Siguiendo (¿siguiendo?) con el tema cultural, quiero referirme hoy un poco a nuestra TV. Tengo dos noticias:
LA BUENA: Una investigación realizada por una de las encuestadoras serias del país, demostró irrefutablemente que Crab es la ÚNICA persona en la Argentina que no ha visto nunca Gran Hermano. En principio pareció que le disputaba el cetro un indígena yamán que habitaba en una choza frente al lago Fagnano, a 50 kmts. de Río Grande, en Tierra del Fuego, quien alegó que a su vivienda no llegaba la energía eléctrica; pero una visita sorpresa de los encuestadores reveló que tenía su propio grupo electrógeno, y que estaba abonado a Direct TV. Además, era chileno.
LA MALA: El sábado murió el inolvidable Ricardo Espalter.
Conocí a Espalter, y el grupo que integraba, que entonces se llamaba Telecataplun, a través del semanario Marcha, que era entonces de culto para toda la juventud de izquierda, en la época del infausto Ongania. Todos los jueves por las noches, a pesar de vivir en Belgrano, me llegaba especialmente hasta el kiosco de 9 de julio y Corrientes para comprarla a primera hora, y devorarla. En sus críticas de literatura, música y cine colaboraba lo mejor del mundo intelectual uruguayo, que nada tiene que envidiarnos. La columna gremial, por ejemplo, estaba escrita por... ¡Alfredo Zitarrosa! Bien, un día me entero por Marcha de que en la TV uruguaya actuaba un conjunto llamado Telecataplun, que a juzgar por los encomios de la crítica, daba ganas de irse hasta el Uruguay, poner la TV, y verlos. Tal el respeto intelectual que nos inspiraban sus críticas.
Pasaron un par de años, y como es fatal, Telecataplun debutó en la Argentina. Todo lo que había anticipado Marcha se cumplió. Un excelente libro, escrito por Los Lobizones, seudónimo detrás del cual se escondían dos periodistas que ocultaban su identidad (que todos conocían) por temor al desprestigio. Un conjunto de actores sin vedettes, en el que ninguno destacaba, porque todos tenían igual jerarquía artística. Y sobre todo, una concepción del humor nonsense, poco cultivado hasta entonces entre nosotros. Cada cuadro se articulaba en torno a una situación. Por ejemplo, una mano que toca un timbre y una puerta que se abría. A partir de ese esquema se generaban montones de situaciones absurdas.
Y así. Telecataplun no paraba de sorprendernos.
Por supuesto, fue éxito durante muchos, muchos años. Fue cambiando de nombre: Jaujarana, Hupumorpo, Hiperhumor. Fue cambiando sus sketches, y adaptándolos al sofovichiano (a quien me olvidé creo de incluir en mi lista de chantas) esquema argentino. O sea, el esquema de la peluquería, de la barra del café, etc. Así, la exTelecataplún pasó a tener cuadros fijos, con situaciones repetidas, porque al público, supuestamente, le interesa mirar siempre lo mismo.
Pero igual mantenían su calidad creativa. Había un cuadro inolvidable, personificado por el también inolvidable Raymundo Soto, que se llamaba "Noches Cultas". En él, Soto, vestido de frac e iluminado por una vela con un candelabro (debido quizás a que se había cortado la luz en el canal: nunca se aclaraba) presentaba sus "acostumbradas" Noches Cultas. Estas eran un anticipo de lo que después harían Les Luthiers.
Hace un par de años, Berugo Carámbula, con quien trabajamos juntos en una producción de TV, y que era entonces el pibe que empezaba a tocar cositas con su guitarra y a imitar a Louis Amstrong, me contó, memorando esos tiempos, que Les Luthiers se les presentaron para hacerles conocer lo que estaban haciendo, y que ellos los habían invitado a participar en un programa. ¡Cómo son las cosas, hoy nadie conoce a Telecataplum, a pesar de haber sido nada menos que un antecedente de Les Luthiers!
Poco a poco, la estrella de Telecataplum se fue extinguiendo. Fueron muriendo algunos de sus integrantes, otros tomaron rumbos diferentes. El grupo inicial, formado por Ricardo Espalter, Raimundo Soto, Andrés Redondo, Emilio Vidal, Julio Frade, D'Angelo y Berugo Carámbula, junto con dos mujeres (parece que el grupo era machista) que más bien hacían de partenaires, nada menos que Graciela Acher y Henny Trayles, se fue disgregando.
Siguieron algunas creaciones de Espalter, sobre todo, que seguía siendo genial, pero ya no era lo mismo. Ahora todo giraba en torno de su protagonismo. Había dejado de ser un grupo efectivo y homogéneo, para pasar a basarse en individuales.
Telecataplum, pese a su origen uruguayo, fue un importante aporte al humor de la TV argentina, como suele suceder. Debemos tanto a los uruguayos y ellos nos deben tanto a nosotros (no debieran olvidarlo los que joden con las papeleras, por más que tengan parte de razón)...
Conocí a Espalter y Almada (por ahí digo que cuando puedo trabajo en producción de cine) haciendo juntos una olvidable película (no fue culpa de ellos, claro). Como sucede siempre en estos casos, durante tres meses fuimos excelentes amigos. Fue curioso comprobar que Espalter era el antiestereotipo del humorista: permanecía serio todo el tiempo, preocupado por su trabajo y por lo que tenía que hacer a continuación. Igual Almada, con quien eran inseparables. De tanto en tanto, y basados en mi excelente memoria, memorábamos aquellos tiempos, ya entonces idos. Con nostalgia y cariño.
Este es, pues, mi humilde y sentido homenaje a Espalter. ¡Gracias por toda la felicidad que nos brindaste, Ricardo!
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