sábado, marzo 10, 2007

Himno a Julia (con incesante amor)



Sábado de madrugada, no puedo dormir desde las 5. No sé si ayer tomé mucho café con mi amigo Bernardo, o si mis amores destruidos me tienen ídem.

Pienso qué carajo va a ser de mí durante todo el día. Cuando me levanto así, sin dormir las más de ocho horas que acostumbro, estoy todo el día hecho un zombi, y no sirvo para nada.
Si me pongo a leer, me disperso, no me puedo concentrar. Trabajos intelectuales ni hablar. Mis contidianas sesiones de bicicleta y remo fijo, otro tanto, ¿de dónde sacaría fuerzas (para no hablar de las ganas)? Para colmo es un día hermoso.
Otro día en blanco, pues. Gracias Julia. Gracias por todo lo hermoso, que fue mucho, y por lo de ahora, inevitable. -Pero vos te lo buscaste, -diría ella. Y sí, tiene razón. ¿Pero acaso uno elige enamorarse, aún sabiendo el riesgo de que no habrá de ser correspondido? (Si se me diese la oportunidad, lo volvería a hacer, sin duda). Porque Julia era la mujer perfecta, aquella que cuando uno conoce se dice: "es la que estuve buscando toda mi vida".
¡Qué lindo es estar enamorado! ¡Qué sensación de plenitud que da saberse poseído por ese sentir tan noble, tan generoso, tan delicado, tan emriquecedor! Saber que nuestra vida cobra ahora otro sentido porque tenemos a alguien a quien consagrarla...
Durante los cuatro meses que duró la relación, viví en el paraíso. Contemplarla era toda una experiencia estética, ceremonia a la que asistía arrobado. Sus ojos... ¡ah, sus ojos! Su voz... Escucharla evocaba los cantos de sirena de la Odisea, los coros de ángeles de que nos hablan los poetas.
Hasta que un día me dijo: "no te quiero, y por lo que sé de mí, nunca podría llegar a quererte". No me van a decir que gusta de las formas elípticas. Hace un mes vivo en el infierno. Porque en estas cuestiones de amor no hay purgatorio: son las altas cumbres o el más negro abismo.
Pero insisto, ¡qué lindo que es estar enamorado! Porque sigo estándolo, y de la mejor manera: sabiendo que todo lo que siento es en vano, sabiendo que ni siquiera lo va a saber porque no hay ya forma de endulzar sus oídos, pensando siempre lo mejor de ella (ya no puede hacer nada por empañar su imagen), adorándola en ese altar donde la entronicé. Esa es la parte dulce. Pero hay también el amargor de saber que nunca ya la tendré. Y el sentimiento de derrota de saber que no pude ganarla.
Mi vida no tiene ahora sentido. Probablemente me suicide.
Y como ya no tengo más a quién contárselo, como tengo aburrido a todo el mundo con lo desdichado que soy, ahora se lo cuento a ustedes.

4 comentarios:

  1. Anónimo6:12 p. m.

    te desaconsejo el remo fijo
    en situación de desamor
    cariños, crab

    Hipólita

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  2. Aclarame, p.f. Hipólita: como ya habrás visto, soy un poco tonto.

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  3. Anónimo5:22 p. m.

    pero crab, ¿qué estás diciendo? espero que sea sólo una exageración.

    cariños,

    carolain

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  4. ay, no había leído este post, qué horror, crab, no te suicides!
    Sufrir porque te patean es como agarrarse una gripe: primero te parece que te vas a morir pero después de un tiempo (largo) te das cuenta de que la experiencia te fortaleció la inmunidad. No es que después no te enamores más, sino que te hace más flexible, más sabio y menos desesperado.

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