivió algo parecido. Y nos lo participa. Y tiene también un blog, y nos invita a leerlo y a hacer un link. Y lo leemos. Y nos decimos: “éste está loco: ¿para qué necesita un link conmigo, si escribe diez veces mejor?” (porque si hay algo que Crab tiene es su modestia, rayana muchas veces en el escepticismo). Y hacemos el link. Y de ese link surgen nuevos amigos, y así…
Un blog es en parte eso: una satisfacción de nuestra vanidad, un grito, un dolor, un lamento, una alegría, participar de un fugaz momento de felicidad, de desdicha, un temor, una esperanza…
Para mí significó también un ejercitarme en esa evasiva artesanía de la escritura. Comprobar que la mano se deslizaba sola, sin que el cerebro la guiase, que las palabras iban surgiendo -sin ideas, eso sí- espontáneamente, y que a veces hilvanaba cosas coherentes. A veces…
Pero ahora el amor de Crab funciona y el blog sigue funcionando también. La excusa ya no está: ¿porqué entonces uno sigue escribiendo? o mejor aún, ¿por qué escribe uno?
Durante muchos años trabajé en traducciones y en correcciones de estilo de otros traductores. Llegué a alcanzar un manejo más o menos correcto del idioma y la forma de expresarme. Pero claro, eso es sólo la técnica. Cuando me proponía escribir, me encontraba con dos dificultades (me sigo encontrando, ojo): 1o) No tenía nada demasiado interesante que decir; y 2o) Mi manera de decirlo, comparada con tantos grandes escritores que había leído, no iba a aportar demasiado al mundo de la literatura.
¿Porqué sigo escribiendo entonces, insisto? Sobre todo, teniendo en cuenta que mis posts son botellas al mar, vox clamavit in deserti que raramente suscitan comentarios.
Claro, si uno quiere comentarios, lo infalible es la actualidad: la política -sobre todo si la aborda de manera polémica-, los personajes populares (una vez mi hijo en su post críticó acerbamente los espectaculares de Maradona por TV -que no eran tan espectaculares como los que hacía en la cancha con la pelota- y recibió tantos comments y tantos insultos como nunca en su vida, insultos inéditos aún para Crab, que pensaba que ya no tenía nada que aprender en la materia), etc.
Lo otro, ya lo dije antes: cada blog es un mundo en especial. Cada uno lo aborda según sus intereses, a veces egoístas, a veces generosos. Algunos quieren dar, otros que les den. Algunos quieren lucir sus aptitudes, otros apenas, tìmidamente, sacar a luz sus emociones, sus cosmologías...
No todos dan, no todos reciben lo que pretenden.
Pero Crab les agradece a todos, que contribuyen a que su mundo se haya enriquecido.
(Dios?) Mío!!! Ves? Todas esas cosas que escribiste en este post me gustaria poder decirlas, sacarlas, 'catartizarlas' como vos. Apenas me salen unos hilitos verbales. Pero alla voy también!
ResponderBorrarDe paso sea dicho: Por qué Mascaró? Ascendencia catalá?
ResponderBorrarYa quisiera yo tener esos "hilitos"... Lo decís muy bien, por cierto.
ResponderBorrarMascaró es en homenaje a una novela de igual título de un gran amigo que tuve, Haroldo Conti, y que te recomiendo fervorosamente.
Insisto
Post para besarte
ResponderBorrarBlixmi
Bueno Blixmi, en mi perfil figura mi e-m, comunicate y vemos la forma.
ResponderBorrarEl lento te dicen. já.
ResponderBorrarGracias por cierto.
ResponderBorrarJamás rechazo una expresión de afecto. Y va en serio. Lo anterior era un poco en joda.
ResponderBorrarVos tenés alguna remota noción de lo que la curiosidad puede hacer con alguien como yo??
ResponderBorrarYa te contesté y te agregué.
Y vos no aparecés!
el dolor padecido o el dolor parecido, diría yo, hermano!
ResponderBorrarCrab, cada vez que me propongo ponerme a escribir en serio, me acuerdo de Tolstoi y abandono al instante.
ResponderBorrarMe gustó tu blog, leí varias entradas y me enganchó. (Vengo de las maravillosas páginas de Elemental, ahí te encontré).
Saludos
Sí, pero lamentablemente si todos pensáramos como vos y yo, se acabaría la literatura. Y si bien encuentro que ahora se escribe mucha basura, hay también un conjunto de escritores que no son Tolstoi, pero que valen la pena.
ResponderBorrarCoincido con lo de Elemental, a quienes todos queremos.
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ResponderBorrarCabeza: no sé porqué se borró tu comment. Repetilo, me agrada cuando me corrigen errores, y sólo censuro insultos.
ResponderBorrarPero este no es error. En latín clásico es así. La vulgata era el latin del pueblo, que usó San Jerónimo para su versión de la Biblia, y que difería del clásico. Los que gustamos del latín, salvo que hayamos pasado por algún seminario, usamos el clásico, que es el que se enseña en la Facu.